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Remando entre encuestas

La "Democracia de Encuestas" ha creado un marco estatal en que el PSOE y Vox ya han ganado: el primero porque saldrá reforzado sí o sí y el segundo porque ha marcado la agenda de la derecha. La duda en Euskal Herria es si ese mismo relato estatal impera o se apuesta en las urnas por otro «a primera vista menos eficaz, pero más válido estratégicamente».


La occidental es una democracia de encuestas. La política-espectáculo, convertida en una suerte de permanent campaign, se configura a través de relatos donde los mensajes, multidireccionales y multiplataforma, se negocian entre emisor y receptor, difuminando las fronteras entre sujetos y objetos. Un ejemplo perfecto de ello son las numerosas estimaciones electorales que las diversas casas de encuestas realizan. El resultado es un proceso bidireccional: la suma de individuos aleatorios que emiten una determinada opinión, codificada y compartimentada por la encuesta, adopta vida propia al ser reformulada por el lenguaje mediático. Así, el sujeto que responde a una pregunta se convierte en parte de un relato que terminará, irónicamente, afectando a su propio comportamiento.

Porque las encuestas no son números, sino relatos. Y no necesariamente buscan generar una respuesta «racional y estratégica»&flexSpace;en el electorado, dándole información valiosa para tomar una decisión. Los relatos de las estimaciones generan miedo, ilusión, desmovilización, motivación… crean percepciones y realidades nuevas, que anteriormente no existían.

Con todo, no cabe dudar del valor científico que tiene una encuesta. Metodologías al margen, son un instrumento de conocimiento tan poderoso como necesario para entender los insights de la ciudadanía. Y, al mismo tiempo, debemos ser muy conscientes de que, puestas a disposición del mercado mediático-electoral, constituyen un arma de primer orden con diversos y variados efectos.

¿Cómo sabemos que Pedro Sánchez es la mejor opción para parar a la derecha? Porque nos lo dicen las encuestas. No por su programa. No por su capacidad. Por las encuestas. Que dicen la verdad, y al mismo tiempo que la dicen, la crean. Y es que Sánchez llega con varias traineras de ventaja a la última ciaboga electoral. Y lo hace porque ha conseguido que se imponga una agenda con pocos matices: «O vamos para atrás, o avanzamos»

La derecha española ha contribuido. Mientras estos últimos pelean por ver quién es el patrón de su embarcación, donde Vox marca la agenda y Casado y Rivera luchan para ver quién la cumple mejor y así llegar primeros en su regata particular, Sánchez ha realizado una maniobra inteligente: cuando la trainera de derechas vira todo a babor, ha decidido coger la calle del medio. Las encuestas han hecho el resto, que no ha sido otra cosa que decirles a los millones de electores de izquierdas que hay en el Estado (6 millones de votantes «naturales» de izquierdas) que para parar a la derecha hay que votar a Sánchez.

Como consecuencia de todo ello, hay dos vencedores en esta carrera electoral: el PSOE, que sí o sí, saldrá reforzado; y Vox, que ha conseguido marcar la agenda de la derecha. Si Podemos se acerca a un 15 % de voto popular, será un tercer vencedor moral. Faltaría por disipar la duda de si Rivera será capaz, como ha hecho en los debates, de vencer al PP de Casado, para nombrar un posible aunque improbable cuarto vencedor.

Se dibujan, así, tres escenarios postelectorales. Si la suma de la derecha da, será porque Vox ha triunfado. Si gana Sánchez con movilización de Podemos y la izquierda, el pacto PSOE-Podemos estará servido; este pacto podría necesitar del determinante apoyo de las fuerzas vascas y/o catalanas. Si gana Sánchez con menos movilización de la izquierda, las presiones para hacer un gobierno PSOE-C’s podrán ser más eficaces.

En el panorama vasco, todo esto afecta no poco, sino mucho. El marco estatal se impone por la fuerza de los medios, de las encuestas y de la realidad. Los vascos y vascas tienen la percepción de que estas elecciones pueden cambiar, a mal, muchas cosas. Y quieren participar para que eso no ocurra. Pero ¿en qué sentido participarán?

Son varias las incógnitas que debe despejar hoy el electorado vasco que aún a estas horas está indeciso. ¿Hay que «tragarse» el relato de las estimaciones electorales y apoyar a Sánchez? ¿Hay que apoyar a un Podemos que estuvo brillante en los debates electorales para asegurar un pacto de izquierdas? ¿Hay necesidad de apoyar a partidos de ámbito vasco para que podamos ser determinantes a la hora de hacer política en el Estado?

Concretamente, un electorado de izquierdas y soberanista puede tener una pelea interna, donde el convencimiento ideológico y empírico le lleve a apostar claramente por un voto consecuente. Este convencimiento puede contrastar con la necesidad de hacer un voto en una clave más acorde con el relato estatal, pensando que es lo más influyente, y sabiendo que hay otras elecciones, las municipales y forales, a la vuelta de la esquina, donde podrá votar con la nariz totalmente despejada. Esta «pelea interna» es, a su vez, muestra de las posiciones que el relato estatal ha avanzado las últimas décadas en Euskal Herria que merece un análisis más amplio. Y es, también, la clave para definir el resultado final que el independentismo de izquierdas pueda obtener.

Porque es más fácil mover un voto de una opción a otra que arrancársela a la abstención. Los mensajes más inteligentes, por eso, son los dirigidos a esos segmentos que luchan internamente por una u otra opción, pero que han decidido que quieren participar del resultado electoral.

EH Bildu puede depender solo de sí misma, si es capaz de mover a su electorado. De dos escaños a cinco, las diferencias de votos no son tan grandes, y existe un mercado electoral suficiente para explorarlo. Si no alcanza, deberá esperar a tres principales variables:

-Primera variable: resultado del PSOE. Si el PSOE tiene una importante subida en Euskal Herria, se puede llevar el segundo escaño de Gipuzkoa, un segundo en Araba, y un segundo en Nafarroa, dejando a EH Bildu sin esos tres posibles asientos en el Congreso.

-Segunda variable: resultado de Podemos. Si Podemos no termina de caer tanto como lo esperado, puede mantener el segundo por Gipuzkoa y evitar que EH Bildu lo consiga, incluso pelearlo con el PSOE o el PNV. Si termina cayendo mucho, abre la posibilidad en Araba y en Nafarroa (mucha caída tendría que ser) para que entre EH Bildu.

-Tercera variable: resultado de Vox, y, por lo tanto, del PP. Si Vox muerde fuerte en Araba y Nafarroa al PP y a Navarra Suma, se abre un carril para que se cuele EH Bildu.

Como conclusión, las estimaciones electorales nunca fallan y nunca aciertan. No se trata de eso. Como hemos analizado, las encuestas crean realidad, hacen política y participan del relato electoral, no se limitan a reflejarlo. La Democracia de Encuestas se podría evitar si la ciudadanía y el electorado dispusieran de más instrumentos analíticos para interpretarlas, empezando por una mayor transparencia acerca de su elaboración.

Pero, a día de hoy, nos siguen marcando la agenda. Más que nunca. Una parte del electorado vasco de izquierdas, independentista, nos dirá hoy, entre otras cosas, si cree que es mejor jugar en un relato que las encuestas han dibujado con nitidez o prefiere apostar por un relato propio, a primera vista menos eficaz, pero casi con toda probabilidad más válido estratégicamente.

Si hacen lo primero, las fuerzas vascas, agentes vascos en general, tendrán que empezar a preguntarse por qué están siendo tan poco eficaces a la hora de generar relatos propios. Y no es porque no hacen encuestas. Si es lo segundo, indicará que se está acertando en construir una agenda fuerte, a prueba de encuestas, ciabogas y marcos estatales. Remar a contracorriente, pero en la única dirección que lleva a puerto.