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Cambian las caras, caen las caretas


Aun sabiendo que hoy día los escenarios políticos cambian a velocidad de vértigo, llama mucho la atención que la anterior reunión solemne en Moncloa entre un presidente español y una navarra fuera hace ya más de seis años. Y que la protagonizaran Mariano Rajoy y Yolanda Barcina, dos cadáveres políticos en este Día de Difuntos de 2018. En aquel tiempo todo parecía atado y bien atado para los contertulios, y más en Iruñea que en Madrid, donde la derecha se había tornado régimen y no precisaba siquiera las alternancias puntuales de Moncloa. Ninguno de los dos intuía que su caída se vería precipitada por dos vicios comunes: la corrupción en sus entornos y la prepotencia política y personal. Tampoco Pedro Sánchez ni Uxue Barkos, en aquel tiempo dos simples parlamentarios con buena prensa pero escasa incidencia, soñarían tener hoy estas responsabilidades.

Pero más significativo que el cambio de caras es la caída de caretas. Superado el berrinche de Génova por la decisión de UPN de finiquitar la fusión con el PP en 2008, cuando Rajoy tomó el poder tres años después las aguas ya habían vuelto a su cauce. Si efectivamente eran dos partidos hermanos, la situación era ideal para que el Gobierno Barcina lo hubiera rentabilizado en una época en que las necesidades sociales eran acuciantes. Sin embargo, el titular de aquella reunión de 2012 fue que Rajoy felicitó a la presidenta navarra por haber logrado que su comunidad redujera el déficit público más que ninguna otra. Dos años antes, Miguel Sanz ya se había dejado engañar por José Blanco, ministro de Fomento de Zapatero, adelantando el dinero para el TAV y cargando todos los intereses del crédito a las arcas navarras. Otras cosas se sabrían más tarde, como la desastrosa gestión del Convenio Económico o la chapuza del IVA de VW. Y sobra decir que la demanda de la competencia de Tráfico estaba bien guardada en el cajón: ¿Iba a hacer UPN tal feo a la Guardia Civil?

Política y personalmente Barcina y Rajoy estaban mucho más cerca entre sí que Barkos y Sánchez, al fin y al cabo representantes de un partido que gobierna y de otro que está en la oposición en Nafarroa. Pero es más; pocas cosas había más distantes que el cuatripartito de cambio navarro y el anterior Ejecutivo español del PP, e incluso en ese escenario el Gobierno Barkos ha logrado recuperar –Aranburu frente a Montoro– 215 millones del desfase del Convenio y –Aierdi ante De la Serna– los 45 que Madrid aún le debía por aquel penoso acuerdo de financiación del TAV. Que en los últimos años el líder de UPN, Javier Esparza, se haya reunido con Rajoy más que Barkos para intentar aparentar que gobernaba en la sombra solo añade la guinda al esperpento.