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Entre uno que no sabe y otro que no puede,el que pierde es el fútbol

El esperado derbi de la confirmación de unos y el punto de inflexión de otros acabó siendo un bostezo mayúsculo, un maltrato al fútbol en el que ambos equipos, Athletic y Real, desnudaron sus defectos. Apenas dos remates entre los tres palos en noventa minutos y reparto de puntos que si para alguno sabe a algo positivo es para los donostiarras.


ATHLETIC 0

REAL SOCIEDAD 0

 

Un derbi Athletic-Real se asemeja mucho a la caja de bombones de Forrest Gump. Nunca sabes cuál te va a tocar. Nunca hay un favorito. Nunca llueve a gusto de todos. (Casi) Nunca decide nada para ninguno de los dos. Puede ser rojiblanco, o albiazul, o mitad y mitad. Puede dejar un regusto amargo, o endulzar el paladar con un sabor que degustar a lo largo de toda la semana. Puedes o compartirlo o pasar noventa minutos pensando si el ‘otro’ se habrá comido uno más que tú. En el fondo, un derbi es tener alguien con el que sentarte en un banco mientras aguardas el próximo autobús. Lo malo es cuando ese autobús pasa de largo, como en la desapacible tarde de ayer en San Mamés, donde el fútbol fue el único que se ausentó coincidiendo con la mejor entrada de la temporada.

El resultado más repetido en un Athletic-Real es el 1-1, lo que ya da idea de lo mucho que en estos duelos vecinales se nada y a la vez guarda la ropa. Lo que ya no tiene nombre es que dos rivales necesitados como lo son firmen el primer 0-0 liguero de este siglo XXI. Como no tiene perdón que ambos equipos se vayan a la ducha, tras noventa minutos de inoperancia ofensiva, con un bagaje de un remate a portería por cada bando. El hecho es que el derbi que debía servir de confirmación para unos y punto de inflexión para los otros acabó con un bostezo, un strep-tease de las vergüenzas de cada cual, un empate sin goles que si tiene algún ganador moral esa es la Real, que frena su racha de derrotas y saca un punto en casa del eterno vecino. El Athletic, por contra, no puede estar nada satisfecho, porque la igualada no es un mal menor para quien aspiraba a dar continuidad a su supuesta mejoría, pero más aún porque sigue adolenciendo de un fútbol creíble y a la vez desnudo de ideas. Juega a trompicones, a golpe de corneta. Y si se vuelca en defender le cuesta un mundo atacar. Quizá por eso San Mamés sea el estadio de la Liga que menos goles ha visto hasta esta jornada.

Los derbis son derbis. Rara vez deparan uno de esos encuentros que, como diría el escritor Juan Villoro, se juegan dos veces, en la cancha y en la mente del público. Durante los primeros 45 minutos no hubo un solo disparo entre los tres palos, primera vez que sucedía en un derbi entre bilbainos y donostiarras desde 2003. Apenas dos desviados por parte realista –uno Oyarzabal, en la mejor ocasión visitante– y un postrero golpeo de San José sobre la bocina con todo a favor, que se le fue como a Jon Rahm su swing en un mal día.

En el segundo acto, vistas las enquistadas tablas, un Athletic aleccionado desde el vestuario cortocircuitó la salida de balón visitante y encerró a la Real en su campo durante los primeros 15 minutos en que contabilizó llegadas y ocasiones, como la media vuelta de Raúl García que sacó Rulli en su única parada o la contra que malgastó un desaperecido De Marcos. Fue hasta que la Real volvió a su dominio anterior, que coincidió con el agotamiento de un generosísimo Susaeta. De ahí al final, un Athletic al que no le da la manta para tapar pies y cabeza, y una Real que acrecienta su divorcio con el gol, solo un postrero disparo de Xabi Prieto y que sacó Iago. La estadística de remates resume el partido: Del minuto 1 al 28: 0-5 tiros; del 29 al 60: 7-0; y del 61 al 93: 0-4. La Real se llevó un puntito. El Athletic, como diría Claudio Ranieri del Leicester, «como Forrest Gump, no podemos dejar de correr». Lo malo de este Athletic es que siempre sabes qué bombón te va a tocar.