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Así es un día debajo de las faldas de Braulia y Toko-Toko

La comparsa es uno de los elementos centrales de los sanfermines. Cada día, cientos de niños de la mano de sus padres y abuelos acuden a ver a los gigantes cabezudos, kilikis y zaldikos que, acompañados de gaiteros y txistularis, animan las fiestas desde la mañana.


Los miembros de la Comparsa quedan a las nueve en la estación de autobuses. «Los porteadores son pasajeros, la figura es lo importante y lo que permanece», explica Enaut Andueza, bailador de Braulia, la giganta americana que, junto con su compañero Toko-Toko, protagonizan el cartel de los sanfermines de este año, dibujado por Adriana Eransus. Un total de 105 personas conforman el equipo que da vida a gigantes, cabezudos, kilikis y zaldikos. No siempre se movilizan todos. En cada salida son 66 comparseros y 25 figuras (6 kilikis, 6 zaldikos, 5 cabezudos y 8 gigantes).

Como cada 9 de julio, la Comparsa se dirige desde la estación hacia la Casa de la Misericordia, donde los mayores esperan entusiasmados en la calle. Allá se realiza una parada para que sus integrantes visiten a aquellos ancianos que, por problemas de movilidad, no pueden bajar a recibirlos. Mientras, los kilikis y zaldikos corren tras los más pequeños y los no tan pequeños, pues algún anciano se ha llevado también un par de porrazos.

«Esto es como el encierro», comenta un padre cuando casi es atropellado por un gigante que bailaba el pasacalles en el estrecho pasaje de D. Francisco Seminario. Estos pasacalles son libres. «Cada uno demuestra en ellos su habilidad y destreza», aclara Andueza. Sin embargo, los gigantes disponen de 18 coreografías que ensayan unas 30 veces a partir de Semana Santa. Andoni Herrera, portador de Josemiguelerico, Rey Europeo, detalla que se suelen ejecutar una media de 12 bailes en un día de sanfermines.

Hubo un tiempo en el que todos los bailes eran improvisados, pero a partir de los años 90 comenzaron a realizar coreografías. Andueza cuenta que la idea de ensayar los bailes nació cuando los porteadores de gigantes descubrieron que «bailaban mejor frente a los espejos de los escaparates de la calle Mayor».

«Cualquiera puede llevar un gigante pero bailar es otra cosa», aclara Andueza. Para hacer danzar esa mole hace falta «estar preparado físicamente, tener oído y mucha coordinación».

Antes de parar a almorzar en la plaza de San Francisco, los gigantes europeos (Josemiguelerico y Joshepamunda), asiáticos (Sidi abd El Mohame y Esther Arata), africanos (Selim-pia Elcalzao y Larancha-la) y americanos bailan frente a frente, mientras los txistularis y gaiteros tocan la canción “Aitor”. «Tiene un mérito tremendo bailar con tanto peso y tanta gente alrededor», afirma Mikel Oña, padre que acude «todos los días» a seguir el recorrido. Los gigantes pesan una media de 60 kilos, que se suman al peso del propio porteador que, según Andueza, es un factor «muy a tener en cuenta». Los altísimos ingenios miden entre 3,85 y 3,90 metros (unos 4,20, sobre el bailador).

Tal y como explica Andueza, la diferencia entre llevar a un rey o a una reina es «mínima». Pero con el tiempo, por el «gesto» de cada uno, se le suele asignar una figura a cada porteador. Andueza, que lleva en la comparsa desde el año 2000, heredó de su padre a Braulia, pues los integrantes con más antigüedad tuvieron el detalle de cederle dicha figura. Sin embargo, no todos los miembros tienen asignado un rol: existe un sistema de porteadores habituales y el resto va cambiando.

Después de un buen almuerzo y un parón de media hora, la comparsa retoma el segundo turno para acabar en el Palacio de Ezpeleta, después de pasar por la Plaza del Castillo, paseo Sarasate y calle Mayor. Cada gigante lo llevan tres personas, mientras que los zaldikos, cabezudos y kilikis se van intercambiando entre dos miembros. Aunque este año Toko-toko y Braulia hayan acaparado el protagonismo, tal y como ocurrió hace unos años con el kiliki Caravinagre, «todos los integrantes son igual de importantes», explica Andueza.

Comparsa para rato

Andueza cree que, desde los últimos quince años, la Comparsa se encuentra en un momento de auge. El porteador aclara que «es un espectáculo de calle que solo se puede vivir en Iruñea», ya que es diferente al resto de comparsas de otros sitos, especialmente por las «figuras originales». Se trata de efigies de cartón piedra creadas por el pintor Tadeo Amorena en 1860 y la propia comparsa se encarga de la restauración.

Cada año gente más joven quiere sumarse a la Comparsa y cuentan que aunque los niños son los que más disfrutan, también muchos adultos acuden a ver a su gigante favorito.