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Cuando «colaborar con el enemigo sí es posible sin ser un traidor»

El proceso de paz con las FARC y la implementación de los acuerdos han generado fotografías impensables en tiempos de guerra, como la del exmiembro del secretariado Pablo Catatumbo estrechando la mano del exjefe paramilitar «El Alemán». Imágenes que demuestran que «sí se puede colaborar con el enemigo».


En octubre de 2017, los asistentes al foro «Verdad y justicia, claves para la reconciliación» celebrado en la sede de la Universidad Javeriana de Cali fueron testigos de un histórico apretón de manos, totalmente impensable hace pocos años. Sobre la tarima, el exmiembro del Secretariado de las FARC-EP y negociador Pablo Catatumbo y el exjefe paramilitar Freddy Rendón, alias «El Alemán», líder de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en el Urabá, se dieron la mano en presencia de víctimas de las FARC y las AUC.

Manuel Ramiro, director de Estudios en la Universidad Javeriana de Cali, fue uno de los artífices de este insólito encuentro, preparado en el más absoluto secretismo porque «el éxito de este tipo de iniciativas de reconciliación está precisamente en la discreción. Para preparar esos espacios públicos es necesario tener muchos espacios confidenciales y privados. Entre menos visibles sean, más exitosos resultan estos ejercicios y procesos de sanación», destacó Ramiro en la conferencia organizada por Agirre Lehendakaria Center en Tabakalera bajo el titulo de «Colaborar con el enemigo».

En la misma estuvieron Alejandro Toro, director de la Fundación Avanza Colombia; Adam Kahane, mediador y facilitador en procesos de paz y autor del libro “Colaborar con el enemigo”, cuyo prólogo está escrito por el presidente colombiano, Juan Manuel Santos; Paul Rios, excoordinador de Lokarri y promotor de la Conferencia de Aiete, y Maribel Vaquero, directora de Derechos Humanos de la Diputación de Gipuzkoa.

Otra foto: La del también exnegociador de las FARC Rodrigo Granda, el gestor de paz del ELN en la actual mesa de conversaciones Eduardo Martínez, el negociador en el proceso entre el Gobierno y el EPL Jaime Fajardo, el exguerrillero del M-19 Luis Guillermo Pardo, y el ideólogo de las AUC Ernesto Báez.

Todos ellos coincidieron en el congreso «Para no volver a la guerra» celebrado en abril de este año en Medellín. A su término, Granda y Báez se abrazaron como gesto de reconciliación.

«Aunque el acto final de este encuentro en Medellín fue mediático, estuvimos tres meses trabajando en silencio para poder materializarlo. Y antes de que salieran al escenario, entre bambalinas, se respiraba un tenso aire, ni siquiera se quisieron saludar. Pero en el momento en que se sientan y empiezan a contarse las historias, se dan cuenta de las coincidencias que todos ellos comparten en lo malo y en lo bueno», relató Toro, impulsor de esta iniciativa.

En opinión de Ramiro, «el gran reto de la sociedad civil es propiciar este tipo de encuentros. En la medida en que estratégicamente y simbólicamente podamos demostrar que los enemigos se encuentran y empiecen a trabajar juntos en la reconstrucción de zonas que destruyó la guerra, seguramente ese mensaje llegará a ese conjunto de la sociedad que no vivió la guerra, que todavía es indiferente y no acepta la paz».

«En la Javeriana vimos que la Universidad como institución tenía que jugársela en el fin del conflicto. Un grupo de académicos salieron a la montaña, a los puntos de preagrupamiento, anteriores a las Zonas Veredales Transitorias de Normalización, para formar a los guerrilleros en temas de paz. Los compañeros nos decían que era la primera vez que asistían a una escuela de paz y no de guerra. Después de la dejación de armas, el curso pasó a la Universidad. Quisimos que al primer acto de graduación de los exguerrilleros acudieran como invitados especiales la élite social y económica de Cali», explicó Ramiro.

Cita en Loiola o Gernika

Aprovechando el ambiente íntimo de la sala, dio una «primicia». «Ahora estamos en un diálogo más de fondo, del cual no puedo ofrecer muchos detalles por su carácter confidencial. Hemos realizado ya tres talleres con sus días y sus noches con personas que no se imaginarían que pudieran estar juntas. Hay miembros del Centro Democrático, de las FARC-EP, de las élites económicas de la región, los principales líderes afro, indígenas y campesinos. Los hemos convocado no para que se reconcilien ni para hacer un balance histórico de la violencia, sino para que juntos reconstruyamos dos de las regiones más sacudidas por el conflicto. En medio de la polarización electoral más grande que ha vivido el país, hemos logrado conformar el grupo», celebró el director de Estudios de la Javeriana en Cali.

Esta experiencia, aún no pública, será presentada en el plano de «un mes o mes y medio» en Nueva York y, probablemente, también en el Santuario de Loiola o Gernika. «Ambos serían excelentes escenarios simbólicos para dar a conocer ese ejercicio. Curiosamente tenemos que presentarlo fuera de Colombia dada la gran polarización que vivimos en el país», manifestó. Agradeció «la solidaridad del País Vasco y su acompañamiento de años a la construcción de la paz en Colombia».

«Son las víctimas de todos los lugares de Colombia las que nos han dado una gran lección. Aunque quienes apostamos por acompañar los acuerdos paz perdimos en el plebiscito, seguimos trabajando porque el 80% de las zonas donde están las víctimas dijeron que sí, que están dispuestas a pasar la página y ese mensaje nos lleva a seguir trabajando en las ciudades, donde se toman las grandes decisiones y donde también se da una desconexión con los territorios. La primicia que nos ha dado el profesor Ramiro es un mensaje esperanzador. Estamos colaborando con el enemigo», incidió Toro. «Es posible la colaboración con el enemigo sin que seamos traidores», añadió Ramiro.

Kahane, quien lleva 25 años colaborando en la construcción de escenarios de resolución de conflictos, comenzó su exposición mostrando una foto de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala en setiembre de 2014.

En noviembre de ese mismo año, una investigación periodística reveló la compra por parte de la primera dama, Angélica Rivera, de una exclusiva mansión a un empresario contratista del Gobierno.

«La desaparición de los estudiantes y las denuncias de corrupción generaron multitudinarias protestas. Un grupo de agentes civiles hizo algo extraordinario para México; convocaron a diferentes líderes de la sociedad mexicana –políticos, académicos, periodistas, sindicalistas, altos mandos militares, activistas, religiosos, ejecutivos...– para abordar la situación de inseguridad. Se trataba de un heterogéneo grupo con diferentes ideologías y trayectorias. Unos y otros recelaban entre sí. En noviembre de 2015 hicieron un primer taller en un tranquilo hotel de Cuernavaca. Recuerdo sus rostros de desconfianza conforme iban llegando a la recepción», señaló Kahane. «Pero pese a las enormes diferencias y a que se veían como enemigos, coincidían en que ‘otro México es posible’. Para el segundo día del taller descubrieron para su sorpresa que tenían puntos en común y empezaron a creer que juntos podrían lograr cambios. Más de dos años después siguen trabajando».

La transexual y el obispo

Como en Colombia, esta iniciativa generó intercambios nunca antes imaginados. «En uno de los talleres se pidió a los participantes que eligieran a otra persona para dar un paseo en pareja. En el mismo había una mujer transexual que trabajaba para las autoridades electorales. Tenía sobre sus espaldas una dura vida. Todos nos fijamos en ella. Para sorpresa de todos, ella eligió al arzobispo. Fue, en palabras suyas, un paseo muy difícil pero a la vez liberador. Todo el mundo puede ser auténtico; ella pudo expresarse sin esconder nada. ¡Cómo serían las cosas si la gente pudiera comportarse naturalmente en una convivencia armoniosa!», subrayó.

Tomando como referencia su prolongada trayectoria como mediador y facilitador, advirtió que «la colaboración convencional no funciona. En situaciones complejas y difíciles tenemos que abandonar la fantasía de buscar consensos. Con frecuencia escuchamos que ‘hay que buscar consensos’ y que los demás, no nosotros, tienen que cambiar. Pero no podemos controlar las diferentes perspectivas e intereses ni lo que hacen los demás en situaciones complejas. El enfoque convencional del concepto ‘colaboración’ no nos sirve. Tenemos que salir de nuestra zona de confort, estirarnos como un elástico y trabajar con el conflicto,», remarcó.

«Necesitamos símbolos pero en estos largos años he descubierto que los héroes y heroínas de la reconciliación son las personas de a pie que se acercan a su enemigo. A eso le llamo la ‘cartografía de la reconciliación’. Ahí hay una fuerza moral y espiritual muy grande que muestra nuestra capacidad de pasar página», concluyó.