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ERC y PSC se disputan la victoria a costa de comunes y exconvergentes

Aunque los sondeos han venido anunciando una victoria de ERC, el carro ganador de Pedro Sánchez puede hacer que el PSC deje a los republicanos con la miel en los labios. Ambos, en cualquier caso, basarían su crecimiento en el descenso de En Comú Podem y JxCat. Si las encuestas aciertan, claro.


La imagen, lo escribía entre otros Raimundo Fitero en estas páginas, es digna de una prueba de vida enviada por unos secuestradores; evoca el vídeo de un reo del ISIS. Pese al impacto inicial, las imágenes de los presos catalanes en rueda de prensa desde Soto del Real han pasado más o menos desapercibidas, pero pase lo que pase, son la imagen de la campaña. Quizá, y por desgracia, también la imagen de una época.

Adivinar cuál será su impacto, sin embargo, es más complicado. De saque, es un recordatorio de que, pese al ruido electoral, el juicio sigue. No es poco. A falta de estrategia compartida, el independentismo catalán se moviliza desde el 1-O a golpe de épica y reacción –ocurrió el 21D–, por lo que, a corto plazo, podría ayudar a mover el voto independentista. A medio y largo plazo, sin embargo, resulta más discutible. La foto de la cautividad puede filtrarse también en el subconsciente colectivo como aviso a navegantes. La imagen es dura. Los habíamos visto en el tribunal, pero la falsa ilusión de imparcialidad les devuelve en la sala de vistas la condición de ciudadanos de pleno derecho. Ahora les hemos visto en la cárcel, sin oropeles ni embrujos que valgan. La diferencia es sustancial.

La cita inmediata, en cualquier caso, es la de este domingo. Las estatales son elecciones que siempre se le han dado mal al independentismo, por lo que sacar demasiadas consecuencias de los resultados que lleguen podría ser bastante osado. Baste recordar que en junio de 2016, con el procés en plena ebullición, los comunes se impusieron con claridad.

No se repetirá. Como en el Estado, todas las encuestadoras auguran un notable descenso a En Comú Podem. El candidato no ayuda. Jaume Asens es un reconocido abogado, la figura más cercana al independentismo en el seno de los comunes; quien hace de puente y anfitrión cuando Pablo Iglesias visita a los presos catalanes. Un buen tipo cuya elección solo se entiende como una apuesta por pelear el voto a ERC y no al PSC.

Las encuestas postelectorales confirmarán, o no, si ha sido una buena elección. Bastará mirar la cantidad de votos que, tras migrar hace tres años a En Comú Podem, regresan ahora al PSC, que aspira a recuperar el trono perdido. Durante décadas, Catalunya fue el exponente más claro del voto dual: CiU ganaba con holgura las autonómicas y el PSC hacía lo propio en las generales. El fenómeno tenía nombre: sociovergencia. Todas las grandes mayorías del PSOE han tenido su eco en Catalunya. En la sede del partido no se olvida la noche del 9 de marzo de 2008, cuando Carme Chacón entregó 1,6 millones de votos catalanes a Rodríguez Zapatero. Un 45% de los votos; 25 escaños.

Los de Iceta saben que es imposible regresar, a día de hoy, a esas cifras, pero confían en subirse a la ola que Pedro Sánchez surfea en el Estado para dejar a ERC con la miel en los labios. De nuevo. Las encuestas publicadas antes de la campaña –también el CIS– auguraban una contundente victoria para los republicanos, pero conforme se acerca la cita del domingo, las encuestas han acercado al PSC a ese primer puesto. No parece que vayan a ser demasiados los votos que acaben distanciando a ambas formaciones.

ERC presenta a Junqueras como cabeza de lista, sabiendo que será Gabriel Rufián quien dé la cara. Durante los últimos meses han abanderado el discurso más posibilista en el seno del independentismo, aquel que –aunque no se exprese con estas palabras– pide mirar de cara a la realidad y reconocer que el mandato del 1-O no va a ser implementado en fechas próximas. El acuerdo estratégico con EH Bildu, entre otros, les hace de escudo ante quienes les acusan de renunciar.

Esquerra tiene una estrategia a largo plazo y esta pasa por convertirse en el partido central del independentismo y atraer a más gente al carril del soberanismo, algo que incluye, por defecto, un reconocimiento implícito de que las cosas podrían haber sido diferentes si en otoño de 2017 hubiesen sido más. Para implementar dicha estrategia necesitan cambiar la dinámica de los últimos meses en Catalunya, lo que a veces desemboca en enmiendas hirientes a la propia actuación independentista.

Es una estrategia de la que se puede discrepar, desde luego, pero al menos merece tal nombre, algo que no ocurre con Junts per Catalunya, que corre el riesgo de quedar desdibujada. La campaña ha dejado en segundo plano a Puigdemont, mientras cogía cierto vuelo la figura de Jordi Sànchez, cuyo discurso, sin embargo, a ratos se parece más al de Junqueras que al de Puigdemont. El espacio postconvergente, ya se ha dejado escrito por aquí, sigue siendo un magma que difícilmente aguantará a las elecciones de mayo. La excoordinadora del PDeCat, Marta Pascal, ya ha hablado de la posibilidad de formar un nuevo partido. Otro más.

En esta contienda, además, parte del voto más fiel al mandato del 1-O podría moverse hacia el Front Republicà, la coalición formada por Poble Lliure –una de las corrientes de la CUP–, el partido del exdiputado de Podem Albano Dante Fachín –es el cabeza de lista– y Pirates de Catalunya. Con todo, conviene no fiarse del todo con unas encuestas que en las últimas citas siempre han dado por muertos antes de tiempo a los herederos de CDC.

En la derecha, aunque apenas entre en este texto, la pugna también se presenta divertida, con una Cayetana Álvarez de Toledo dispuesta a soltar el exabrupto que haga falta para recuperar terreno a Ciudadanos y no cedérselo a Vox, que podría entrar por la circunscripción de Barcelona. La derecha española, en cualquier caso, e igual que en Euskal Herria, volverá a ser poco más que residual en Catalunya.