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Netanyahu, un hábil estratega capaz de todo por su supervivencia

Primer ministro más joven y más longevo en la historia de Israel, el ultrasionista y derechista Benjamin Netanyahu es un mago de la supervivencia política, todo un cínico maestro en el arte de tensar la cuerda para seguir en el poder sea como sea, contra viento y marea, frente a reveses políticos y procesos judiciales.

Dabid Lazkanoiturburu (Gorka RUBIO/ARGAZKI PRESS)

Apodado «Rey Bibi» por sus partidarios, Benjamin Netanyahu, 70 años, jura hoy el cargo, que mantendrá durante el próximo año y medio, período tras el cual ha prometido que lo traspasará a su exrival y hoy socio de gobierno, el general «centrista» Benny Gantz.

Tras 16 meses de gobierno, tres elecciones en un año sin un claro vencedor y que han hartado a la población,  refundaciones de partidos, alianzas antinaturales, negociaciones, zancadillas, traiciones, insultos y ofertas tentadoras, finalmente «Bibi» ha logrado doblegar a su contrincante, que hará lo que siempre aseguró no haría: gobernar junto a él. Y con importantes concesiones.

Y Netanyahu lo ha logrado pese a acumular tres procesos judiciales por corrupción en su contra, por los que tenía que haber comenzado a declarar el pasado 17 de marzo. Procesos que le reconocen otro récord, este mucho menos glorioso: el de ser el primer jefe de gobierno inculpado en el ejercicio de sus funciones, lo que jurídicamente le impediría continuar o renovar en el cargo.

Ni por esas. Netanyahu ha sorteado a jueces y a opositores en medio de la situación excepcional causada por la pandemia.

Pero, en realidad, el coronavirus es la excusa en la que se han refugiado sobre todo sus rivales para justificar la marcha atrás ante un Netanyahu dispuesto a forzar todas las costuras del complejo mapa político israelí, incluso a ir a una inédita cuarta convocatoria electoral, en aras a su propia supervivencia, política y personal.

Con su ronca voz de tenor, sus cabellos plateados siempre inmóviles y vestido siempre con su traje y corbata azules sobre una camisa blanca, el por ahora único primer ministro nacido tras la fundación del Estado de Israel es un hábil estratega y equilibrista.

Nacido en Tel Aviv el 21 de octubre de 1949, Netanyahu heredó el bagaje político de su padre, Benzion, que fue asistente personal de Zeev Jabotinsky, líder de la tendencia sionista conocida como «revisionista», que apuesta por el «Gran Israel».

De ahí su visión de Israel como «Estado judío», con unas fronteras que se extiendan al nordeste hasta Jordania. Ahí se inscribe su pretensión de anexionarse el fértil valle del Jordan, en la Cisjordania ocupada.

El joven Netanyahu hizo el servicio militar durante la Guerra de los Seis Días, en la que Israel invadió y ocupó Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental, así como los Altos del Golán sirios y el Sinaí egipcio.

En 1976, su hermano mayor, Yoni, comandante de un comando para liberar a los secuestrados de un vuelo Tel Aviv-París desviado a Uganda por la organización palestina FPLP, murió durante el asalto.

El suceso le marcó profundamente. Benjamin Netanyahu hará de la «lucha contra el terrorismo», que asocia, cómo no, a la resistencia palestina, el eje de su carrera política.

Buen orador, negociador tenaz, trabaja como diplomático en Washington y en los ochenta será nombrado embajador ante la ONU. De vuelta a Israel, es elegido diputado por el Likud (derecha), coalición en la que se convierte, con su «estilo americano», en la estrella ascendente.

Durante la Guerra del Golfo de 1991, en la que Israel fue objetivo de una lluvia de misiles iraquíes, se convirtió en la voz del país en la cadena CNN. Cómodo ante las cámaras, su conocimiento de los códigos mediáticos iba acompasado con su buen inglés, adquirido durante sus estudios en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT).

En 1996, y con tan solo 47 años, Netanyahu triunfa frente al decano Shimon Peres y se convierte en el primer ministro más joven de la historia de Israel.

Será por poco tiempo, tres años, ya que en 1999 fue derrotado por el militar laborista Ehud Barak.

Pero, tras un breve paréntesis en la empresa privada volverá a la que es su pasión, la política, como ministro de Exteriores y Finanzas en los ejecutivos de Ariel Sharon (2002-2005).

Tras la crisis política interna que desemboca en la fundación, por parte de Sharon, de una nueva formación (Kadima), Netanyahu retoma el control del Likud. En 2009 vuelve a ser nombrado primer ministro. 11 años seguidos, solo superado en Europa por la alemana Angela Merkel. Hasta hoy. Y, por lo menos, hasta dentro de 18 meses

Netanyahu se presenta como el adalid del Estado sionista frente al nuevo «Amalek», enemigo histórico de los hebreos en la Biblia.

Esa inquina, incluso personal, le enfrentó al entonces presidente de EEUU, Barack Obama, quien en su segunda y última legislatura promovió el acuerdo internacional sobre el programa nuclear iraní.

Hay que decir que el nulo feeling personal entre ambos no afectó en ningún momento a la alianza estratégica entre EEUU e Israel.

Con todo, con un Obama ya en retirada, Netanyahu apostó todas sus bazas al triunfo de Donald Trump en 2016. Y volvió a ganar.

Con el magnate en la Casa Blanca, el primer ministro israelí no solo ha ganado un aliado entusiasta que ha hecho suyos sus planes más expansionistas, sino un modelo a seguir.

Y es que los adversarios de Netanyahu ven en sus reivindicaciones mucho de pose y le describen como un autócrata dispuesto a lo que sea para seguir en el puesto.

Para Gideon Rahat, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad hebraica de Jerusalén, Nentanyahu ha derechizado aún más su discurso tras sus reveses policiales.

«Cada vez se inclina más por el populismo. Lucha por su supervivencia. Es una guerra personal».

Y ha ganado la enésima y, de momento, última batalla.