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«De haber sido posible hacer el acto de Kanbo en el sur yo habría ido»

El presidente de la Mancomunidad Vasca ha hecho balance, a través de una entrevista concedida a Mediabask, del encuentro internacional que actó, el 4 de mayo en Kanbo, la disolución de ETA. Jean-René Etchegaray evita polemizar con el lehendakari Iñigo Urkullu, con quien espera encontrarse pronto y apela a la implicación de los estados.


Entrevistado por la periodista Goizeder Taberna, el presidente de la Mancomunidad Vasca, Jean-René Etchegaray, hace un balance positivo del acto desarrollado en la villa Arnaga de Kanbo y no duda en afirmar que la «desaparición de ETA cambia los parámetros» de la situación.

Según estima, ese encuentro «tuvo un indudable sentido simbólico, como lo demuestra el hecho de que una buena parte de las formaciones políticas del Estado español saludaran el nuevo hito en el proceso de paz», aunque añade que el valor de esa cita «va más allá», ya que la reunión en la villa Arnaga «fue una forma de actar la nueva situación, y de dar visibilidad a la acción desarrollada por la sociedad, los electos y la comunidad internacional», desde la Conferencia de Aiete, en 2011.

Etchegaray atribuye otra virtud a ese encuentro, a la vista de los retos a venir, en materia de presos, víctimas y de construcción de la convivencia, y señala que «cada cierto tiempo se hace necesario verificar que mantenemos la misma sintonía».

No parece, sin embargo, que esas potencialidades fueran comprendidas por todos, a tenor de las ausencias en Kanbo. Etchegaray prefiere hacer hincapié en la visibilidad de que dotó al encuentro la presencia de «un número destacado» de personalidades internacionales y, aunque lamenta que no estuvieran ni los estados ni los gobiernos de Iruñea y Gasteiz, evita «hacer un juicio» sobre sus motivos, y prefiere dejar sentada su «confianza» porque «las líneas, evidentemente, se han movido».

Sin reproches

Cabe remarcar el tono conciliador que emplea, en todo momento, el presidente de la Mancomunidad Vasca, quien afirma que «siempre he sido consciente de que la percepción que tenemos aquí no es la misma que la que tienen en el sur».

Pese a ello, no oculta una cierta decepción, que se transforma en clara incomprensión respecto a algunas críticas recibidas.

«Se me hace duro que se me acuse de no mostrar aflicción ante las víctimas, es algo que no entra ni en mi naturaleza, ni en mi cultura y estoy tentado de decir que tampoco forma parte de mi religión», confiesa, para estimar que esas diferencias de percepción entre el norte y el sur no justifican que se cuestione su labor en el proceso de paz.

«No considero que mi labor sea atentatoria respecto al deber de memoria hacia las víctimas», subraya, y mantiene, por ello, su propia lectura, también respecto a los últimos pronunciamientos de ETA respecto al dolor causado y al final de su ciclo.

«Todas las víctimas, estén o no implicadas en la acción política, son igualmente respetables», avanza, y apostilla que «aunque no creo que ETA haya querido mantener una visión reduccionista, si fuera ese el caso, yo creo que hay que dirigirse siempre al conjunto de las víctimas, sin hacer exclusiones».

El escenario

Las alusiones a la supuesta falta de sensibilidad del también alcalde de Baiona hacia las víctimas se aderezaron, en el caso del lehendakari Iñigo Urkullu, con un cuestionamiento abierto sobre el escenario de la conferencia que actó el final de ETA y un indisimulado malestar por una supuesta usurpación de cargo que, Etchegaray, desmonta de inmediato. «Que un cierto número de ciudadanos y de periodistas empleen el término lehendakari para referirse a mi cargo no quiere decir que yo lo haya pedido ni pretendido, yo siempre me presento como presidente de la Mancomunidad Vasca», aclara.

Sin ocultar que la corriente no fluye entre Baiona y Gasteiz –reconoce que sólo hay una relación indirecta entre ambas administraciones desde el desarme de ETA, el 8 de abril de 2017– expresa su deseo de «mantener un encuentro lo antes posible con el lehendakari».

Desactivada esa polémica artificial, se detiene a razonar sobre el por qué de celebrar el encuentro internacional en Kanbo y no en el sur de Euskal Herria.

Sin ambages declara que, transcurridos siete años de la Declaración de Aiete, un tiempo marcado por un intenso trabajo «para hacer avanzar» las cuestiones pendientes, «la sociedad civil y los electos del norte del país consideramos que era urgente abordar una solución».

Es taxativo al afirmar que «de haber tenido que esperar a que el sur acogiera un acto como el de Arnaga habría habido que alargar todavía más los tiempos». Y concluye: «Me habría gustado que se hubiera podido hacer allí y, de haber sido así, yo habría ido, sin reserva alguna».