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Un pueblo dispuesto a superar miedos


Recordar el 1 de octubre de 2017 le supone a una revivir emociones dispares, muchas de ellas bellas y que quedan grabadas para siempre. Desde la tensión al orgullo, en un baile de sonrisas y lágrimas. Lo primero que me llamó la atención al llegar a Barcelona junto a mis compañeros fue el ánimo de la gente, su determinación por llegar hasta el final en el camino para decidir su futuro como pueblo. Había algo mágico, estaban convencidos de que era posible.

Miles de voluntarios trabajaban en la organización del referéndum y no dejaban ni por un segundo escapar un atisbo de cansancio, aunque viendo el transcurso de los acontecimiento es humanamente imposible pensar que no lo hubiera. Cada día previo al 1-O fue una muestra de superación ante los embates del Estado español. Y lo hicieron sonrientes y cazuela en mano.

En su estrategia de la negación, desde Madrid repitieron hasta la saciedad que el 1 de octubre no habría urnas; incluso después trataron de negar que hubo referéndum. Pero la realidad es testaruda, y por lo que vimos también lo es el pueblo catalán. Aquel domingo lluvioso las urnas llegaron a los colegios y cientos de miles de personas fueron a votar. Lo hicieron dando una lección magistral de astucia y autoorganización. También de decencia frente a quienes respondieron a patadas y porrazos ante aquello que no se atreven a confrontar democráticamente.

Uno de los momentos más especiales vividos aquel día en Barcelona fue la llegada de una anciana papeleta en mano, junto a una joven acompañante, y ver cómo esperaba impaciente hasta que el sistema informático bloqueado por la Guardia Civil volvía a funcionar para poder depositar su voto. Gesto que hizo con alegría y un «ya está, por fin» que daba cuenta de lo anhelado del momento. A pocos metros aguardaban sentados varios hombres y mujeres que vivieron en su propia piel la dictadura franquista y no pudieron evitar hacer la analogía con el momento. Perseverantes, también ellos lograron votar.

Al volver a ver estos días las imágenes que dejó el 1-O, en el que el Gobierno español volvió a quedar retratado en su profundo carácter opresivo, pienso en todas aquellas personas que lo hicieron posible. Sabían que era mucho lo que se jugaban y quizá no sospechaban hasta dónde era capaz de llegar el Estado. Con todo, su respuesta fue ejemplar y pacífica. Aquel día se presentó ante el mundo un pueblo capaz de superar miedos. Miedo a desobedecer, miedo a la represión... No fue fácil, no lo está siendo y nadie dice que lo vaya a ser. Pero recuerden, el 1-O fueron artesanos y protagonistas de algo muy grande.