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Gurs recuerda los 80 años del campo de concentración por el que pasaron 6.500 vascos

Un acto institucional con participación de los gobiernos de Lakua e Iruñea, además del español, el francés y otros, ha recordado hoy los 80 años del campo de concentración de Gurs (Bearne), en el que malvivieron 6.500 vascos, de los que no todos sobrevivieron. 

Cementerio de fallecidos en el campo de Gurs. (Jean Michel ETCHECOLONEA | WIKIMEDIA)

Se le llamó «el campo de los vascos» y no era para menos. Según los últimos estudios, unos 6.500, en su inmensa mayoría exiliados desde el sur tras la victoria franquista, acabaron presos en Gurs, el campo de concentración implantado en el Bearne hace ahora justo 80 años. Un acto institucional lo ha recordado este domingo.

En él han participado representantes de los gobiernos de Gasteiz e Iruñea, como los consejeros Josu Erkoreka y Ana Ollo. Como ha recordado el primero en una nota, «la primera estación para aquellos exiliados fue la playa-campo de Argéles sur Mer, cerca de la frontera con Cataluña. Gracias a las gestiones realizadas por el Gobierno Vasco con las autoridades militares francesas, quienes procedían de Hegoalde pudieron agruparse en un espacio delimitado, propio, dentro del campo. Sin embargo, la estancia en Argelés fue transitoria. Las autoridades francesas decidieron distribuir a las y los refugiados en distintos campos, y así llegaron a Gurs a principios de abril de 1939».

«Lo que creían que iba a ser un campo de acogida mejor acondicionado, en la práctica resultó ser un campo de concentración mejor organizado. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial y tras la ocupación de Francia por parte de los nazis, allí trasladaron a miles de judías y judíos presos», continúa el mensaje del Gobierno de Lakua. En total, unas 60.000 personas de 52 países, de las que en 1942-43 casi 4.000 serían llevadas a Auschwitz.

«Se rompe el corazón»

Un libro del historiador navarro Josu Chueca, publicado en 2007, resume esta historia trágica, aportando datos como las gestiones de Telesforo de Monzón, entonces consejero del Gobierno Vasco en el exilio, para mejorar la situación de estos vascos que creían ir allí como refugiados pero en realidad eran presos en condiciones dantescas.

Uno de los testimonios que recoge el libro ‘‘Gurs, el campo vasco’’ (Txalaparta) es el del sacerdote Iñaki Azpiazu, que viajaba cada domingo allí para impartir misa, y lo contó así: «Si entraras en el campo, sentirías romperse el corazón. Verías caras anémicas y miradas tristes; vestidos rotos y pies desnudos; oirías quejas y no pocas protestas. Esta es la verdad. Creo que no pasarán del 2% los que tienen muda interior. La inmensa mayoría cubre sus carnes con un mal pantalón y una chaqueta vieja o una guerrera (…) Es horroroso ver a ancianos que padecen enfermedad, enfermos con paludismo, reuma, fiebres, etcétera,y constatar que junto a la buena voluntad de los médicos no existe ningún medicamento. Ni una sencilla purga, ni un bote de linimento. Ayer mismo tuve que hacer un esfuerzo para no llorar al ver tendido en una barranca, sin colchón ni manta, a un joven que sufría terriblemente con ataques de reumatismo articular».

El campo de Gurs se cerró en 1945, todos los barracones se destruyeron y hoy solo hay árboles y algunos símbolos de recuerdo en sus 80 hectáreas. El Gobierno navarro puso uno propio en un acto de recuerdo celebrado allí el 1 de octubre de 2017, con la lehendakari, Uxue Barkos, al frente y participación también de Iñigo Urkullu y del presidente de Aquitania, Alain Rousset. El Gobierno de Lakua había puesto el suyo una década antes. Se trata de una obra de Néstor Basterretxea. Y en el lugar también hay un retoño del árbol de Gernika.