Abu Bakr al-Bagdadi, de «califa» a prófugo en el desierto
Abu Bakr al-Bagdadi, el hombre más buscado del mundo, perdió su «califato», territorialmente tan grande como Reino Unido en su día, y se halla escondido en la actualidad en el desierto sirio, mientras que su Estado Islámico (ISIS) dicen los expertos que no es más que un puñado de células clandestinas.
Quien un día presidiera los destinos de siete millones de habitantes, en grandes extensiones de Siria y en casi un tercio de Irak, solo dirige hoy a tropas dispersas que ni siquiera pueden localizarle, aseguran los expertos.
EEUU ofrece 25 millones de dólares por la captura de Abu Bakr al-Bagdadi, el jefe yihadista de 47 años, cuya muerte se ha anunciado varias veces, sin poder ser confirmada nunca. Este iraquí resultó herido al menos una vez. Pero tras haber sobrevivido a varios ataques aéreos, hace honor a su apodo ahora más que nunca, "el fantasma".
«Solo está rodeado de tres personas: su hermano Jumuaa, mayor que él: su chófer y guardaespaldas, Abdelatif al-Juburi, a quien conoce desde la infancia, y su mensajero, Seud al-Kurdi», afirma a AFP Hisham al-Hashemi, especialista en movimientos yihadistas.
Juntos se encuentran en la región de la Badia, una zona desértica que se extiende desde el centro de Siria hasta la frontera iraquí.
Fue allí donde su hijo Hudayfah al-Badri fue abatido en julio, alcanzado por tres misiles rusos teledirigidos en la cueva donde se escondía, recuerda Al-Hashemi.
El portavoz de la alianza kurdo-árabe de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), Mustafa Bali, asegura no tener «informaciones sobre una presencia de al-Bagdadi en Siria». «No creemos que esté», declaró hace poco.
Una única aparición
Que se sepa, Al-Bagdadi solo ha hecho una única aparición pública, en julio de 2014, en la mezquita Al-Nuri de Mosul, la gran ciudad del norte iraquí, arrebatada en julio de 2017 al ISIS.
Desde entonces, se ha limitado a pronunciarse en grabaciones sonoras divulgadas por la propaganda de su organización. La última se remonta a agosto de 2018, ocho meses después de que Irak declarara haber ganado su guerra contra el ISIS. Ibrahim Awad al-Badri, su verdadero nombre, abandonó el silencio en el que se había recluido durante un año para instar a sus simpatizantes a continuar la yihad pese a las derrotas militares.
Según la periodista Sofia Amara, Al-Bagdadi ha tenido desde sus inicios «una visión bastante clara de adónde quería llegar y la organización que quería crear».
«Es un planificador secreto», apunta Amara, que realizó un documental sobre el recorrido de Al-Bagdadi. Y, aunque «dé la impresión de no ser un hombre brillante», es «paciente y trabajador».
Cuando era joven, Al-Bagdadi, gran aficionado al fútbol nacido en Samarra (norte de Bagdad) en 1971, en el seno de una familia pobre, soñaba con ser abogado o militar.
Sus notas escolares, insuficientes, y su visión deficiente lo forzaron a renunciar a ello. Al final, este padre de cinco hijos nacidos de dos matrimonios, estudió teología en Bagdad.
«Universidad de la yihad»
Tras haber creado, en el momento de la invasión estadounidense de 2003 un grupúsculo yihadista poco significativo, Abu Bakr al-Bagdadi fue detenido en febrero de 2004 y encarcelado en Bucca.
Esta inmensa prisión levantada por los estadounidenses en el extremo sur de Irak, donde estaban encerrados dignatarios derrocados del régimen de Saddam Hussein y de la nebulosa yihadista, fue apodada como «la universidad de la yihad».
Allí, poco a poco, «todo el mundo se dio cuenta de que ese tipo tímido era un fino estratega», afirma Amara.
Tras ser liberado en diciembre de 2004 por falta de pruebas, juró lealtad a Abu Musab al-Zarqawi, bajo la tutela de Al Qaeda, antes de convertirse en el hombre de confianza de su sucesor, Abu Omar al-Bagdadi.
Tomó el relevo en 2010 bajo el nombre de Abu Bakr al-Bagdadi, en referencia a Abu Bakr, primer califa sucesor del profeta Mahoma.
Incluyó en sus filas a exoficiales de Saddam Hussein, que lo ayudaron a transformar su organización en un verdadero ejército.
Rebautizado como Estado Islámico, su grupo suplantó a Al Qaeda, y sus éxitos militares y su cuidada propaganda terminaron atrayendo a miles de seguidores de todo el planeta.
Desde entonces, ha reivindicado, de forma más o menos oportuna, ataques cometidos en todo el mundo.