INFO

La vida en los márgenes

Iratxe Fresneda

Ayer dejaba escrito aquí que finalizar una película es, en sí, un premio. El trabajo de un cineasta, aunque no lo parezca, como todos los oficios que requieran plena dedicación, consume, doy fe. No sé si recomendaría probarlo, porque crea adicción y le lleva a una por el mal camino. Cierto es que también he visto a mi padre consumido por su trabajo como mecánico (uno de los múltiples que tuvo) bajo la lluvia, de madrugada…

Me acuerdo siempre de lo que dijo Woody Allen en una de sus mejores películas “Premios, premios, premios… ¡El mejor dictador fascista, Adolf Hitler!”. Si, son absurdos, las películas son, en la mayoría de los casos, difícilmente comparables entre sí, y los galardones dependen y mucho, de la mirada del que “las juzga”. Pero que una película valiente, arriesgada en sus procesos y convicciones reciba un premio a su resultado, me parece indiscutible, a pesar de que muchas otras cintas también merezcan reconocimientos.

‘Oreina’, de Koldo Almandoz, ha recibido el premio Irizar al cine vasco, no parecía fácil teniendo en cuenta la gran cantidad de producciones vascas que este año participaban en Zinemaldia. Su película es un bello acercamiento a uno de esos ecosistemas humanos y animales que existen en los márgenes y su forma de retratar transmite algo de esa realidad mágica y anodina que envuelve las pequeñas historias.

La Concha de Oro este año recae en ‘Entre dos aguas’, de Isaki Lacuesta, sin lugar a dudas en el artefacto cinematográfico más cercano a lo que debe ofrecernos el cine en el siglo XXI; la emoción, el riesgo y la exploración de lo real como propuesta. En este retrato de una generación surgida de su anterior ‘La leyenda del tiempo’, el de Girona muestra una madurez creativa indiscutible. Ambas obras, la de Almandoz y la de Lacuesta, parten de las historias del día a día de los que no habitan las alfombras rojas y los palacios. Los suyos son personajes que sueñan con irse a China o a Barcelona como «destinos» de oportunidades, en busca de «eso» que sus lugares de origen no les proporcionan.

Las búsquedas de ambos cineastas, podrían definir la identidad que distinga al Festival Internacional de Cine de Donostia de otros festivales, una identidad que salga a los márgenes a buscar su selección, que salga de la zona de confort y que busque un poco de conflicto.