Una larga lista de motivos
La exposición de motivos para la protesta feminista, hecha pública bajo el título «¿Por qué vamos a la huelga?», es larga e incide en múltiples aspectos sociales y económicos. Según se recoge en el documento, en Europa las mujeres dedican 26 horas semanales al trabajo no remunerado, frente a 9 de los hombres. Muchas trabajadoras están fuera del régimen general de trabajo, sin derechos laborales, caso de las empleadas domésticas, agricultoras, trabajadoras sexuales… En el caso de las empleadas internas, su situación se califica de «esclavitud». Y en cuanto a las retribuciones, el escrito indica que en Hego Euskal Herria los hombres cobran un 35,6% más que las mujeres –cuantificado en 7.680 euros–, por lo que reclama «a mismo empleo mismo salario».
Capítulo aparte merece la violencia machista. «En Hego Euskal Herria fueron asesinadas 33 mujeres entre 2010 y 2015. Nos faltan todas las mujeres que han matado. Estamos hartas de sufrir acoso callejero, agresiones sexuales, y chantaje, control y humillación en el ámbito íntimo. Denunciamos que se nos eduque en el miedo y se cuestione nuestro testimonio y se nos juzgue cuando denunciamos», señala el documento, para añadir que «la LGTBfobia nos encierra en armarios que constriñen nuestras vidas». No falta un apunte sobre el sistema penal, patriarcal y escenario de una doble violencia contra las mujeres presas.
En cuanto al racismo, las convocantes denuncian la violencia machista que sufren las mujeres migrantes y refugiadas en las fronteras, así como las limitaciones a ocupar el espacio público por su vestimenta. «Formamos una red transnacional de cuidados: dejamos allí a nuestros hijos, hijas y mayores a cargo de otras mujeres, para cuidar aquí en condiciones muy precarias» señalan las mujeres inmigrantes del sector de la asistencia.
«¿Por qué vamos a la huelga?» señala finalmente que las mujeres se encuentran marginadas, cosificadas y estereotipadas por la cultura patriarcal, y tratadas por los medios de comunicación, la publicidad y las redes como «objetos sexuales listos para el consumo», al tiempo que «la jerarquía católica, el Estado o los poderes económicos nos niegan las decisiones sobre nuestros cuerpos y sexualidad».