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Entre el 50% y volver a 2012

El president Puigdemont y el expresident Montilla acaban de citar que el independentismo ha saltado de 14 a 72 escaños en siete años. Le queda un reto: superar el 50% del voto podría ser determinante. La apuesta unionista, por contra, no es numérica sino política; regresar a antes de 2012, año que volteó las mayorías.


La aritmética de las autonómicas catalanas es endiablada. En 2015 depararon un Parlament con mayoría independentista en escaños pero no en votos, lo que impidió materializar directamente el compromiso electoral de la DUI y abocó al complejo proceso del referéndum del 1-0 y la confusa gestión posterior. Con toda su ilegitimidad, los comicios del 21D ofrecen al independentismo la posibilidad de superar el 50% del voto por vez primera y obtener así un plus de legitimidad, necesario tanto internamente como ante la comunidad internacional como admitió ayer Joan Tardá (ERC).

Es difícil, pero no una quimera. El 1 de octubre votaron a favor de la República catalana –superando las cargas– 2.044.038 personas. Y en las autonómicas de 2015 metieron la papeleta en la urna 4.130.196 catalanes y catalanas. Descontando los blancos y nulos, el voto válido se situó en 4.092.349. Haciendo política-ficción (ni los tiempos ni la participación serán los mismos y han pasado muchísimas cosas en dos años), si acudieran a votar tantas personas como en 2015 y quienes optaron por el Sí el reciente 1-0 apoyaran a opciones independentistas, la apuesta por la República catalana estaría exactamente en el 49,94%. Un empate técnico milimétrico.

Anteayer en ‘‘Le Soir’’ Carles Puigdemont y ayer en Radio Euskadi el expresident José Montilla han puesto en perspectiva este proceso destacando un mismo dato: el independentismo era en 2010 un movimiento casi residual, con apenas 14 diputados sobre 135 y menos de un 10% del porcentaje de voto en el Parlament. El gran salto no se produce en realidad en las autonómicas de 2015 (en las que la coalición Junts pel Sí cosechó un resultado bastante pobre en relación con las expectativas), sino en 2012. Y ese auge tiene que ver con el crecimiento de ERC y CUP, pero sobre todo con la conversión al independentismo de la mayor parte de la antigua CiU tras el «cepillado» del Estatut por el Constitucional en 2010 y el desprecio del Gobierno Rajoy a la propuesta de pacto fiscal de Artur Mas en 2012.

Empezaba ahí el procés. Del cuadro adjunto se desprende la impresión falsa de que el independentismo fue en realidad más fuerte entonces que en las posteriores autonómicas de 2015. Si bien CiU aparece encuadrada en el bloque independentista porque en 2012 fijó ya en su programa esa clara dirección, no había unanimidad en su seno, como mostró el descuelgue de Unió y la ruptura de la federación a inicios de 2015.

En la otra cuenta, 40%-60%

Volvamos al presente. El objetivo inequívoco del independentismo ante el 21D, la victoria incuestionable, sería ganar los dos cómputos: el de escaños, por tercera vez consecutiva, y también esta vez el de votos superando el 50%. Ojo, que en la anterior convocatoria se quedara en el 48% no quiere decir que el unionismo superara el 50%, porque cuatro puntos se perdieron en los restos extraparlamentarios y porque encuadrar a Catalunya Sí que es Pot en ese bloque sería irreal.

El objetivo del españolismo en estos comicios, por contra, no es tan aritmético como político. Resulta muy difícil hoy día que entre C’s, PP y PSC superen la mitad de escaños y/o votos, por lo que su expectativa no puede ser otra que frenar políticamente el procés; es decir, en volver a antes de 2012. Para ello las elecciones suponen solo un flanco de una ofensiva global con tres frentes simultáneos: el 155 y la acción judicial la completan como elementos coercitivos.

Pero toda apuesta de este tipo conlleva sus riesgos y contradicciones. Como se ha mostrado en el Ayuntamiento de Barcelona, tan importante como la posición sobre la independencia es la que obligadamente se establece sobre la democracia en este contexto de excepcionalidad. Y ahí el espacio de comunes, Podem, EUiA, Som Alternativa... está al otro lado de la raya. Con los resultados de 2015 en la mano, la cota de ese «bloque 155» no llega al 40%. Ahí se rompe el empate.