Jokin Altuna, más allá de la magia
Cuando un pelotari es capaz de cruzar un dos paredes de aire con 20-19 en contra en una final como la de ayer, lo fácil sería recurrir a la magia del artista, pero nos quedaríamos a medias. El duende del de Amezketa va mucho más allá, exactamente hasta donde él quiera.
URRUTIKOETXEA 21
ALTUNA III 22
Jokin Altuna es desde ayer, a sus 21 años, el segundo pelotari más joven en calarse la txapela del acotado. Solo Patxi Eugi logró enfundarse la lana de la jaula siendo más joven, pero ya hay quien ve peligrar la marca de siete títulos de Aimar Olaizola, el mayor especialista de la historia de este nuestro deporte. Estos visionarios se cargaron ayer de argumentos para semejante afirmación. Porque hoy por hoy nadie pone en duda que el de Amezketa esté tocado por una varita mágica, por un don, que le hace ver, y ejecutar, jugadas donde nadie más es capaz de hacerlo, pero lo mejor es que esto no le basta. Mientras cualquier otro se conformaría con explotar esa bendición que la naturaleza le ha dado, Altuna III se ha dedicado a estudiar, a evolucionar, a curtirse por todos los frontones de nuestra geografía, hasta dar con el hechizo que puso patas arriba toda la lógica que le había asignado el ingrato papel de víctima.
Toda la semana hablando de que los precedentes no sirven de nada, de que cada partido es un mundo que nunca se repite... y así fue. La final del Bizkaia nada tuvo que ver con el partido de la liguilla en Lekunberri que tan tocado dejó al amezketarra, pero sin el que, probablemente hoy no se habría levantado con la dulce resaca del triunfo. Ayer sí hubo partido, y qué partido, Altuna fue fiel a sí mismo y, tomando riesgos, incomodó a la máquina perfecta, al pelotari infalible. Si en la irregular cancha del recinto navarro el guipuzcoano quiso que el partido acabara cuanto antes, ayer se agarró como un poseso a un duelo a cara de perro, con sabor a derbi futbolero, intenso, con sus dosis de polémica y moviola... pero donde terminó reinando el fair play del frontón. Y su ímpetu le permitió derretir el hielo polar de Zaratamo.
Y es que, partidos como el de ayer y el de Lekunberri dejan poso y lo importante es aprender de ellos. Y Jokin, también listo como el hambre, se quedó con la lección. Porque seguro que durante esos eternos botes que ambos dieron a la pelota antes de que Urrutikoetxea pusiera en juego el último tanto con 21 iguales, a ambos se les pasaría por la cabeza lo sufrido ante Bengoetxea VI hace aproximadamente un año. Como en la semifinal del Labrit, al vizcaino se le enganchó la pelota en su zurda y fue a morir, junto con todas sus ilusiones, a la contracancha. Por contra, Altuna no quiso volver a pasar por lo mismo, se estiró para defender en el txoko una pelota con la que su rival parecía haberle superado y se hizo la magia.
Consiguió marcar el ritmo
Llegar hasta allí también había sido una victoria, pero volver a caer en la misma piedra hubiera sido cruel, incluso para un pelotari tan joven como él, porque en un detalle puede esconderse un abismo, como el que hoy habrá entre Zaratamo y Amezketa, mucho mayor de los casi 100 kilómetros por carretera.
Y la de ayer fue una final de detalles, de momentos, de decisiones, de aciertos y de errores... y el cara o cruz final, esta vez, le sonrió, el resto se lo curró. Porque como ante Aimar Olaizola en semifinales, Altuna llevó muy estudiado el partido. Sabía que debía asumir riesgos y, moviendo la pelota a milímetros de la chapa, supo sacar a Urrutikoetxea de esa zona de confort en la que había vivido durante todo el campeonato. El de Zaratamo es humano, también sufre, y acusó la presión en un comienzo en el que no gozaba los pelotazos y sus movimientos no eran tan coordinados como en partidos pretéritos.
Eso sí, su magnífico resto le permitió mantenerse, incluso como en momentos críticos como el 1-6 y el 2-7, que llegó tras un tan inusual como garrafal fallo de “Urruti” en el saque-remate. Como ante Olaizola II, Altuna III, cometió dos faltas de saque que le complicaron su empresa. Y el vizcaino se vino arriba, pero no lo suficiente para abrir brecha y descolgar a su rival.
Porque por mucho que el vizcaino se soltara, el partido seguía embarrado, justo donde Altuna quería. Las polémicas con las dos vueltas o la pelota que en el 18-19 pareció dar en la espalda de Altuna también le vinieron mucho mejor al amezketarra, que se supo manejar mejor en los momentos más calientes. Puro arte y ensayo.
La primera txapela de un talento acompañado por todo lo demás
A quienes han seguido de cerca la trayectoria vital de Jokin Altuna desde muy pequeño no les ha pillado por sorpresa que aquel niño de apenas seis años que pasaba horas mirando a los mayores jugar en el frontón de Amezketa estrenase ayer, con apenas 21 años, un palmarés que da la impresión de que tiene muchos capítulos aún por escribir. El talento, ese con el que se nace o del que se carece, siempre ha acompañado al pelotari guipuzcoano, al que tampoco le ha faltado todo lo demás.
Porque siguiendo aquella máxima atribuida a Pablo Picasso de que «la inspiración me llegue trabajando», la carrera de Jokin Altuna ha estado estrechamente ligada a la pelota. El III de su camiseta es el reconocimiento a sus tíos Garikoitz e Imanol Altuna, remontistas con varias txapelas a sus espaldas. Probablemente, muchas de las jugadas inimaginables para el resto, con las que se ha metido al pelotazale en el bosillo, las ideó el joven Altuna en las horas que metió en Galarreta siguiendo a sus tíos, por parte materna, junto a su aitona.
Hoy, esa magia bien curtida le ha servido a Jokin Altuna para estrenar su palmarés tras su intento fallido del año pasado y su mala experiencia del Promoción en 2014 frente a Artola. Con este entorchado, se une a una lista de otros 11 pelotaris con un título y devuelve la jaula a Gipuzkoa 18 años después del título de Unanue en 1999.J.O.