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Víctimas, voces plurales para una memoria inclusiva

Cuatro víctimas de ETA y de la violencia estatal instan al conjunto de la sociedad a promover la escucha de todas las vulneraciones registradas en el pasado como vía para alcanzar la paz y la convivencia social. En un acto celebrado ayer en Barcelona, los participantes exigieron instrumentos que atiendan de forma integral a cada uno de los casos


Hablar para reconocerse en el dolor y construir entre todas y todos un futuro donde la violencia no tenga cabida en ningún sitio ni contra nadie. Con este deseo terminó el acto celebrado ayer en Barcelona en el que participaron cuatro víctimas de expresiones de violencia de distinto signo.

El acto, organizado en el Col·legi de Periodistas de Catalunya por el Institut Català Internacional per la PAU (ICIP) y el Foro Social Permanente, reunió a Rosa Lluch y Robert Manrique, víctimas de ETA, y Axun Lasa y Andoni Txasko, víctimas de la violencia del Estado. Todas ellas y Rosa María Cabré, hija de una mujer fallecida en el atentado de ETA en Hipercor en 1987, ya habían comparecido la víspera en la Comisión de Derechos Humanos del Parlament, ante la que revindicaron los derechos y el reconocimiento para todas y cada una de las víctimas, independientemente de su origen, tradición o tendencia política.

A lo largo de tres días, estas víctimas han mantenido diversos encuentros en los cuales han podido verbalizar y compartir sus experiencias. Así lo explicaba Rosa Lluch, hija del dirigente socialista Ernest Lluch, muerto en atentado de ETA en 2000, para quien, pese al agotamiento que supone hablar del pasado, estos encuentros le han ayudado a mitigar el dolor padecido. «Me ha permitido explicitar lo que viví y observar que también ha habido mucho sufrimiento en otros bandos o sectores de la población», afirmó.

En la misma línea, Axun Lasa, víctima de torturas y hermana de Joxean Lasa, secuestrado, torturado y muerto por los GAL en 1985, aseguró que conocer a otras víctimas le ha hecho verse respetada y salir convencida de que «a través de la escucha se llega al entendimiento, y eso contribuye a apaciguar el daño sufrido».

También Robert Manrique, víctima del atentado de Hipercor, destacó la importancia de estos encuentros en aras a trabajar conjuntamente para que nada similar vuelva a suceder. Una opinión compartida por Andoni Txasko, víctima de la masacre de Gasteiz del 76, que después de narrar cómo ocurrió la matanza de cinco trabajadores a manos de la Policía Armada, puso énfasis en la labor pedagógica que supone escuchar a las víctimas. Para Txasko, a nivel personal y colectivo, dar luz a las diferentes historias ayuda a empatizar, superar prejuicios y allanar el camino para una convivencia en paz.

Atención frente a desamparo

El encuentro de estos días también ha permitido señalar la cantidad de violaciones que aún son olvidadas o que no han merecido el reconocimiento institucional. Lo denunciaba Axun Lasa al señalar que «el Estado continua sin reconocernos como víctimas del terrorismo». Una anomalía que, pese a todo, considera que va camino de superarse gracias al trabajo de la sociedad civil, «porque si bien hace poco nos trataban como terroristas, ahora mucha gente empieza a ver las barbaridades que ha cometido el Estado».

En sintonía con Lasa, Rosa Lluch aseveró que, para poder convivir y tejer puentes, «hace falta escuchar a todas esas personas que ha tenido un sufrimiento igual pero a quienes se las silenciado deliberadamente». Sobre el valor de la escucha también hizo hincapié Robert Manrique, que insistió en reivindicar la «pluralidad» del colectivo de víctimas. Mencionó que, entre el público, se encontraban víctimas de ETA, de los Grapo, de la extrema derecha, pasando por víctimas de la Policía Armada o del yhadismo, en alusión a familiares del atentado del 2017 en las Ramblas de Barcelona. Unas víctimas a las que hay que sumar las personas que, como recordaron los presentes, han padecido abusos y torturas por parte de las FSE. Esta constelación de casuísticas, en opinión de Manrique, comparten la terrible experiencia de haber visto lesionada su integridad física o moral, de ahí la necesidad de poder ser atendidas y reconocidas adecuadamente.

En este sentido, las cuatro víctimas reunidas en Barcelona se refirieron al trabajo pendiente en materia de ayuda a todos los casos, para las cuales pidieron que se garantice la verdad, la justicia y la reparación, así como el objetivo prioritario de obtener una memoria inclusiva dónde se recojan las diferentes historias acontecidas.

Para llegar a este horizonte, los participantes coincidieron en el trabajo fundamental de la sociedad civil y de agentes tan relevantes los últimos años como el ICIP o el Foro Social Permanente, que en boca de Agus Hernan abogó para «avanzar hacía un escenario dónde todos los relatos puedan estar presentes».

El acto de ayer en Barcelona puso de relieve el papel de las víctimas como «referentes morales». Así lo expresó uno de los asistentes, que celebró la existencia de estos testimonios en la perspectiva de facilitar el acercamiento, la paz y la convivencia social. «No solo son necesarios los encuentros entre víctimas, también los encuentros entre víctimas y victimarios», espetó Txasko. Una apelación a convertir la palabra en el arma natural para empatizar con el otro y cohesionar la sociedad entorno al valor de la vida humana.

«El dolor es el mismo y nadie merece sufrir la violencia. Por este motivo, a quien la ha padecido y no se la escuchado, tiene que tener voz»

ROSA LLUCH

«Pese a llorar mucho, hay que sacar fuerzas, ser responsable y transformar el sufrimiento en una actitud positiva y constructiva»

ASUN LASA

«El paso del tiempo te permite ver que trabajar para que nadie pase lo que a ti te ha pasado es un objetivo vital»

ROBERT MANRIQUE

«Todas las vulneraciones de derechos tienen que ser reconocidas por igual, también el terrorismo de Estado»

ANDONI TXASKO