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Francia quiere sumarse a la tendencia y batir todas las marcas

Ya se han vendido 800.000 entradas, hay diez campos ya completos y se espera superar la barrera de los 1.000 telespectadores.


China organizó el primer Mundial en 1991. Sólo pudo seguirse por televisión en el país anfitrión. La octava edición llegará a más de 200 países y quiere superar la barrera de los 1.000 millones de telespectadores.

El fútbol femenino crece en todas sus vertientes, también en número de aficionados y en los últimos años no sólo se fortalece la tendencia, también lo hace su velocidad. Apoyado en esa progresión, el Mundial de Francia quiere batir todas las marcas, en los campos y ante las pantallas.

En realidad se ha convertido en una costumbre. Cada torneo, mundial o continental, supera al anterior. Se deja notar en los países organizadores –Inglaterra desde los Juegos de Londres u Holanda desde la Eurocopa de 2017 son paradigmáticos– pero también en el resto de participantes e incluso en los que no tienen representación. El torneo este año, por ejemplo, podrá seguirse en directo en la televisión irlandesa, cuya selección no se ha clasificado para la cita.

Más llamativo resulta que, por primera vez, también pueda verse en Brasil. El país de la mismísima Marta, presente en todas las ediciones del Mundial, bronce en el 99 y plata en 2007, nunca ha podido seguir a sus jugadoras en directo por una televisión nacional. Lo hará a partir del viernes y lo extraño sería que no congregase a un buen número de espectadores porque es lo que sucede en cada país cada vez que una cadena ofrece la posibilidad a sus aficionados.

Lo demuestran los números, que dieron un salto de calidad en la última edición. 764 millones de televisores conectaron, si quiera un minuto, con el Mundial de Canadá en 2015, lo que supuso un incremento del 33% con respecto al torneo anterior, organizado por Alemania. Sólo la final fue seguida por 60 millones de espectadores, un récord absoluto y también en los países que la disputaron. En Estados Unidos, donde fue retransmitida por FOX y la cadena hispanohablante Telemundo, congregó a 25’8 millones de televidentes. Nunca antes, y de momento nunca después, un partido de fútbol, femenino o masculino, había alcanzado esa cifra en el país norteamericano. En Japón, fueron 11’6 millones, un 20% de los que habían visto ganar a su selección el Mundial de Alemania cuatro años antes.

Algo similar sucedió en la Eurocopa de Holanda, hace dos años, cuando se alcanzó una audiencia global de 165 millones de telespectadores; un 42% superior a la disputada cuatro años antes en Suecia. Se batieron, además, récords en el país anfitrión y en un buen número de participantes, encabezados por Inglaterra, donde el fútbol se ha convertido en un fenónemo social desde los Juegos de Londres.

Los números no sólo se multiplican en la sala de estar. También en los estadios. En los dos últimos años, todas las selecciones europeas han batido sus récords de asistencia, tratándose en muchos casos de partidos amistosos. Esta misma semana han caído otros dos: 18.555 espectadores se reunieron en Hampden Park con motivo del último partido de preparación de Escocia ante la también Mundialista Jamaica y 30.640 aficionados disfrutaron con la goleada de Holanda a Australia en el Philips Stadion de Eindohven. Por encima incluso de los 28.000 que reunió la final de la última Eurocopa. No fue un récord en este caso porque la de 2013 había congregado a 41.301 en Estocolmo. Pero fue por una simple cuestión de aforo del estadio, teniendo en cuenta los datos, que también convirtieron a la de Holanda en la Eurocopa más seguida de la historia por televisión y en los estadios, con un incremento en este apartado del 11% respecto a la disputada en Suecia cuatro años antes.

El Mundial de Canadá ya se había apuntado a la tendencia en 2015. El aumento de participantes –se pasó de 16 a, por primera vez, 24 selecciones– permitió que se alcanzaran los 1’3 millones de espectadores en los campos. Una cifra que también espera batir ahora Francia. De momento ya ha vendido la mitad de las localidades, unas 800.000, y ha colgado el «no hay billetes» en una decena de encuentros, incluyendo el inaugural, las semifinales y la final.

El que se le resistirá será, precisamente, el récord absoluto de espectadores en un partido. Inalcanzable, aunque sólo sea por aforo: los 90.185 que congregó la final del 99 entre Estados Unidos en China en el Rose Bowl de Pasadena.