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Ramaphosa abre una nueva etapa en Sudáfrica

El presidente electo de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, ha presentado a su primer Gobierno, en el que se observan cambios importantes que señalan el comienzo de una etapa diferente. Un gabinete que deberá enfrentar grandes retos en un país en el que todavía persisten herencias del apartheid.

El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, anunciando la composición del nuevo gabinete. (Phill Magakoe/AFP)

El 30 de mayo tomaron posesión de sus cargos los nuevos ministros del primer Gobierno nombrado por el presidente, Cyril Ramaphosa. El anuncio de los nombres de las personas que lo integrarían se produjo cinco días después del nombramiento del presidente, un periodo inusualmente largo que muestra lo delicada que ha sido la tarea para el líder electo.

La principal razón es que el Ejecutivo sudafricano lleva mucho tiempo en el centro de la batalla política. Durante el Gobierno del anterior presidente, Jacob Zuma, la corrupción se extendió básicamente a partir de las estructuras gubernamentales, un proceso que ha sido bautizado en Sudáfrica como «captura del Estado». Es por ello que había mucha expectación sobre la composición del nuevo Ejecutivo.

Ramaphosa se había comprometido a terminar con el mal uso del dinero público y a luchar contra la corrupción, pero su credibilidad estaba en entredicho por la creencia de que sus partidarios eran demasiado débiles para hacer frente a los aliados de Zuma.

Los escépticos señalaban como prueba de esa debilidad que se mantenían en el gabinete ministros acusados de abusos de poder. Todo ello ha convertido al nuevo Gobierno en un indicador de clave de la fuerza de Ramaphosa.

Además, nombrar un gabinete nuevo siempre es una tarea delicada: no solo se ha de hacer hacer sitio a los aliados –en caso contrario se pueden perder apoyos–, sino que además hay que proceder con tiento en las destituciones: un cese demasiado amplio puede provocar la acusación de purgar a la disidencia; pocas remociones pueden ser una señal de debilidad.

A juzgar por el resultado, todas estas cuestiones han sido tenidas en cuenta por el presidente sudafricano que ha calibrado y ha utilizado con tiento, pero con determinación sus bazas.

Gobierno paritario

En primer lugar, se trata del primer Gobierno paritario de Sudáfrica y del tercero de un país africano tras Etiopía y Ruanda. Entre las ministras más destacadas están Lindiwe Sisulu que es ministra por tercera vez, pero deja la cartera de Exteriores para asumir la de Asentamientos, Agua y Saneamiento, o Naledi Pandor, la nueva ministra de Relaciones Internacionales. También será ministra Nkosazana Dlamini-Zuma, que llevará la cartera de Gobernanza Cooperativa y Asuntos Tradicionales. Ella fue la persona que disputó la presidencia de ANC a Ramaphosa. En el proceso electoral recibió el apoyo de la fracción de Zuma, aunque según los medios sudafricanos, nunca ha sido favorable al estilo político de Jacob Zuma y por tanto, no la incluyen entre sus partidarios.

Pero quizás el nombramiento que más sorpresa ha causado ha sido el de Patricia de Lille, antigua alcaldesa de Ciudad del Cabo que será ministra de Obras Pública e infraestructuras en el gobierno de Ramaphosa. De Lille era una de las dirigentes del principal partido de la oposición, el liberal Alianza Democrática, que abandonó para formar su propio partido Good (Bien).

Ramaphosa no tenía necesidad de los votos del partido de De Lille –ANC cuenta con mayoría absoluta en el Parlamento–, pero, es posible que en su nombramiento hayan pesado cuestiones políticas más generales. El partido liberal del que procede, Alianza Democrática, no ha tenido unos buenos resultados y su fichaje para dirigir un ministerio probablemente pueda ayudar a ANC a ampliar su base electoral, especialmente en la región de la capital Gauteng, donde cuenta con una muy exigua mayoría.

Además, permite aislar a Alianza Democrática en la región del Cabo Occidental donde gobierna con una cómoda mayoría. Por otra parte, aunque se trata del tercer gobierno de ANC en el que se nombra a una persona ajena al Congreso Nacional Africano, la decisión evidencia que el presidente mantiene el control sobre el partido.

Reducción de ministerios

Además de ser paritario, el nuevo Gobierno ha reducido el número de ministerios en ocho hasta los 28. El recorte del número de puestos públicos siempre es una decisión complicada puesto que merma la capacidad del líder para ofrecer puestos de responsabilidad a los diferentes grupos que le han apoyado.

Tanto el Partido Comunista de Sudáfrica (SACP) como la unión sindical, Cosatu, organizaciones con las que ANC mantiene una alianza estratégica, han logrado una sólida representación en el nuevo Gobierno. Asimismo están también representadas tanto la liga de mujeres de ANC como la liga juvenil o los veteranos del movimiento.

Según el profesor de Estudios Políticos de la Universidad de Johannesburgo, Steve Friedman, solamente cinco de los 28 ministros tiene lazos con la fracción de Zuma; de ellos una es Nkosazana Dlamini-Zuma, que en general no se la considera partidaria del anterior presidente. De este modo solamente uno de cada siete ministros son partidarios de Zuma, pero ninguno de ellos ocupa ninguna cartera de las consideradas clave en el Ejecutivo.

Bien es cierto que Ramaphosa no ha conseguido reducir significativamente el número de viceministros, solamente han desaparecido tres vicepresidencias con lo que todavía suman 34. Aproximadamente una tercera parte de ellos serían favorables a Zuma, según Friedman. En cualquier caso, no forman parte del Gobierno y tienen una capacidad de decisión limitada.

El diario ‘Business Day’ señalaba que la decisión de mantener una amplia estructura de viceministros ha permitido a Ramaphosa nombrar a varios diputados para esos cargos y de este modo ha fortalecido su control sobre el grupo parlamentario, un ámbito que se podía haber convertido en un problema debido a la composición de las listas electorales.

Finalmente, el vicepresidente de ANC, David Mazuba, continúa también como vicepresidente del Gobierno. Un artículo en ‘The New York Times’ denunció prácticas corruptas durante el tiempo que ostentó la presidencia de la región de Mpumalanga. Mazuba reaccionó retrasando su juramente como miembro del Parlamento y compareció en la Comisión de Integridad de ANC. Solo después tomó posesión de su acta como diputado y fue finalmente nombrado vicepresidente. La maniobra le ha permitido mantener el puesto, sin embargo no cuenta con grandes apoyos.

Aislado de la fracción de Zuma que considera que lo traicionó, tampoco ha conseguido ganarse la confianza de los partidarios de Ramaphosa, a pesar de que fue una persona clave para la victoria de Ramaphosa al abogar por la unidad entre fracciones y dar libertad de voto a los delegados de su región, en vez de mantener el voto en bloque que prometió a favor de la candidata de Zuma.

Refuerzo del poder

Los cambios internos en el Gobierno y en el Parlamento indican que el nuevo presidente quiere pasar la página de la era Zuma, pero manteniendo la unidad del movimiento. Siguendo la tradición de gobierno africana, el cambio se está haciendo paso a paso, desde una lógica de no confrontación. En ello hay cierta dosis de cálculo político pero, como señalan los medios sudafricanos, también es un reflejo del carácter de Cyril Ramaphosa.

El nuevo presidente ha reforzado su poder internamente, pero también los resultados electorales han fortalecido su liderazgo. Es la primera vez en 15 años que ANC mejora los resultados en unas elecciones en relación con las previas, en este caso las municipales de 2016. En algunas regiones, como en la Noroeste, en la que se cambió al candidato de Zuma por uno próximo al nuevo presidente, han conseguido revertir la pérdida de votos y ANC ha pasado de estar por debajo del 50% en las anteriores elecciones a superar el 60%.   

Por otra parte, la oposición tampoco gana peso electoral. El principal partido de la oposición, Alianza Democrática, no ha mejorado sus resultados: ha perdido 1,5% de los votos y cinco diputados, lo que le coloca en una difícil tesitura, especialmente teniendo en cuenta el desgaste que ha sufrido ANC durante la gestión de Zuma. El único que ha subido en votos hasta alcanzar el 10% es el partido de carácter populista liderado por el antiguo dirigente de la liga juvenil de ANC, Julius Malema, Economic Freedom Fighters (Luchadores por la Libertad Económica).

En cuanto a los grupos escindidos de ANC, African Transformation Movement, African Content Movement y Black first, Land first, han continuado su tendencia hacia la insignificancia electoral: si en 2009 sumaban el 8%, en 2014 el 6% y en las últimas elecciones apenas llegan al 0,6%. Por otra parte, la operación que se fraguó el año pasado, a partir de la salida del potente sindicato de trabajadores del metal, Numsa, de la confederación, Cosatu, y que posteriormente dio lugar a la creación de el Partido Socialista Revolucionario de los Trabajadores (SRWP), también ha terminado en un estrepitoso fracaso. Este partido ha logrado 0,14% de los votos. A día de hoy no hay alternativa al Congreso Nacional Africano.

Los retos del nuevo gobierno

Todos los analistas coinciden en que el gobierno de Cyril Ramaphosa constituye un equipo de un perfil técnico, ético y político superior al de los ejecutivos inmediatamente anteriores. Asimismo, señalan que el presidente de Sudáfrica afianza su poder al tiempo que contribuye a la unidad del movimiento, un aspecto clave para que el nuevo gabinete pueda dedicar sus energías al país, sin que el presidente se vea abocado a resolver constantes peleas internas.

Lo cierto es que Sudáfrica necesita un Gobierno competente y con impulso político. A pesar de los avances logrados tras la caída del apartheid, todavía las desigualdades son enormes y queda mucho camino por recorrer. Por otra parte, la economía necesita modernizarse y en este aspecto es importante atraer la inversión externa para lo que Sudáfrica necesita un marco institucional claro y estable.

Por otra parte, el sector público en general, y el empresarial en particular, están en una situación muy delicada a consecuencia del proceso de  «captura del Estado» que los ha descapitalizado totalmente. Las últimas cifras de crecimiento del primer trimestre de este año muestran que la economía se ha contraído nada menos que un 3%.

La lucha contra la corrupción ha sido uno de los compromisos que más ha subrayado Ramaphosa, pero los retos del Gobierno son mucho más amplios. La gestión económica y la lucha contra las desigualdades sociales son dos de los grandes desafíos del nuevo gabinete. Sin embargo, el manifiesto electoral de ANC recogía otros compromisos, algunos bastante controvertidos como la extensión de la seguridad social o la reforma agraria, incluyendo como una medida más la posibilidad de expropiar la tierra sin compensación. Retos no faltan al nuevo ejecutivo.