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Con Ciudadanos, la Barcelona ‘guapi’ también se va de mitin

Ni la chirigota gaditana traída para la ocasión logró calentar un pabellón que se quedó grande para el acto central de la campaña de Ciudadanos. El pecado, sin embargo, no es exclusivo de los naranjas, en una carrera electoral en la que la frialdad ha sido transversal.


Cinco food trucks –caravanas vintage con puestos de comida mmuy mmodernos, con doble ‘m’– aguardan dentro de Fira Barcelona a que se abran las puertas del recinto ferial. Antes de entrar al pabellón que acogerá el acto central de Ciudadanos, muchos aprovechan para tomar el típico café machiatto con un tentempié de aguacate, rúcula y mango con pan integral de pipas de calabaza. Lo normal. En el parking de Vips se alternan Porsches y Mercedes.

La cita es a las 10.00, pero a las 10.45 las puertas todavía están cerradas. Es un partido con recursos –son los que más están gastando en la campaña–, pero se nota cierto amateurismo en grandes actos. Como empujados por una fuerza telúrica, las banderas españolas se agolpan a un lado del escenario y las senyeras al otro. En medio se alza un pasillo que conecta el escenario principal con una plataforma que queda en mitad del público, a escasos cinco metros del tiro de las cámaras. La imagen está asegurada aunque no haya, siendo generosos, más de 2.000 personas en este recinto que podría acoger a 5.000. Alguien en la organización se percata de la decantación casi natural de las banderas y lo remedia. Ya saben, «mejor unidos».

La organización intenta calentar el ambiente con un grupo de chirigotas traído para la ocasión desde Andalucía, tierra de origen de Inés Arrimadas. Cada uno tiene su folklore pero, por supuesto, los identitarios solo son los independentistas.

La distorsión discursiva

El acto se celebra en Hospitalet del Llobregat, segunda ciudad de Catalunya, feudo histórico del PSC y municipio de acogida de miles de andaluces y extremeños llegados en los 60 y los 70. No parece, sin embargo, que este perfil coincida con el grueso del público, que apenas reacciona a las vaciladas de la Chirigota «El Selu».

Sí reacciona con la irrupción de la candidata, Inés Arrimadas, presentada como futura presidenta de la Generalitat con banda sonora épica propia de Juego de Tronos y con paseíllo desde el escenario hasta la plataforma central, donde formulará su discurso mirando a las cámaras... y dando la espalda a la mayoría del público. La mercadotecnia política manda. El potencial votante que podría llevar a Ciudadanos a ganar las elecciones (habrá que verlo) no está hoy en este pabellón donde se impone el Upper Diagonal.

De ahí que el discurso de Arrimadas no tenga absolutamente nada que ver con el perfil de clase alta que impera entre el público, y se dirija «a la gente de la calle». Los discursos destinados a conseguir el corte televisivo siempre son cansinos en directo: «Los autónomos y comerciantes no pueden huir a Bruselas»; «los autónomos y comerciantes no pueden romper una citación judicial»; «los autónomos y comerciantes no pueden esperar indultos», va repitiendo una y otra vez, intercalando lapsus maravillosos como la votación de «la constitución del 39» o frases imposibles como «volver a levantar Catalunya como nunca».

Los despistes se perdonan, sin embargo, en la recta final de una campaña en la que el pescado está vendido y en la que los candidatos parecen ser los primeros interesados en finiquitar.