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Trump sacrifica a los kurdos en el altar de su «real (geo)politik»

Con su anuncio, el presidente cumple otra promesa electoral, se congracia con Turquía y suelta lastre en un contexto en el que Rusia se confirma como la gran vencedora. Y lo hace a costa de los kurdos que, pese a ser la punta de lanza contra el ISIS, se ven obligados a negociar a la baja con Moscú y Damasco ante la amenaza de una ofensiva militar turca.


Con su decisión de retirar las tropas estadounidenses de Siria, Trump cumple una de sus promesas electorales (Obama no pudo hacerlo respecto a Irak y a Afganistán) y da un puñetazo en la mesa ante los generales del Pentágono, a los que en abril concedió una prórroga de seis meses para «terminar la misión contra el Estado Islámico».

En el ecuador de su (primer) mandato, el inquilino de la Casa Blanca abona al electorado decididamente aislacionista, y lo hace apelando, desde su sempiterna óptica empresarial, al bolsillo y al egoísmo, al propio y al ajeno. «¿Quiere EEUU ser el gendarme de Oriente Medio, recibiendo NADA pero gastando vidas apreciadas y billones de dólares protegiendo a otros que, en la mayoría de los casos, no aprecian lo que hacemos?». Un sucinto pero perfecto resumen de su política exterior ideal.

Lo que no quiere decir que Trump no vele por los intereses imperiales de EEUU. Su decisión se hizo pública escasos días después de que conversara con Erdogan tras las amenazas de este de lanzar una ofensiva contra los kurdos y cuando la alianza estratégica de Washington con Ryad atraviesa una grave crisis tras el caso Kashoggi, y que solo podría saldarse con el sacrificio del hombre fuerte saudí, Mohamed bin Salman (MbS).

EEUU trata de cerrar las heridas de su relación con Turquía (misiles Patriot contra S-400 rusos). Poco importa, en este sentido, traicionar a los kurdos, atrapados entre la espada de Erdogan y la pared de Damasco y obligados a negociar a la baja (adiós al experimento de autonomía democrática y armada de Rojava) ante la amenaza de Rusia, que ya les dejó a merced de los turcos en Afrin.

Una Rusia que, en la boca de Putin, no oculta su sonrisa de satisfacción pero que, escaldada tras varios casos en los que el establishment americano (también el militar) había logrado atar en corto a Trump, airea sus dudas sobre la efectiva retirada estadounidense de Siria.

Esta vez parece que el magnate va en serio y todo apunta a que no solo retirará sus tropas sino que pondrá fin a su campaña de bombardeos que, sin obviar su afección a civiles, ha sido hasta ahora vital para expulsar al ISIS de sus bastiones.

Trump grita victoria sobre el ISIS como hizo su antecesor George W. Bush en 2004 al anunciar el fin de la guerra en Irak.

Cuando los analistas advierten de que los yihadistas están lejos de haber sido derrotados y que están mutando y pasando a una fase postcalifato de células y grupos durmientes preparando el terreno para una futura nueva insurrección. Los crecientes atentados y las ofensivas yihadistas contra localidades de las que en su día fueron desalojados son solo prolegómenos de lo que puede volver.

Pero mienten los generales estadounidenses cuando justifican la permanencia en Siria en nombre de la lucha contra el ISIS. Como han mentido todos los agentes que operan sobre el terreno, y que no han dudado en utilizar a conveniencia al ISIS como excusa o como ariete.

Está en juego la pugna geopolítica en torno a Oriente Medio. Consciente de que la siria es una batalla perdida desde que Obama renunció en 2013 a destronar al clan Al-Assad tras la «línea roja» del ataque químico en Ghuta, Trump suelta lastre, certifica la victoria de Rusia y responde a sus «aliados» británico y francés que sean ellos los que carguen con el peso.

Israel asiste preocupado a esta decisión, aunque seguro que reconfirmado como la gran pica de EEUU en el mundo árabe.

Mientras, Turquía e Irán –Erdogan y su homólogo Rohani se reunieron ayer– se frotan las manos en espera de los beneficios del reparto. ¿Permitirá Rusia que Turquía cumpla su sueño de ampliar a Kobane y Jazeera su actual zona tapón en el tercer cantón kurdo de Afrin y en la zona de Al Bab? ¿A cambio de la provincia rebelde de Idleb, eterna amenaza al feudo del régimen alauí en Lataquia?

¿Permitirá Israel, y por ende Rusia y sobre todo EEUU –que permanece en Irak– que Irán consolide su presencia en Siria?

Muchas preguntas y una sola certidumbre. Los kurdos han sido traicionados. Otra vez.