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Entrevista
Javier PÉREZ ROYO
Catedrático de Derecho Constitucional

«Lo que salga del 10N no tendrá autoridad suficiente para afrontar un problema que les desborda»

Javier Pérez Royo está esta semana en Catalunya, donde ya participó en la redacción del Estatut de 2006 cuya voladura por el Constitucional está en el germen del procés. Antes ha hablado con NAIZ. Es una de las voces progresistas más reputadas del Estado en el eterno debate sobre su modelo. Una voz en el desierto, podría decirse.

Javier Pérez Royo. (Luis JAUREGIALTZO | FOKU)

Los acontecimientos se han precipitado tanto que no ha habido tiempo de leer bien la sentencia del Supremo. Usted seguro que sí ha analizado esas 500 páginas, ¿qué le ha sorprendido?
Sorprenderme, realmente nada. Sabía que la sentencia iba a ser así. Rebelión era muy brutal y muy difícil de justificar, y además el Supremo la ha redactado básicamente pensando en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, cuidándose de que no pueda ser anulada allí. Pero el perímetro de la sentencia estaba fijado desde diciembre de 2017, desde que el fiscal general Maza presentó la querella en dos órganos judiciales radicados en Madrid, obviando al juez delimitado por la ley, que era el de Cataluña, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. A partir de ahí, la suerte estaba echada. Lo han hecho con trampas. Y luego han teatralizado una sentencia ya dictada. Primero decidieron que iban a castigar las acciones del nacionalismo catalán de manera dura y para eso prepararon el terreno. Cogiendo la película entera, se ve muy claro.

¿Por qué se acusa de rebelión para al final levantarla?
La acusación por delito de rebelión les permitía manejar todo el proceso como querían. Era una coartada. Con ella el Supremo podía justificar la prisión provisional, podía justificar el artículo 384 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para la suspensión de cargo público... Esto último es significativo: aun sabiendo que no lo puede hacer porque no existe delito de rebelión, el juez fuerza a suspenderles a la Mesa del Parlamento, que se resiste al principio; y lo hace así para que un día no le puedan decir ‘usted les suspendió’, respondiendo ‘yo no, lo hizo la Mesa del Parlamento’.

Habla del cuidado que ha puesto el Supremo con Estrasburgo, ¿significa que cree que la sentencia es irreversible?
No va a ser fácil atacarla, pero es posible, hay que seguir, hay que hacer un fantástico recurso. Primero en el Constitucional, donde hay que poner de manifiesto las vulneraciones que ya he citado, también la falta de parcialidad del tribunal y sobre todo de su presidente tras el whatsapp del senador Cosidó, también la banalización del delito de sedición (que en la práctica lo que supone es la prohibición del ejercicio de manifestación y la libertad de expresión...) Creo que en el Constitucional tal vez se pueda romper la unanimidad, que sería el primer paso. Ya sé la presión tremenda que va a haber sobre los magistrados, pero creo que puede haber tres jueces ahí que en su fuero interno discrepan.

Sobre la parcialidad de Marchena, ¿qué peso pueden tener todas esas alusiones de la sentencia a la ingenuidad de los votantes del 1-0, o a la de los dirigentes que dice que si pregonan la desobediencia civil tienen que asumir sus consecuencias...? ¿Cómo se explica ese tono tan poco judicial, casi sarcástico?
Me parece más relevante el tema del whatsapp de Cosidó, al que la sentencia dedica tres páginas para decir que al fin y al cabo cualquier persona puede escribir un tuit o un whatsapp para quitar del medio a un tribunal... ¡oiga, que Cosidó no es cualquier persona, que es el responsable del PP en el Senado que ha negociado la renegociación del CGPJ y que ha tenido que reunirse con usted para que acabe como presidente del Supremo!

Es curioso que desde Madrid en el primer momento se intentara vender que las palomas habían vendido a los halcones, que la sentencia era benévola...
¿Cómo va a ser benévola si les han impuesto sedición, y aquí no hay sedición alguna? Para ello se requiere alzamiento tumultuario, algo que tenga una entidad muy grande, tanta como para meter a una persona trece años en la cárcel. Y yo digo, ¿alzamiento tumultuario? pero si estaban sentados en el suelo... La banalización de la sedición es muy grave: cualquier cosa que pase ahora, por ejemplo en cuestión de cláusulas hipotecarias, o una movilización contra un desahucio, puede acabar en delito de sedición si se establece que se está incumpliendo una decisión judicial. Y cuando el Tribunal de Schleswig-Holstein no concedió la extradición de Puigdemont ya vino a decirlo: con la descripción que hace el juez Llarena de las conductas, hace inviable el derecho de reunión y manifestación.

¿En qué situación estamos ahora? Para empezar, ¿vamos hacia la normalización del 155?
No. Pienso que no lo van a aplicar. Preferirán que exista un presidente de la Generalitat, un Parlament, un mínimo ejercicio del poder allí. Si volvieran a aplicar el 155 sería ya muy difícil recuperarse de esa crisis constitucional. Ahora bien, ¿qué relación se va a establecer entre Catalunya y el Estado? Eso no lo sé, tendremos que ir viéndolo. Nos encontramos con un Vox que quiere el Estado de excepción, un Ciudadanos que quiere 155, un PP que quiere Ley de Seguridad Ciudadana, todas ellas medidas de excepción, y ante eso el PSOE se está resistiendo, pero ya veremos. De momento es imprevisible todo porque estamos en un momento de turbulencias. Tiene que pasar la tormenta y calmarse las aguas para verlo.

Y a la vuelta de la esquina, elecciones estatales...
Si las encuestas que van apareciendo se verifican el 10 de noviembre, nos encontramos con un problema de formación de gobierno peor aún que el anterior. Porque tras el 28 de abril sí se podía formar, ¿pero ahora? Yo no veo formación de gobierno posible, gobierno de verdad, con los datos que están saliendo, aunque lógicamente sí pueda acabar habiendo alguna investidura. Supongamos que el PSOE sale con la abstención del PP, o el PP con la del PSOE; esos dos partidos no pueden gobernar juntos en el día a día, ya se vio cuando Rajoy salió elegido con la abstención del PSOE pero había una mayoría alternativa que terminó imponiéndose con la moción de censura.

¿No percibe entonces que vaya a haber un pacto de Estado?
¿La Gran Coalición? No, no hay un mínimo entendimiento entre PP y PSOE para gobernar juntos en el día a día.

Y la Constitución, ¿cómo queda tras esta sentencia y el choque consiguiente? Hace cuatro-cinco años se hablaba de su reforma, ahora ya ni se cita.
Reforma no se va a hacer ninguna, para eso hace falta un consenso casi unánime. Para empezar tendría que haber disposición de los partidos a sentarse para hacer un diagnóstico compartido, pero no veo siquiera esa disposición. Hay que sentarse, pero no con proyectos de reforma, sino en blanco. Y ese ejercicio de diagnóstico es la condición previa para hacer cualquier reforma. En todas las partes se hace así: identificamos el problema y buscamos la solución. Pero aquí no veo nada que apunte en esa dirección, no veo sentarse juntos para eso a PSOE, PP, Vox, Ciudadanos, Unidas Podemos, PNV, ERC... es ciencia-ficción.

Aquí hay un problema de legimitidad política. Esa Constitución tuvo la legimitidad que le dio la transición, y bien, pero ha llegado hasta aquí. Hace falta otra cosa que tenga legitimidad, pero si no estamos dispuestos ni siquiera a sentarnos para eso... Habrá que ver ahora, cuando pasen las elecciones del 10N, primero qué tipo de gobierno se logra si se logra, después ver si nos sentamos en esas claves... Pero mi impresión es que lo que salga del 10N no va a permitir autoridad suficiente para afrontar un problema que los desborda permanentemente. Seguimos en medio de la crisis constitucional.

Usted participó en el Estatut de 2006, ¿ve algo aún rescatable ahí? Catalunya ha pasado de pantalla hacia adelante y el Estado hacia atrás.
Aquello funcionó perfectamente durante cuatro años, no planteó problemas con otras autonomías, se redujo la conflictividad... Pero con la sentencia del Constitucional de 2010 empieza todo el problema, Catalunya ya no acepta (y esto va más allá de los independentistas) que se anulara la fórmula que se había pactado para integrarse en el Estado.

¿Está informado de los trabajos del Parlamento de Gasteiz para el Nuevo Estatus? ¿Qué margen le ve, tras esta sentencia del Supremo?
No tiene recorrido alguno ahora mismo. Los partidos vascos son conscientes de que en el año escaso de legislatura aquí, y tal y como está el patio en el Estado, no hay posibilidad alguna de una reforma. Se ha iniciado, habrá incluso algún texto desde la ponencia, pero no creo que eso vaya a llegar a tramitarse en el Parlamento Vasco. Tras las elecciones estatales y las del País Vasco, ya veremos. De momento es una reflexión, una manera de empezar a enfocar el tema.