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Entrevista
Eva Illouz
Socióloga

«Con el desconfinamiento, será necesaria una nueva ética de la responsabilidad»

La pandemia del Covid-19 «ha destruido» los ritos de la muerte y nos apela a dar forma a una «ética de la responsabilidad» en un momento en el que los gobiernos trabajan en la mayor operación de desconfinamiento de la historia, según estima la socióloga franco-israelí Eva Illouz en una entrevista con AFP.

Eva Illouz, profesora de Sociología, en su casa de Jerusalén. (Emmanuel DUNAND | AFP)

Considerada como una de las intelectuales más influyentes de nuestro tiempo en Occidente –conocida por sus obras ‘Les sentiments du capitalisme’ (Seuil), ‘Happycratie’ (Premier Parallèle) o ‘The End of Love’ (Oxford University Press)–, observa atentamente las convulsiones de un mundo en mitad de la tempestad del coronavirus. Ahora reparte su tiempo entre Jerusalén, donde es profesora de Sociología en la Universidad Hebrea, y París.

Mientras algunos ven un regreso con fuerza del Estado social, Eva Illouz también percibe en esta crisis «una ruptura en la forma de morir de la gente», como explica en esta entrevista mantenida en Jerusalén

«Piense en el paciente postrado en una cama de hospital. ¿Qué es lo que ve? No tiene contacto con su familia, no está acompañado por las personas que le quieren, no tiene ningún contacto humano en el sentido pleno del término porque médicos y enfermeros están protegidos por un equipamiento que a menudo no permite ni verles los ojos. Es como si el enfermo estuviera siendo tratado por astronautas y pierde todo contacto humano durante los días en los que ve cómo se aproxima su muerte», analiza.

«Ni los sacerdotes ni la familia pueden colocarse junto al lecho de los moribundos y esto representa una fractura abismal en la forma de morir. Añada a esto el hecho de que la enfermedad no solo asusta a los pacientes, sino también a los médicos y al personal encargado de cuidarles. De ahí la naturaleza insostenible de la «Corona-muerte», una muerte que destruye las estructuras simbólicas fundamentales de la muerte».

«Poder de coerción»

Otra transformación rápida ha sido la de la relación con el Estado. «Personalmente, nunca había sentido la coerción ejercida de forma tan fuerte sobre mí. Nunca me había parecido que el Estado tuviera tal poder de coerción... De un día para otro hemos pasado de un Estado que nos decía que todo dependía de nuestro talento, de nuestra iniciativa y resistencia, a un Estado que se sitúa por encima de las voluntades individuales y que controla todas las acciones de los individuos».

«Está claro también que, una vez más, será el Estado quien salvará al capitalismo, como lo ha hecho otras veces, como lo hizo en 1929 o en 2008. ¿Cuándo comprenderemos que el mercado no puede controlar ninguna crisis, que no puede gestionar las crisis sociales y que él mismo es la fuente de los grandes desgarros sociales?».

Hasta el momento, la crisis, subraya, está siendo «mejor gestionada» en Alemania, Nueva Zelanda, Taiwán, Islandia, Noruega o Dinamarca, donde las mujeres están en el poder. «Ahí no ha habido deriva autoritaria», sino vigorosas medidas sanitarias que han impedido «la deriva política»

«Situación explosiva»

En Estados Unidos, donde en un principio el presidente Donald Trump negó la gravedad de la pandemia, algunos ciudadanos se están manifestando contra las medidas de confinamiento, que consideran como un ataque a su libertad individual.

«Si el confinamiento dura demasiado tiempo, la situación puede volverse explosiva; si la gente es privada de su libertad y de sus ingresos, pienso que esto no será sostenible».

¿Cuándo iniciar el desconfinamiento?, ¿cómo?, ¿por qué? Una vez más, la lógica económica se enfrenta a los retos de la salud pública y también a la responsabilidad individual.

«Durante el confinamiento el Estado lo ha asumido todo, o casi todo, pero cuando se va a proceder al desconfinamiento cada persona deberá asumir su responsabilidad para consigo misma y para con los demás. Realmente, será necesaria una nueva ética de la responsabilidad».

«Tendremos que calcular los riesgos, tendremos que practicar la transparencia (...) El tipo de responsabilidad que requiere esta crisis es que cada cual debe verse a sí mismo como un peligro para los demás. Es lo contrario de nuestras categorías éticas tradicionales».

Para los trabajadores de cuello blanco o los más adinerados, las medidas de distanciamiento social son, en teoría, más fáciles de respetar. Pero a medida que avanzce el desconfinamiento, existe el riesgo de «poner a la población, sobre todo a las clases sociales más desfavorecidas, ante dilemas insuperables ya que les pediremos que elijan entre su salud y su supervivencia (económica)».

Y, esto, con el riesgo de «crear una especie de desigualdad no solo respecto a la riqueza, sino también respecto a la vida y la muerte, y esto será intolerable».