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Duras críticas a Boris Johnson por su arriesgado experimento de darwinismo social

A diferencia de lo ocurrido en el resto de Europa y en buena parte del mundo, el primer ministro británico ha decidido no adoptar medidas drásticas contra la expansión del coronavirus. Su teoría es que de esa forma buena parte de la población quedará inmunizada y que el pico de la epidemia llegará más tarde, dando margen al sistema de salud para prepararse. Admite que eso implicaría la muerte de muchísima gente, pero eso no parece quitarle el sueño. Al menos hasta ahora, que han arreciado las críticas.

Un padre pone la mascarilla a su hijo frente al Palacio de Buckingham (Glyn KIRK I AFP)

El darwinismo social puede definirse como la rama del evolucionismo que aboga por que haya una divergencia mínima, o ninguna, entre las leyes de la naturaleza enunciadas por Charles Darwin y las leyes sociales, que estarían sujetas en ambos casos a la supervivencia del más apto. El ideólogo burgues Herbert Spencer, contemporáneo de Darwin, es su principal representante en los libros de Historia y por lo que se ve, Boris Johnson es un alumno aventajado.

El modo en que el primer ministro británico ha decidido afrontar la crisis del coronavirus ha desatado estupor e indignación a partes iguales, tanto en el seno de la sociedad británica como en el exterior, entre una comunidad científica que no sale de su asombro.

Con un número menor de infectados que en otros países pero en cualquier caso creciente, como en toda Europa, el líder tory, en vez de ordenar estrategias de confinamiento que pasen por la limitación de movimientos y la prohibición de actos públicos, ha optado por aceptar una oleada de contagios masivos en el país, bajo el argumento de que así se obtendrá una «inmunidad de grupo» que permita hacer frente al virus en el futuro. Al menos, a quienes sobrevivan. Ayer lunes, por ejemplo, recomendó que no se acuda al pub, pero no se plantea cerrarlos por el momento.

«Vamos a perder a nuestros seres queridos»

Este plan, que implica la no adopción de medidas drásticas de contención, que busca retrasar el pico de la epidemia a mayo-junio y salvaguardar la actividad económica por encima de todo, supone aceptar la muerte de decenas o incluso cientos de miles de personas. Serán las que no se «adapten» a la nueva realidad de un virus que ha puesto patas arriba todo el mundo. En este caso, claro está, las menos aptas serían las personas más débiles, las mayores y enfermas.

Así de crudamente lo expuso el propio Johson cuando señaló hace unos días que «muchos vamos a perder en las próximas semanas y meses a nuestros seres queridos».

El Gobierno cuenta para su estrategia con el asesoramiento de sus dos principales consejeros científicos, Patrick Vallance y Chris Whitty, quienes sostienen que es pronto para imponer restricciones más intensas. Están en contra de prohibir actos públicos con gran asistencia de gente porque consideran que es menos efectivo que las recomendaciones ya realizadas: lavarse las manos con frecuencia y aislarse si se sienten los primeros síntomas.

«Es más probable que la gente coja el virus de un familiar o de un amigo en un espacio reducido que en un gran espacio», ha argumentado Vallance, contraviniendo la estrategia que se está aplicando en Europa en los últimos días.

«Jugando a la ruleta rusa»

Frente a la posición de ambos asesores, el director de la revista médica “The Lancet”, Richard Horton, ha acusado al Gobierno de «estar jugando a la ruleta rusa con los británicos». «Estamos ante un grave error; Boris Johnson sostiene que está siguiendo el consejo de la ciencia, pero no es verdad. Lo que necesitamos son medidas urgentes imponiendo cierres y distancia social», expuso públicamente, una crítica a la que se han sumado otros destacados miembros de la comunidad médica británica, y que acompaña a la que ha realizado también la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ha recordado que hay que hacer pruebas, ver quién está infectado, investigar a quién ha podido contagiar alguien que de positivo, imponer cuarentena y mantener la distancia en actos sociales, censurando que nada de eso se ha hecho en Gran Bretaña.

En este contexto, más de 300 científicos y investigadores de varios campos han reclamado a Johnson que imponga médicas más drásticas de distanciamiento social para combatir el coronavirus, en una carta difundida el pasado domingo. «Con un crecimiento sin restricciones, este brote afectará a millones de personas en las próximas semanas», lo que pondrá bajo presión al servicio nacional de salud (NHS), dicen los signatarios.

«Consideramos insuficientes las medidas de distanciamiento social introducidas hasta ahora y creemos que deberían imponerse otras más restrictivas inmediatamente, como está sucediendo en muchos otros países del mundo», afirman estos científicos, que además consideran inviable el presunto objetivo del Gobierno de conseguir un cierto grado de «inmunidad colectiva», puesto que ello requeriría muchas infecciones superadas y, entre otras cosas, generará más pacientes para el NHS.

Este torrente de críticas, y la publicación por parte de “The Guardian” de un documento oficial secreto de Public Health England (PHE) donde se advierte que en caso de seguir esa estrategia la epidemia podría prolongarse hasta la primavera del próximo año, afectar al 80% de la población, requerir la hospitalización de unas ocho millones de personas y causar hasta medio millón de víctimas mortales ha obligado al Ejecutivo a empezar a recular.

De momento, el ministro de Sanidad, Matt Hancock indicó el domingo a la BBC que en las próximas semanas se puede pedir a las personas de más de 70 años –unas diez millones– y a la gente más vulnerable que se aíslen en sus casas durante un periodo que puede durar hasta cuatro meses. Hancock matizó las declaraciones anteriores, y sostuvo que no están buscando que el virus se extienda para lograr una «inmunización colectiva». Pero lo cierto es que de momento hoteles, pubs, restaurantes, teatros, gimnasios y todo tipo de establecimientos y actividades siguen abiertos, y el pasado fin de semana hubo numerosos actos multitudinarios.

Lo que ocurra el próximo fin de semana solo lo saben Johnson y el propio virus.