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Los indignados veteranos de la guerra de Bosnia

Llegaron a ser 2.500. Hoy, una veintena de veteranos de la guerra de Bosnia mantienen en Sarajevo la protesta para conseguir que les devuelvan sus beneficios de guerra. Pero el Gobierno, y su estructura clientelar alrededor del sistema de ayudas sociales a los veteranos, le niega los subsidios. Aduce que no lucharon y que sus documentos son falsos.


En la lucha contra las fuerzas panserbias de Slobodan Milosevic, Segic Hasudin fue herido en tres ocasiones: en 1992, en la pierna derecha; en 1993, en la cadera, y en 1994, en el cuello. Luchó, dice, para defender a los bosnios en Olovo, su localidad natal, e Ilijas, al noreste de Sarajevo. Sus cicatrices son el mejor aval para sus palabras. Pero en Bosnia, cuando se habla de los soldados y su particular lobby, surge la duda y 25 años después de que una bala atravesara por primera vez su robusto cuerpo, el Gobierno cuestiona su historia de guerra y las de otros miles de soldados más. Dice que no todos lucharon y que sus listas de reclutamiento y sus partes médicos son falsos. Por eso, y he aquí el desencadenante de la protesta de los veteranos indignados, no merecen subsidios ni pensiones en un país que dedica más de un 4% de su PIB a pagar beneficios a los veteranos de la guerra de Bosnia (1992-1995)

Amir Sultan, de 36 años, asegura que un francotirador serbio le alcanzó en la cabeza cuando tenía poco más de 11 años. Ahora padece, como recuerdo imborrable, un problema en su párpado izquierdo, que apenas se levanta. «Durante la guerra rellené unas listas con mi nombre, apellidos y documento de identidad, pero ahora nos dicen que no son válidas. Y si no estamos en la lista oficial del Gobierno, nos dejan sin el dinero mensual de los beneficios y más tarde sin pensión. Esto ocurre por un decreto ley de una coalición gubernamental corrupta. Dicen que nuestras listas son ilegales, que son falsas, pero yo estuve luchando desde 1992». Hasudin, de 50 años y padre de un hijo, reconoce la existencia de las listas falsas, pero añade que «la función del Gobierno es descubrir quién miente en esta historia».

Bien parapetados

En una céntrica zona de Sarajevo, junto al edificio de la Federación de Bosnia y Herzegovina, es imposible abstraerse de la protesta, que ocupa un pedazo de césped de unos 50 metros cuadrados. La bienvenida la dan unas verjas empapeladas con proclamas en bosnio y una improvisada torre de vigilancia. Parecería un puesto militar si no fuera por las pancartas y por la ausencia de seguridad en la entrada. Además, es un espacio que te invita a entrar. Dentro, en primer lugar, hay un puesto con una mesa y varias sillas. Es la zona de información donde explican su situación. A la izquierda, una carpa que funciona como cocina; detrás comienzan a elevarse contenedores de mercancías y tiendas de campaña de ACNUR que los manifestantes usan para dormir. Hay calefactores, ordenadores, tabaco de liar, café.... Los veteranos están bien parapetados; saben que tendrán muchas horas para dar vueltas a lo mismo: las listas falsas, la corrupción, la familia. Porque, como aseguran, no se rendirán ni ante el cruel invierno de la región. Y eso, en Sarajevo, son palabras mayores.

«200.000 personas sufren este problema. Llevamos aquí desde abril. Antes éramos unas 2.500 personas y ahora quedamos unos 25. Es normal, la gente tiene que trabajar para poder comer. Mi familia me pide que lo deje, que me ponga a buscar un trabajo, porque dice que no conseguiremos nada. Pero yo seguiré aquí; poco más perderé», afirma Sultan, enjuto y dicharachero con sus compañeros de contienda. Él me lleva a comer un aguado guiso de verduras y carne. Luego me presenta este campamento de soldados indignados. Uno de ellos es Hasudin, quien se siente abandonado por todos: «Luché durante toda la guerra por este país que ahora me abandona. Además –lamenta–, aquí la sociedad aprecia a los soldados, pero no nos apoya lo suficiente».

En el improvisado puesto de información, Hasudin saca unos documentos en los que se leen su nombre y las fechas en las que recibió tratamiento médico y se enroló en el frente de Olovo. Repite que su caso es injusto. Vuelve a enseñar sus exageradas cicatrices y recuerda el trato recibido durante la guerra: «Estuve 25 días en distintos hospitales. En cuanto nos curábamos, nos largaban otra vez al frente». Parece poco tiempo incluso para sanar lo que hoy es una cicatriz en su cuello.

Sultan presenta puntos de sutura en su párpado izquierdo y una confusa cicatriz en la cabeza. Asegura que por ahí entró una bala. A diferencia de Hasudin, no tiene documentos. Pero jura por «Allah» haber luchado. Al igual que Azra, una capitana de 50 años destacada en la región de Tuzla.

Clientelismo

Pese a las diferentes reformas y leyes implementadas desde el final de la guerra, el problema con los beneficios y las pensiones de los veteranos no ha dejado de agravarse Simplemente, cada Ejecutivo ha pospuesto una solución para así contentar a una élite que ha encontrado en el mundo de los veteranos de guerra el marco idóneo para establecer una red clientelar. En Bosnia, donde no hubo un control exacto de los soldados que participaron en la contienda, existe un Ministerio de los Veteranos y más de 1.500 asociaciones forman parte de un entramado federal, municipal y cantonal tan complejo como la estructura de Gobierno que heredó el país tras los acuerdos de Dayton.

Nikolina Obradovic, experta de la Universidad de Mostar, resume así el problema: «En esta causa, nadie quiere ser justo. En el 90% de los casos, los manifestantes están relacionados con actores políticos o asociaciones que reciben fondos públicos y que actúan como un lobby. Básicamente, los beneficios son instrumentos para canalizar las alianzas políticas. Es una forma de obtener votos a cambio de dinero y así garantizar la lealtad de los grupos sociales».

Esta estructura clientelar se ha representado en el desfase de las listas veteranos: el Gobierno dice que hay 570.000 soldados y las asociaciones rebajan el número a la mitad. Pero incluso siendo mayor la lista del Gobierno, veteranos como Hasudin o Sultan no la engrosan. Para Obradovic, que subraya que el Ministerio de Veteranos es el más corrupto y que el 27% de los beneficios de veteranos acaban en el bolsillo del 20% de la sociedad más pudiente, las listas reflejan el clientelismo: «Hay falsos veteranos que no han sido tocados por alguna razón y personas que lucharon y se quedaron sin beneficios. Es puro clientelismo, y la verdad es complicada de contrastar porque no hay una lista pública de beneficiarios».

El problema que ahora encara el Ejecutivo es la falta de liquidez. El Gobierno asegura que no existe dinero para tanto beneficiario. Los beneficios de los veteranos suman 2/3 de las ayudas sociales y, según el Banco Mundial, suponen más del 4% del PIB bosnio. Este alto montante comenzó a crecer cuando, tras la guerra de Bosnia, empezó una desmovilización de soldados que ha ido cargando al Estado con obligaciones económicas. Entre 1999 y 2001 se redujo el personal del Ejército en un 30%, dando inicio a una dinámica en la que se alentaron las prejubilaciones y los beneficios sociales para los veteranos. Era algo temporal que buscaba su reinserción en el mercado laboral, pero se convirtió en parte del sistema. Un sistema subsidiario que sólo podría mantener- se con bajos niveles de desempleo. Y la máxima no se cumplió: el paro ronda el 39%.

En el marco de la crisis económica de 2008, el Gobierno bosnio acudió al Fondo Monetario Internacional (FMI) para obtener liquidez. A cambio de dinero, el FMI exigió reducir los gastos en ayudas sociales, pero sobre todo apuntó a los privilegios de los veteranos, que más tarde consideraría como «el caballo de Troya» del sistema de pensiones. Gracias a esas obligaciones, se impulsaron leyes que rebajaron el gasto en ayudas sociales del Estado. Una de ellas fue la reducción de las pensiones de los veteranos, que, tras años de protestas, ha sido abolida recientemente para devolver su volumen al nivel anterior a la legislación que requería el FMI. Es el resultado de protestar y, según Obradovic, una forma de alimentar el círculo clientelar y no afrontar la realidad: «En Bosnia todo es posible si se está del lado correcto. Hemos dado un paso hacia adelante y tres hacia atrás. Los políticos apoyan el sistema actual y nada cambiará. Por eso, no existe una solución más allá del colapso del sistema para así poder empezar de cero».

Sultan y Hasudin parecen dispuestos a continuar protestando, esperando engrosar la lista correcta. «Me entró una bala en la cabeza, pero ni aún así me reconocen como luchador. Seguiremos hasta que haya una lista que diga la verdad», insiste Sultan sobre su lucha. Una que reclama, de forma pacífica, la creación de una única y justa lista pública de veteranos que, según ellos, demostraría que sí tomaron parte en la guerra, y supondría la restauración de sus beneficios por luchar entre 1992 y 1995.