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Entrevista
JEAN-FRANçOIS JULLIARD
DIRECTOR DE GREENPEACE-FRANCIA

«La lógica de producir y consumir cada vez más es incompatible con la defensa del planeta»

Julliard, periodista y autor del manual de acción climática "On ne joue plus", es director de Greenpeace-Francia desde 2012. Y uno de los ponentes en el panel "Fin de mes, fin del mundo, la misma lucha" de la contracumbre. Estima que el tiempo de «las declaraciones de grupos como el G7 y otros ha concluido».

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Jean-François Julliard ha pasado por la contracumbre con un mensaje que anima a entrelazar alternativas locales con respuestas globales para, «con todos los medios en nuestras manos», ayudar a derrocar las políticas que ponen en peligro el futuro de la vida y el planeta.

Países miembros del G20 hicieron, en julio pasado, una declaración de apoyo a los acuerdos de la Conferencia de París. ¿Una declaración más?

Por desgracia, así es. Es frustrante este largo encadenamiento de declaraciones sobre la cuestión climática, de compromisos sobre el papel que luego no se traducen en un cambio de las políticas de los estados. Hay una incoherencia creciente entre lo que se dice en cumbres y las acciones de los mandatarios que tienen la obligación de materializar esos acuerdos.

Sorprende que por una parte se incluya la cuestión de la urgencia climática en el programa y objetivos de la cumbre del G7 en Biarritz mientras con la otra mano Emmanuel Macron, o la UE, firman acuerdos de libre comercio...

Los principales mandatarios internacionales dicen que hay que actuar por el clima pero siguen firmando, efectivamente, el CETA, el acuerdo Mercosur, tratados de comercio internacional que lo único que hacen es aumentar las emisiones de C02 dada la proliferación del transporte marítimo y aéreo. Esa lógica de producir y consumir siempre más y más es incompatible con la defensa del planeta.

Macron pone entre sus prioridades, y así figura también en el programa de Biarritz, la cuestión del planeta. ¿Qué cabe decir de su política al respecto?

El Gobierno de Macron no está a a la altura de lo que dice Macron en las cumbres internacionales. Es muy bueno en comunicación, y ahí está su enfado con Trump por no secundar el Acuerdo de París. Sin embargo, si exceptuamos 2018, en que tuvimos unas condiciones climatológicas favorables –invierno sin gran frío–, las cifras de emisiones siguen aumentando, porque no se aplican decisiones audaces en materia de producción, transporte o vivienda. Las políticas de Macron no son suficientes para garantizar que Francia cumpla con los compromisos asumidos en la Cumbre de París (2016).

¿Vislumbra una salida al modelo nuclear? ¿Para cuándo?

Ninguna salida, porque todos los gobiernos retrasan esa fecha. Con Macron, con Hollande, con Sarkozy… Y ahora mismo nadie se atreve a evocar siquiera una salida, solo se juega con el calendario. Es increíble la falta de voluntad política a este respecto.

Salir del nuclear obliga a hacer deberes...

Salir de nuclear obliga a aplicar de antemano una política que lleve a reducir el consumo energético. Es imperativo cambiar el modo de hacer las cosas en el sector económico, en los transportes, en materia de aislamiento de edificios. En Francia tenemos opciones en energía limpias y alternativas extraordinarias, pero de momento la política de Macron pasa por gastar más en alargar la vida de las centrales que por impulsar esas alternativas.

¿Qué espera del G7 y en general de las cumbres que directa o indirectamente remiten a los acuerdos relativos al clima?

Esperamos que los gobiernos que participan en el G7 adopten una mayor ambición climática, y no en el horizonte de 2050, sino de 2030. El desafío más próximo y realista es ese: que acorten los plazos de cara a la reducción de emisiones de CO2. En el caso de Francia, el compromiso que esperamos es que vaya a una reducción del 57% en el horizonte del 2030.

¿Los movimientos sociales gozan de buena salud para empujar en esa dirección?

Los movimientos sociales y por el clima tienen una fuerza importante. Vemos a la juventud movilizarse como nunca lo ha hecho por el planeta, y hay convergencias interesantes entre la lucha social y ecológica. Hay un movimiento fuerte, pero de momento no es suficiente para mover a los gobiernos. Nuestro compromiso es trabajar por impulsar, extender, reforzar ese movimiento. La desobediencia, los debates, la huelga, los procedimientos judiciales…. todos los métodos son válidos para conseguir esa fuerza que permitirá hacer cambiar las políticas.

¿Las dinámicas locales son las grandes aliadas de esa eclosión? Euskal Herria es cantera de alternativas...

Las soluciones locales son claves porque demuestran que no solamente estamos en la contestación, en la protesta, en el anti, sino que construimos alternativas válidas, sin esperar a los gobiernos. El País Vasco, como otras regiones a lo largo y ancho de planeta, desarrollan ya desde hace tiempo ese camino y eso es extremadamente positivo. Baiona ha acogido por dos veces la iniciativa Alternatiba, y creo que eso es muy importante, porque esas iniciativas ayudan a extender el compromiso social. Más que nunca, la alternativa pasa por conjugar la contestación a escala global con la construcción local de alternativas.