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Si se quiere, se puede


El mapa de los gaztetxes de Nafarroa ofrece una perspectiva interesante. Entre otras cosas, demuestra que si movimientos juveniles e instituciones gobernadas por fuerzas del cambio quieren llegar a acuerdos, pueden. No siempre es fácil: los ritmos de las instituciones y los de los movimientos populares son diferentes y a veces las relaciones se complican. Por otro lado, la cesión de un local implica la aceptación de condiciones por parte del movimiento juvenil.

En el caso de Iruñea, con la llegada del cambio llegó la disposición del Ayuntamiento para entenderse con los barrios, una actitud radicalmente diferente al anterior equipo de gobierno (UPN). La situación era nueva y por parte del movimiento popular ha existido un lógico desconocimiento de las instituciones, su funcionamiento y sus ritmos. Esto ha creado malentendidos, ansiedades y tensiones que en algún caso no se han sabido gestionar. Aun así, proyectos que trascienden el ámbito juvenil como Piparrika, Antzara, Plazara o Geltoki han sido posibles gracias a la colaboración entre iniciativas populares y Ayuntamiento.

No existe un modelo único de gaztetxe, ya que las dinámicas y necesidades de los movimientos juveniles son muy diversas. Tampoco hay una vía mágica para llegar a entendimientos, más allá del diálogo, el respeto mutuo y la perseverancia. Las contradicciones son parte de los procesos participativos, y la tensión creativa a veces es necesaria para acelerarlos. Lograr un entendimiento implica aceptar requisitos, pero ofrece estabilidad a los movimientos juveniles, que pueden centrarse en el desarrollo de sus proyectos sin que la defensa del local o su carencia los condicione. Y además acerca a la calle y las instituciones, ámbitos de actuación que deben trabajar codo con codo en la profundización del cambio político de mayo del 2015.