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¿Ejemplo de diálogo y pacto?


Mucho ha hablado el lehendakari estos días sobre el modelo quebequés y destacado la relación de «diálogo y pacto» que impera en las relaciones políticas entre Quebec y Canadá. Analicemos la historia reciente del proceso soberanista quebequés para hacernos una idea de lo que se quiere vender como «referencia».

Quebec ha votado dos veces en referéndum sobre su independencia, por vez primera en 1980 y segunda en 1995. En ambos casos el «no» a la secesión fue la opción mayoritaria de los quebecois. Ahora bien, y merece la pena resaltarlo, en ninguno de los casos hubo un proceso bilateral previo, ni tampoco un pacto con el Estado. Es decir, lo que es dialogo y pacto, poco. Una vez el segundo referéndum, y a vistas de lo cerca que quedaron de la independencia –apenas 55.000 votos–, es cuando Canadá decide intervenir.

Para ello acude a los tribunales, ergo judicializa por vez primera el ejercicio político. Al respecto, el Tribunal Supremo concluye en 1998 que Quebec no tiene derecho a separarse unilateralmente, pero que el Gobierno de Canadá tendría que entrar en negociaciones con el Gobierno quebequés si estos expresasen una «clara voluntad de separarse». Al fallo le sigue una ley aprobada en el Parlamento federal, que concede todas las competencias en la materia a la Cámara de los Comunes de Canadá. Por ejemplo, es esta institución quien decide si ha habido una «mayoría clara» a favor de la secesión. El Gobierno quebequés responde con otra ley, la Ley 99, que fue recurrida por el Gobierno canadiense en 2013 y sobre lo que los tribunales no han fallado hasta hoy.

Esto demuestra que hay más de judicialización de la política que de diálogo y pacto. Judicialización que el lehendakari rechaza en el caso del Estado español, pero da por buena en Quebec. Al menos, dice, los quebequés tienen una ley a la que acogerse, cuando lo cierto es que la mayor diferencia reside en las culturas políticas de Ottawa y Madrid.