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La deforestación en la Amazonía brasileña aumenta más de un 50% por el menor control

La deforestación de la Amazonía brasileña ha aumentado en más de un 50% en el primer trimestre del año, debido a la relajación de los controles por la llegada de la pandemia del Covid-19, que ha permitido la entrada de empresas madereras que, además, han llevado el virus a las zonas habitadas por poblaciones indígenas.

Barcos en el río Jurura, en el departamento brasileño de Amazonas. (Florence GOISNARD/AFP)

La deforestación en la Amazonía brasileña ha aumentado más de un 50% en lo que va de año respecto al mismo periodo del año anterior en plena pandemia de coronavirus.

Los datos han sido recabados por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE) durante los primeros tres meses de 2020 basándose, sobre todo, en imágenes satélite.

Sus cifras muestran que 796,08 kilómetros cuadrados de bosque han sido deforestados, lo que supone los números más altos recabados por el INPE para los primeros tres meses del año desde 2016. En 2019 se deforestaron unos 525 kilómetros cuadrados en ese primer trimestre.

De esta forma, la tendencia de destrucción de la región amazónica sigue al alza, pues ya en todo el año pasado la deforestación creció un 85% hasta los 9.165,6 kilómetros cuadrados, su mayor nivel desde 2016.

Y la previsión es que el nivel de deforestación seguirá aumentando a lo largo del año, lo que ha suscitado críticas por parte de científicos y activistas, que han asegurado que las autoridades han relajado los controles debido a la pandemia de coronavirus.

La llegada del coronavirus a Brasil, donde se registró el primer caso el pasado 26 de febrero, ha provocado un descenso en las acciones de fiscalización contra la deforestación, debido a las medidas de aislamiento adoptadas en muchos de los nueve estados de la cuenca amazónica, así como en el resto del país.

El Gobierno dice que se ha centrado en la pandemia

De hecho, el Gobierno de Brasil ha atribuido el aumento de la deforestación a que «todos los esfuerzos» están ahora centrados en combatir la pandemia.

El vicepresidente brasileño, Hamilton Mourao, quien dirige el Consejo Nacional de la Amazonía, un órgano destinado a preservar la región, ha asegurado que los madereros ilegales están aprovechándose de la crisis sanitaria para continuar con sus actividades.

Pero las organizaciones de la sociedad civil culpan de ese incremento de la tala de árboles al discurso antiecologista del presidente de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro, quien defiende la explotación de los recursos naturales de la Amazonía y poner fin a la demarcación de nuevas tierras indígenas.

No obstante, Mourao ha señalado que la semana pasada se instauró un «gabinete de gestión de crisis» en el que participan los ministerios de Defensa, Justicia y Medioambiente, entre otros, con objeto de elaborar un plan que incluirá «acciones represivas» contra la deforestación.

«Este viernes presentaremos el plan y a partir de ahí se lo llevaremos al presidente (para que decida la línea de acción que debe ser adoptada», ha explicado.

El vicepresidente prevé que, a partir de ese programa, Brasil «aumentará su capacidad de represión» contra los crímenes en la Amazonía, «a pesar de todas las dificultades de recursos económicos, que ahora están destinados para el coronavirus».

Los madereros llevan el virus

Por otra parte, organizaciones civiles también han expresado su preocupación por el hecho de que las medidas de distanciamiento y restricción impuestas para frenar el avance del virus no lleguen a las regiones más remotas.

Debido a que muchos madereros continúan con sus actividades, el Covid-19 ha alcanzado a poblaciones indígenas que viven en las reservas de la Amazonía.

A lo largo del fin de semana, las autoridades pusieron en marcha una operación para impedir la entrada de madereros y mineros en áreas habitadas por poblaciones indígenas.

Según el último balance del Ministerio de Salud, Brasil registra 1.328 muertes y 23.430 casos confirmados del Covid-19.

En el caso de algunos estados, como los de la región amazónica, la preocupación es mayor por la falta de profesionales, hospitales y equipamientos para tratar a posibles pacientes contagiados con la enfermedad.