El comercio abre en Iruñea entre las medidas por el coronavirus y la incertidumbre
Aunque con numerosos establecimientos con la persiana todavía bajada, algunos comercios de Iruñea han empezado a abrir sus puertas a los clientes después de semanas de confinamiento por el coronavirus. Clientes con cita previa, medidas de seguridad higiénica especiales y la omnipresente incertidumbre sobre el futuro de estos negocios marcan su vuelta a la actividad.
Mañana soleada y numerosas personas aprovechando la última hora de paseo antes de empezar a realizar las compras cotidianas. Las colas empiezan a formarse ante los establecimientos de alimentación y las farmacias, a las que en esta jornada de lunes se han sumado los comercios, que ya pueden abrir sus puertas después de casi dos meses cerrados por la epidemia de coronavirus.
No es la norma general, ya que muchos permanecen con la persiana bajada o a medio abrir para empezar a prepararse para afrontar la ‘nueva normalidad’, con furgonetas cargadas de género que van llenando los locales, donde se procede a limpiar en profundidad.
Los más previsores ya tenían todo a punto y empiezan a recibir a sus primeros clientes con cita previa, tal y como establece la correspondiente fase del proceso de desescalada.
Uno de los sectores más madrugadores y con más demanda es el de las peluquerías, con clientes ansiosos por adecentarse el pelo después de tantas semanas y ahora que ya se empieza a salir a la calle con cierta regularidad. Incluso en algunos lugares se forman colas de clientes que no sabían que es necesario contar con cita previa.
En una peluquería de Alde Zaharra, Anabel ya está atendiendo a sus primeros clientes. En la puerta acristalada de su establecimiento, un cartel especifica que el aforo máximo permitido es de una persona, que ya se encuentra en su correspondiente sillón con Anabel ataviada con una pantalla protectora y guantes empezando a atenderle.
Anabel afronta esta primera jornada de vuelta al trabajo «con ilusión y con ganas de empezar a volver a la normalidad». Una normalidad laboral que está marcada por las pautas a seguir. Así, «atiendo a las clientas de una en una y con cita previa. A cada una le doy dos horas y en ese tiempo, la puedo atender y desinfectar todo lo que utilizo».
Las medidas de seguridad higiénicas comienzan desde que el cliente pone el pie en su local. «En el suelo he colocado un plástico con una solución alcohólica para que pise. Además, cuenta con geles para las manos nada más entrar. La bata y la toalla que voy a utilizar están en su correspondiente bolsa de plástico y la clienta deja sus pertenencias también en una bolsa», explica.
Además, las estanterías del local aparecen forradas de plásticos «para así poder limpiarlos en todo momento».
Siguiendo estas medidas, tiene previsto trabajar de 9.00 a 19.00 horas, lo que supone un horario más amplio del habitual, pero «así puedo atender a varias clientas, unas cinco». Después de un tiempo de ‘vacaciones’, ahora «toca trabajar más y cobrar menos, pero también supone trabajar más tranquila y disfrutando de la compañía de las clientas», que, al coger cita previa, le han trasladado su ilusión por regresar a la peluquería, «porque vernos bien influye en nuestras ganas de afrontar la situación».
El futuro laboral incierto de los empleados
En otros locales más grandes o empresas que cuentan con varios establecimientos, la incertidumbre es mayor, tanto por cómo funcionará el negocio al reabrir sus puertas, como por la situación laboral de sus plantillas.
Este es el caso de una zapatería, donde Miguel Ángel prepara el género que ofrecerá a sus clientes. Ha decidido retrasar la apertura una semana, ya que «no teníamos muy claro si el sistema de cita previa iba a funcionar en nuestro caso».
Por ese motivo, se centra en desinfectar a fondo el local y en presentar el género de la temporada de verano, que se ha echado encima después de dos meses de parón en una actividad con unos productos muy estacionales.
Miguel Ángel califica la situación en el sector de este tipo de comercio y del de ropa de «drama», ya que llevamos «dos meses sin facturar y en la ropa y el calzado compramos por temporada para seis meses». Por lo tanto, los artículos de invierno «los tenemos en casa y sin ingresar». La forma de afrontar esta situación es «negociar con los proveedores y con los caseros de los locales. A ver cómo salimos de esta».
A esta dificultad se suma el futuro de las plantillas. «Yo tengo ocho empleadas, que se encuentran en ERTE. Ahora estoy estudiando si rescatamos a todo el personal o parte, porque no sabemos con qué ganas va a salir a la gente. Ojalá empecemos a trabajar normal, pero si no es así y no nos dejan seguir el ERTE, igual hay gente que se va al paro y es peor, ya que se va a trabajar según aforo, con una venta por empleado».
Mientras toma esa complicada decisión, prepara su local para atender a los clientes. «Hemos comprado pantallas y máscaras para los trabajadores, y utilizaremos gel, guantes y calcetines desechables, además de desinfectar los artículos que se lleguen a tocar».
Con esas medidas atenderá «a la gente que espero que venga, aunque no creo que vaya a ser como antes. Estamos con esa incertidumbre».
Por el momento, el dinero que van recibiendo de mutuas, como en el caso de Anabel, o del paro como autónomos, en el caso de Miguel Ángel, van paliando su situación económica, a la que esperan que se sumen las ayudas anunciadas, por ejemplo, por el Gobierno de Nafarroa.
Pero consideran que la clave está en la respuesta del público, algo difícil de valorar en estos momentos y que dispara la incertidumbre en el comercio. Una inquietud que solo se irá despejando con el tiempo y si el coronavirus lo permite.