Condenado a cuatro años por robar en una parroquia de Iruñerria
La titular del Juzgado de lo Penal número 1 de Iruñea ha condenado a cuatro años de prisión a un vecino de Astigarraga por haber robado en una parroquia de Iruñerria.
En la sentencia, que puede ser recurrida ante la Audiencia de Nafarroa, la juez ha fundamentado la condena en una huella dactilar del inculpado hallada en un sobre de la casa parroquial.
En el juicio, celebrado el pasado día 3, el Ministerio Fiscal solicitó una pena de cinco años de prisión por un delito de robo con fuerza en casa habitada, con la agravante de reincidencia. La defensa, por su parte, reclamó la absolución.
El robo se perpetró entre las 9,30 y las 18,00 horas del 25 de septiembre de 2017. El acusado, condenado en 2012 y 2014 en Donostia por sendos delitos de robo con fuerza, accedió a la vivienda forzando y destrozando diversas puertas, y causó daños por valor de 2.000 euros.
El procesado, según consta en la sentencia, se llevó 350 euros en efectivo, un reloj valorado en 410 euros, dos collares (uno de perlas y otro de plata) tasados pericialmente en 520 euros y unos gemelos por valor de 160 euros.
En el juicio, el acusado negó a preguntas de su defensa la autoría del robo, ya que, según declaró, «es la casa de Dios» y para él sería «un pecado muy fuerte».
Alegó, de forma genérica, que ha estado en varias iglesias y que da donativos, lleva ropa y colabora de forma intermitente, motivo por el cual, según él, su huella pudo encontrarse en un sobre en el interior del despacho parroquial.
Por su parte, el párroco, que declaró como testigo, constató que los daños provocados por el encausado fueron «un desastre», ya que forzaron todas las puertas, destrozándolas, así como los cajones y enseres de las habitaciones en las que entraron.
Respecto a la huella, la magistrada expone que el Tribunal Supremo español tiene declarado que ésta es una prueba directa para la acreditación de la presencia de una persona determinada en un lugar, y permite establecer que sus manos han estado en contacto con la superficie en la que aparecen impresas. Para la juez, resulta evidente que quien tocó el sobre fue el autor del robo.