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De Xenia a Pepe, de Vic a Hong-Kong

L a arrolladora respuesta a la condena al «procés» basa su éxito en la pluralidad: hay acciones para todos y todas, jóvenes y adultos, pasivos e hiperactivos, clásicos y modernos, serios y frikis... Esta polifonía incluye colapsar juzgados, ocupar campus o cantar al piano ante la Embajada china, tres ejemplos de ayer mismo.


A Xenia le faltaba un cuarto de siglo para nacer cuando Pepe ya era objetor de conciencia, el primero del Estado español en 1971, pero ambos están este jueves en la misma lucha, aunque sea en movilizaciones diferentes. Primera constatación: quien no protesta en Catalunya es porque no quiere, y es que iniciativas no faltan, de todas las formas pero con similar fondo.

A Xenia, estudiante de Periodismo, la encontramos megáfono en mano en la manifestación vespertina que sale de la Plaza Universitat, ante el edificio histórico de la UB que ya fue referencia de lucha hace dos años, con la ocupación masiva que calentó motores para el 1 de Octubre. En esa misma plaza arengaron a los estudiantes, más bien se arengaron mutuamente, los hoy presos Jordi Turull y Oriol Junqueras.

Xenia no ha ido hoy a clase; asume con deportividad que otros compañeros sí lo han hecho y pasa página de ello para reivindicar que la semana que viene, el miércoles 30 y el jueves 31, sí que hay que lograr un paro total en las universidades. «Hay que aumentar la presión porque esto es muy grave, los sindicatos también tienen que empujar, debería ser una huelga general de 48 horas», sugiere.

¿Y Pepe? Este jienense, icono pacifista en el Estado, es uno de los que se han reunido horas antes en la antigua cárcel de La Modelo, a una manzana de la céntrica estación de Sants, para lanzar la campaña de autoinculpaciones de Òmnium y otros colectivos. Su tono es más sosegado que el de Xenia, pero el mensaje de fondo no es menos radical al evocar uno de los principios de la desobediencia civil: ««Cuando un gobierno es injusto, el sitio de una persona justa es la prisión». Lo enuncia en un catalán más que aceptable.

Mientras, algo más pintoresco está ocurriendo en la Avenida del Tibidabo, al oeste de la ciudad, en la falda del monte que cierra Barcelona. Lleva el sello de Picnic per la República, uno de los grupos que hacen de la imaginación bandera, pero cuenta también con el soporte de peso de la ANC, con su presidenta, Elisenda Paluzie, al frente. Ante la Embajada china celebran un acto de hermandad con Hong Kong, con el que evidentemente unos y otros buscan referencialidad internacional para su causa «frente a dos estados, España y China, que reprimen los derechos humanos, la democracia y la autodeterminación».

Toda convocatoria estos días tiene su público; ante la Embajada china hay cientos de personas, aunque menos que las cerca de 2.000 que se han reunido simultáneamente en Hong Kong con esteladas para respaldar a Catalunya. Los dos puntos se conectan con sendas pantallas gigantes y en Barcelona hasta se entona el ‘‘Gloria a Hong Kong’’ convertido en himno de sus protestas.

Los convocantes han pedido la víspera por Telegram que alguien lleve un piano y han invitado a músicos profesionales. Y allí están, tanto el instrumento como los cantantes. Un acorde más para la polifónica movilización civil catalana.

Madres e hijos, juntos

Convocatorias como la de la Embajada china tienen a priori un aire inevitable a ensayo-error. La práctica se ha sobrepuesto a la teoría en el proceso catalán; se trata sobre todo de hacer, y lógicamente no todo lo que se convoca funciona, pero en ese caso es desechado sin más problemas ni contradicciones.

El mismo margen de improvisación aparente marca esta jornada de protesta estudiantil. En Vic, por ejemplo, el mismo día se ha invitado a los estudiantes a acudir al campus con saco de dormir, algo de comida e instrumentos musicales para animar un encierro nocturno. La protesta llega al Extremo Oriente, como se ve, pero sin perder raíces en la Catalunya interior.

Volvemos por un momento a la Plaza Universitat para destacar otro detalle de la manifestación. Siendo jornada de protesta estudiantil y en tal escenario, lo previsible es que sea una movilización juvenil, pero a las 18.30 quienes cogen la voz cantante son las madres y padres. Y con qué nervio... «No toquéis a nuestras hijas», gritan sin parar, con todo un icono como Lluís Llach en el centro de la pancarta.

Los jóvenes van detrás, con mensajes que conectan distintas generaciones. Con esto de la exhumación, se ha quedado muy bien día para corear sobre los encarcelamientos y cargas que «esto con Franco sí pasaba». También mandan a los Borbones a los tiburones, al conseller Buch al paro y a las fuerzas de ocupación fuera de Catalunya. Una bronca monumental saluda la aparición del helicóptero sobre sus cabezas al llegar a la Plaza Catalunya, desde donde enfilan la Vía Laietana de la comisaría española, blindada por decenas de uniformados.

Queda claro que en este último lustro una generación se ha repolitizado como sus mayores lo hicieron en los 70. Xenia recuerda que en 2017 la portavoz de Universitats per la República era Marta Rosique, también estudiante de Periodismo; hoy es diputada de ERC, la más joven del Congreso aún vigente.

La manifestación de mañana será crisol para toda esta pluralidad de gentes, edades, estilos. Y también lo puede ser la campaña de autoinculpaciones, que arrancará con actos en los juzgados de las cuatro capitales la próxima semana. En la presentación en La Modelo, Angels Alasà –del colectivo Silenci, de Tarragona– dice que «damos este paso adelante, cualitativo, porque la lucha será larga y dura. Y la respuesta a la sentencia será del pueblo o no será». Veterana como es, sabe que hay tajo para más de una generación.