INFO

Un Newroz dedicado a la resistencia kurda en Afrin

El año nuevo kurdo en Diyarbakir es una fiesta para reivindicar la resistencia del pueblo kurdo ante la opresión turca. Ayer, pese a la presión policial, cientos de miles de personas recordaron la tragedia que viven sus hermanos en el cantón sirio de Afrin.


«Newroz piroz be». Feliz año nuevo. Una vez más, con el permiso del gobernador provincial, los kurdos celebraron su fiesta más reivindicativa. No había parrillas de carne ni montañas, como marca la tradición kurda. Tampoco imágenes de Abdullah Öcalan. Ni siquiera banderas relacionadas con el PKK. Era un día en el que se prefirió no provocar al Estado turco. Ya en el parque Newroz, cientos de miles de personas redujeron por primera vez el protagonismo del encarcelado líder kurdo. Ayer era un día dedicado a Afrin, el cantón sirio ocupado por el Ejército turco y sus milicias aliadas. Una desgracia, una tragedia, un trauma. Muchas palabras con significados cercanos pero un solo culpable: Recep Tayyip Erdogan. La solución: paz, libertad, la carta que Öcalan mandó leer en 2015 para pedir un congreso en el que se abordaría dejar la lucha armada. Tres años después solo queda una guerra que no entiende de fronteras.

Hace sol en Diyarbakir. El agobiante calor es impropio de estos meses. El polvo penetra en los pulmones, ensucia las prendas tradicionales kurdas. A diferencia de otras ediciones, los vestidos de la guerrilla se cuentan con una mano. Al menos 5 personas se atreven a desafiar al Estado. Puede que haya varias decenas. Berxwedan, de 26 años y aspecto infantil, es una atrevida en un entorno que, más allá del parque Newroz, es represivo. «No tengo miedo, soy un poco provocadora», dice esta mujer que ni trabaja ni estudia. Es de Lice, una región de Diyarbakir conocida por su apoyo al PKK, pero su mente, como la de todos los presentes, está a más de 1.000 kilómetros, en Afrin. «Venceremos. Ahora estamos escondidos, pero vamos a expulsar a los turcos», dice convencida. Un deseo que ayer todos compartían en su año nuevo, el comienzo de la primavera para turcos y otras naciones. Un deseo que, sin la varita mágica para realizarlo, lo anhelan como si fuera un sueño milenario.

Dilan, de 20 años, y Remziye, de 23, también son de Lice. Son universitarias. Visten las ropas tradicionales kurdas. Son coloridas, alegres como este pueblo acostumbrado al drama. Hablan de Afrin: «Es parte de nosotros, y lo que está sucediendo allí nos afecta». Bailan en círculo la danza tradicional kurda, el govend. Sonríen. Acuden al Newroz, dicen, por la libertad del pueblo kurdo, para que reconozcan su identidad. Más tarde, Ahmet Türk, un peso pesado del movimiento kurdo que fue apartado de la alcaldía de Mardin, intercalando palabras en turco y kurdo, reclama que se reconozca su identidad. Todos y todas lo piden. Pero más allá del Kurdistán nadie escucha esos gritos guturales. «Hemos venido por la paz, por la identidad, por Afrin. Queremos que los turcos se vayan. Es un crimen lo que están haciendo. Y Europa, además, calla», se queja Halis, de 58 años y padre de siete hijos.

Turquía, Erdogan y represión

Es el turno de Pervin Buldan, recientemente elegida colíder del Partido Democrático de los Pueblos (HDP). Aunque sabe kurdo, habla en turco. «Newroz es un día para la resistencia y la paz. Nunca podrán erradicar las demandas de libertad e igualdad de millones de personas como derribaron la estatua de Kawa». En Afrin, las milicias aliadas de Turquía han derrocado la estatua del herrero Kawa, parte de la mitología kurda. Es un ejemplo más que justifica el temor a una limpieza étnica. Buldan recuerdan otras masacres, desde Zilan a Roboski. «La última ha sido Afrin. Allí no han llevado nada más que barbarie. Afrin era una ciudad pacífica a la que no llegó la guerra siria. Nunca estaremos de acuerdo con este ataque».

El reconocido artista Xero Abbas canta en el escenario. También el grupo de izquierda Bandista. Varios políticos hablan antes y después. Se recuerda la presencia de representantes europeos, entre ellos una comitiva llegada desde Euskal Herria. Cada vez que se escucha la palabra «Turquía» suenan abucheos. Los kurdos están cansados de tanta opresión. Turquía, con una dilatada tradición represiva, es hoy sinónimo de Erdogan. Dilan, una de las dos chicas de ropas coloridas, se queda muda cuando habla del presidente: «No sé qué decirle a Erdogan. No me salen las palabras. Él ya no habla más». Berxwedan es más radical: «¡Allah Belani Versin! (Que Allah te maldiga)». Halis escoge una frase recurrente: «Es un cruel dictador». Ayhan Yildiz, de 50 años y madre un vástago, es más moderada: «Erdogan ha perdido la humanidad».

Nadie aprecia a Erdogan en el Newroz. El presidente turco usó en una de sus campañas el eslogan «Nereden, Nereye» (Desde dónde, hasta dónde). Hacía referencia al desarrollo experimentado por Anatolia bajo su mandato. Ese desarrollo incluía los derechos de las minorías. Hoy, con la economía tambaleándose y la paz enterrada por las pretensiones de poder del presidente, los kurdos se preguntan cómo se ha llegado a esta situación. Se sienten engañados, usados como simples votos. Más aún cuando el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) dirige ahora una coalición con el panturco Partido del Movimiento Nacionalista (MHP). Este último grupo es estandarte del negacionismo kurdo y apoya el uso de mano dura contra ellos. Y mano dura en Turquía es mucho decir. Pervin Buldan, mirando el futuro, es optimista. Tiene que serlo, al menos en público y ante cientos de miles de personas que olvidan durante unas horas su dura realidad. «La coalición entre AKP y MHP quiere erradicar la libertad. Un día perderán, y la fecha se acerca, será en las próximas elecciones. Pero hasta entonces, tenemos que continuar con nuestra lucha como lo hemos hecho hasta hoy», apremia la colíder del HDP.

Los kurdos viven bajo una presión constante. En Diyarbakir, el cerco policial es evidente: vehículos militares rodando por la ciudad, controles de seguridad, agentes de paisano, calles cortadas, complejos militares protegidos por muros de hormigón. «Tienen miedo de nuestra revolución y de quienes han venido al Newroz», asegura Buldan. Pero los kurdos sufren la incomodidad que produce el Estado en Kurdistán Norte. En el Newroz están esas fuerzas de seguridad que campan por la ciudad como visires. El número ronda los 7.000. En la entrada hay al menos tres controles de seguridad. Los policías no son amables. Además, no se pueden introducir cámaras, bolígrafos o mecheros. ¿Por qué? La única respuesta lógica es para incomodar a los asistentes. Este año tampoco hay parrillas ni dejan entrar a los vendedores de comida ambulante. Conseguir agua es complicado. Hace mucho calor. El sol pega con fuerza y apenas hay árboles en el parque. Pese a ello, el público, feliz, canta, baila y corea consignas en apoyo al movimiento kurdo. «Biji Berxwedana Efrine» (Larga vida a la resistencia en Afrin) y «Biji Serok Apo» (Larga vida al líder Apo) son las más recurrentes. Siempre que se pronuncia el nombre de Öcalan el júbilo estalla. También con Afrin. Y con los antiguos colíderes del HDP, Selahattin Demirtas y Figen Yüksekdag.

En Diyarbakir, al igual que en las celebraciones de Estambul y otras ciudades, ayer era un día para olvidar las desgracias que siempre encuentran culpables en el pueblo kurdo. Hubo menos público que en otras ediciones, pero, teniendo en cuenta la atmósfera represiva, el apoyo fue masivo. Al final se produjeron tibios enfrentamientos entre grupos de jóvenes y la Policía. Ahmet Türk clausuró el año nuevo kurdo antes de lo esperado. Al menos el oficial, porque la gente siguió en esa explanada en la que recordaron a los políticos encarcelados, encendieron la hoguera que marca la tradición y guardaron un minuto de silencio por Afrin, una causa tan importante para el pueblo kurdo que llegado a eclipsar a Öcalan.

 

matanza del isis en el año nuevo persa en kabul

Al menos 32 personas murieron y otras 52 resultaron heridas ayer en el oeste de Kabul como consecuencia de un atentado suicida reivindicado por Provincia del Jorasán, la filial afgana del Estado Islámico, coincidiendo con la celebración del Nouruz, el Año Nuevo persa. El ataque lo perpetró un kamikaze en un momento en el que se estaban congregando decenas de personas para la celebración del Nouruz, un día festivo en el que los afganos aprovechan para almorzar en parques y lugares públicos o unirse a las celebraciones en templos y mezquitas. Al filo del mediodía, un grupo de personas, en su mayoría jóvenes que caminaban por una avenida entre la Universidad de Kabul y el Hospital Aliabad para unirse a las celebraciones en un templo cercano, se vieron sorprendidas por un atacante suicida que se lanzó contra ellos y se inmoló. Las víctimas trataban de llegar al templo Kart-e-Sakhi, frecuentado sobre todo por chiíes y miembros de la minoría hazara que son blanco frecuente de ataques de los yihadistas, que les consideran «infieles».GARA