Memoria, desmemoria, ascuas y sardinas
Todavía conmocionado por las noticias que llegaban de Madrid, el Parlamento Europeo propuso el mismo 11 de marzo de 2004 que esa fecha fuera declarada Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo, lo que fue aceptado semanas después por el Consejo Europeo sabiendo que la masacre había sido cometida por yihadistas y no por ETA, que es lo que, mintiendo, había trasladado el Gobierno Aznar a los organismos internacionales.
El 11 de marzo de 2010 el Congreso de los Diputados, a propuesta de su presidente, José Bono, decidió «por asentimiento» declarar el 27 de junio «el día de recuerdo y homenaje a las víctimas del terrorismo», Según explicó Bono, ese día, en 1960, ETA mató a su primera víctima, Begoña Urroz, una niña de 22 meses. También era mentira pero ¿qué más da?.
El 24 de mayo de 2010, el Gobierno de Patxi López, el Parlamento y las Juntas Generales del aparhetid, y Eudel declararon el 10 de noviembre Día de la Memoria en la CAV, por ser una fecha en la que no se había producido ninguna víctima. En los discursos, Jokin Bildarratz, entonces presidente de Eudel y hoy senador del PNV, recordó por su nombre a «las víctimas del terrorismo» de otros 24 de mayo y se le «olvidó» Mikel Markelanz, a quien en 1978 el BVE mató de dos tiros en la cabeza.
Por lo tanto, se puede ver que en la CAV hay hasta tres días dedicados a la memoria de víctimas del terrorismo y vulneraciones de derechos con la posibilidad de subrayar en cada da uno de ellos sus características específicas. Por eso, solo desde la intencionalidad política se puede entender que el lehendakari, Iñigo Urkullu, pasara por alto ayer hacer alguna mención al 11M, cuando se cumplían 15 años de aquellos atentados, y volviera a centrar el acto en un lema –«fue injusto»– que está sometido a disputa política y que fue introducido en el discurso del Gobierno cuando la izquierda abertzale dio otros pasos que se le habían pedido en materia de reconocimiento de las víctimas.
Como José María Aznar el 11 de marzo de 2004, hay quienes intentan obtener rédito político arrimando el ascua a su sardina, independientemente de la verdad.