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Llega a Brasil la hora de la verdad con la investidura de Bolsonaro

Brasil se enfrenta a la hora de la verdad con la investidura, mañana en Brasilia, del presidente electo, el ultraderechista Jair Bolsonaro, que puede llevar de vuelta al gigante sudamericano, a una de sus etapas más oscuras. Con un sistema antimisiles, aviones de combate y un riguroso control terrestre, además de autorización de Michel Temer a derribar cualquier aeronave «hostil», la ceremonia contará con un esquema de seguridad extremo.


Caravanas de simpatizantes del presidente electo de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro, comenzaron a llegar ayer a Brasilia para asistir mañana a su ceremonia de investidura, un acto que puede reunir a hasta 500.000 personas. Esperanzados con el «cambio» prometido por Bolsonaro, a quien perdonan su discurso machista, racista y homófobo, de hacer de Brasil un país sin corrupción, con empleo y seguridad para todos, pero también de muchos brasileños ya han llegado a la capital provenientes de diferentes lugares del país. La hora de la verdad, la de gobernar, llega ahora y los pronósticos, a la vista de discursos, perfil de los miembros de su equipo y los avances de las políticas que quiere aplicar, no son nada halagüeños.

El exmilitar, de 63 años, llega con una legitimidad conferida por una clara victoria en las urnas y con un paisaje político devastado por cuatro años de escándalos de corrupción, de crisis económica y de auge de la criminalidad. Y en un contexto en el que la izquierda está dividida y los partidos de derecha y centroderecha quedaron reducidos a fuerzas inexpresivas.

El Partido Social Liberal (PSL) del mandatario, con apenas 52 escaños de un total de 513, será la segunda bancada de una fragmentada Cámara de Diputados.

Para asegurar la gobernabilidad, deberá mantener la convergencia de los lobbies transpartidarios que le dieron un apoyo clave en la campaña: los grandes productores agrícolas, las ultraconservadoras iglesias pentecostales y los defensores de la flexibilización de la tenencia de armas. También obtuvo el respaldo del mundo de los negocios, seducido por sus promesas de recortes fiscales y privatizaciones.

La tarea se anuncia compleja. La reforma del régimen de jubilaciones, considerada esencial por su equipo económico, encuentra resistencias entre sus propios aliados. Y el acercamiento con Israel es visto con desconfianza por los exportadores de carne, que temen represalias comerciales de los países árabes.

Desde las elecciones, Bolsonaro a tenido que dar marcha atrás o dejar en suspenso algunas de sus promesas, sin dar señales de por dónde arrancará.

Dos de sus pocos anuncios concretos fue la retirada de Brasil del Pacto Mundial de la ONU sobre Migración y el fin de la cooperación médica con Cuba, medidas aplaudidas por su electorado, movilizado por una virulenta campaña de ruptura con las ideas y legado del Partido de los Trabajadores (PT), que gobernó de 2003 a 2016.

Pero Bolsonaro aún no ha emitido señales de que pretende ser, como lo prometió ante la corte suprema el 10 de diciembre, «el presidente de los 210 millones de brasileños (…) sin distinción de origen, raza, sexo, color o religión».

«Crisis de gobernabilidad»

Rogério Bastos Arantes, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Sao Paulo (USP), afirma que si esas señales se hacen esperar demasiado, Brasil podría sumirse en una «crisis de gobernabilidad».

«Hay un escenario aún muy abierto, con un riesgo de invertir en un enemigo interno, que pude ser también externo", prosigue, recordando que Bolsonaro, alineado diplomáticamente con el estadounidense Donald Trump, multiplica las declaraciones hostiles contra Venezuela. «Inventar un enemigo externo para sostenerse interna- mente es una fórmula muy conocida», señala.

Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura militar, formó un equipo de 22 ministros, siete de ellos militares retirados.El Gobierno entrante reveló la semana pasada detalles de su plan de puesta en marcha de ese equipo dispar, en su mayor parte sin experiencia política, para sus primeros cien días, que pretende conmemorar con una ceremonia el 11 de abril.

El mundo se habrá hecho entonces, quizás, una idea de lo que es el Brasil de Bolsonaro.