Unionismo en crisis en Irlanda
La autora analiza las derivadas de una mayoría de diputados nacionalistas y anti-Brexit que las elecciones británicas han dejado en el norte de Irlanda. Avanza un replanteamiento de la estrategia de bloqueo y una marejada interna en los partidos unionistas, y dibuja un horizonte de posibilidades y mucho juego político para las fuerzas nacionalistas.
El resultado de las elecciones británicas ha dejado un paisaje muy diferente al que hasta hace poco dominaba el norte de Irlanda. La mayoría de los diputados norirlandeses elegidos para el Parlamento de Londres eran unionistas. Desde el 13 de diciembre, la mayoría son nacionalistas.
Asimismo, que los unionistas hayan perdido influencia sobre el Gobierno conservador de Londres implica que, posiblemente, en los próximos días les veremos mostrar interés en reavivar las instituciones norirlandesas por primera vez desde su suspensión en enero de 2017.
Pero estas elecciones han sido un seudorreferéndum sobre la actitud de los votantes sobre el futuro Brexit. El unionista DUP llegó a estas elecciones con diez diputados que vendieron su alma a la idea de un Brexit duro (sin acuerdo) que mantuviera al norte de Irlanda con Gran Bretaña en su salida de la Unión Europea. Para ello, no dudaron en bloquear y frustrar cualquier intento de la conservadora Theresa May de alcanzar un acuerdo con la UE, aliándose con el que llegaría a ser su sucesor como líder conservador y primer ministro, Boris Johnson, y con su promesa de un Brexit duro que arrastraría al norte de Irlanda con Gran Bretaña a pesar de que el electorado había votado en su mayoría en contra. Pero las promesas de Johnson se disiparon y al Brexit duro le sucedió un acuerdo que dejará al norte de Irlanda en la UE mientras que Gran Bretaña abandona las instituciones, la unión aduanera y el mercado único. Ahora, el DUP ha pagado su propia traición al mandato electoral con la elección de una mayoría de diputados del Sinn Féin, SDLP y Partido de la Alianza que apoyan la permanencia en la UE.
El DUP enojó a los votantes no sólo con su indiferencia hacia la posición pro-UE del electorado. A ello hay que unir su indiferencia hacia la crisis institucional y del Ejecutivo norirlandés, y obstrucción hacia políticas sociales que benefician a los ciudadanos, como la crisis de los servicios sanitarios, su oposición al aborto o al igualdad matrimonial para el colectivo LGBTQA+. Las urnas les hicieron pagar por ello, y ahora volverán a Westminster con tan sólo ocho diputados. Su único consuelo, si cabe, es que los resultados del otro partido unionista, el UUP, han sido aún peores, con su única oportunidad de conseguir un escaño en Fermanagh-South Tyrone siendo arrebatada por la reelección de Michelle Gildernew con una diferencia de 57 votos.
Ahora, en su vuelta a Westminster, los diputados del DUP se encontraran con una situación completamente diferente a cuando el gobierno conservador de May necesitaba de sus diez escaños para garantizar la estabilidad del Gobierno. Fueron tiempos en que los unionistas decidieron que no necesitaban el Ejecutivo norirlandés para gobernar el norte de Irlanda cuando podían hacerlo desde Londres. Por eso no hay Gobierno en Belfast desde enero de 2017 y cada posibilidad de acuerdo fue defenestrada a última hora por un DUP desinteresado en las complejidades de gobernar con otros partidos.
Desde hoy veremos a un DUP distinto, ansioso de volver a las instituciones ahora que los conservadores no les necesitan en Westminster. ¿Hasta dónde podrán llegar en aceptar las demandas de Sinn Féin? ¿Aceptaran la cooficialidad del gaélico? ¿Apoyarán los planes para resolver las cuestiones pendientes del conflicto? ¿Cómo gobernarán ahora que no pueden vetar propuestas legislativas en la Asamblea de Belfast? ¿Cómo lidiarán con la más que posible frontera aduanera en el mar de Irlanda, que les distanciará más de la realidad de Gran Bretaña? Y no olvidemos la creciente demanda por un referéndum de unidad en Irlanda.
Quizá el cambio comience dentro del partido, ya que los resultados parecen haber encendido la mecha de la revuelta con altos cargos criticando los resultados y el liderazgo de Foster, y otros, como el diputado reelegido Jeffrey Donaldson, llamando a la unidad del unionismo en un intento de confrontar la marea de cambio político y social que amenaza con arrastrarles.
Sin embargo, esa unidad entre DUP y UUP no parece demasiado apetecible para el UUP, ya que significaría la desaparición del partido a corto plazo, y no solucionaría la pérdida de influencia política unionista, que esta reside en las políticas de ambos partidos. La conclusión de estas elecciones es que los unionistas moderados, desesperados por los anacronismos del DUP y la inestabilidad del UUP han otorgado un voto de confianza al Partido de la Alianza.