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Mascarillas y rastreo, compañeros de viaje en la desescalada

Lakua relajará las restricciones de movilidad dentro de los herrialdes desde el lunes, amparado en una evolución que se intuye positiva, pese a cierto caos en la publicación de los datos. La solidez de la desescalada, en todo, caso, dependerá del comportamiento social, por ejemplo con las mascarillas, y de la efectividad de elementos como el rastreo.


Empieza la danza. Así ha bautizado la fase de la pandemia en la que nos encontramos el investigador Tomás Pueyo, que está teniendo un notable éxito con varios artículos –traducidos a una treintena de lenguas– en la plataforma Medium. La fase anterior era la del martillo, donde imperaban las medidas drásticas para hacer bajar la curva de la transmisión. El martillo con el que golpear la curva era nuestra normalidad. Confinamiento absoluto. Descendida la curva, toca bailar con ella, en una danza que durará meses y que consiste en mantenerla a raya e impedir que levante el vuelo.

Cuanto más precisa sea la danza, mayores cotas de aquello que llamábamos normalidad. Ayer Lakua se vio con confianza para permitir la movilidad dentro de los herrialdes a partir del lunes. Parece lo lógico, después de que la consejera de Salud, Nekane Murga, anunciase que pedirán pasar a la fase 2. Con todo, conviene recordar que la CAV sigue estando en una fase 1 restrictiva, ya que siguen sin poderse celebrar reuniones de hasta diez personas en la calle o en casas, algo que sí se puede hacer, por ejemplo, en Nafarroa.

En los últimos días ha habido bastante revuelo con los datos ofrecidos por Lakua. Ayer se actualizó el boletín diario, añadiendo cifras asistenciales, y aclarando algunas lagunas sobre la cifra de hospitalizados; ofreciendo, en definitiva, la imagen de una tendencia positiva.

La situación en los hospitales y la cifra de fallecidos confirman dicha tendencia, aunque el crecimiento de la tasa de contagio (Rt) refuerza la idea de que esa mejora se está pudiendo ralentizar. Eso sí, es toda una odisea aclararse con los datos. Para hacerse una idea, según el informe del Ministerio de Sanidad, el 14 de marzo no hubo ningún muerto en la CAV; según el boletín de Lakua, hubo uno; y según el recién estrenado “Informe de datos asistenciales”, hubo dos.

Ahora mismo hay que hacer tres másteres para saber dónde estamos. Uno para entender las restricciones de la fase 1, otro para saber cuándo van a empezar las clases –Ibai Azparren, en la página siguiente, es alumno aventajado– y el tercero para descifrar las cifras cambiantes que van llegando.

Planes de vigilancia

En medio de este caos, al menos comunicativo, Murga presentó ayer el plan de vigilancia epidemiológica con el que esperan tener a raya al coronavirus. Se suma al plan presentado la víspera por Nafarroa. Tras comprobar que el nivel de inmunidad colectiva queda lejos siquiera del 10%, la danza a la que hace referencia Pueyo depende del correcto funcionamiento de estos planes de vigilancia.

Dos ejemplos de danza harmónica. Primero, Corea del Sur detectó la semana pasada a un joven con covid-19 y tres días después las autoridades habían contactado ya con 7.200 posibles contactos y habían identificado a una cuarentena de nuevos infectados. Segundo: tras más de un mes sin casos, Wuhan detectó hace una semana seis positivos; analizó inmediatamente a 5.000 vecinos y ha ordenado hacer test a sus 11 millones de habitantes. Ahí es nada.

Los planes de Iruñea y Gasteiz son más humildes, pero el modelo propuesto sigue las recomendaciones de la comunidad científica, que comparte un consenso abrumador. La estrategia pasa por detectar cuantos más casos mejor, aislarlos para evitar que transmitan el virus y rastrear sus contactos en busca de personas a las que ya hayan podido contagiar. Test, aislamiento y rastreo de contactos, la santísima trinidad de la desescalada.

Los nuevos protocolos de actuación ya comprenden la realización de test a toda persona sintomática, y la capacidad de aislamiento existe, por lo que la atención se centra en la tercera pata, el rastreo. En Nafarroa, el encargado será el Consejo Sanitario de Enfermería, mientras que en la CAV se creará una nueva figura: la «enfermera gestora de casos de covid-19».

El modus operandi será parecido en ambos territorios. Cualquier profesional de Atención Primaria podrá pedir una PCR para cualquier caso sospechoso de infección. Mientras se le hace la prueba quedará en cuarentena, y si da positivo, además de mantener el aislamiento, se le llamará por teléfono para hacerle una encuesta y buscar a los contactos estrechos a los que haya podido contagiar, tanto a nivel comunitario como laboral.

Uno a uno, se llamará a todos esos contactos estrechos para advertirles de su situación, se les pedirá que se pongan en aislamiento y se les hará una PCR. Si dan positivo, la rueda vuelve a ponerse en marcha y se buscan sus contactos; si da negativo, deberá seguir aislado y se le hará otra prueba al cabo de siete días.

Esta es la danza a la que se refiere Pueyo sobre el papel. Si se hace bien, permitiría detectar rápidamente a los infectados asintomáticos y a aquellos que todavía no han tenido síntomas. Estos dos grupos son la fuente del 55% de los contagios.

Pero para que el baile funcione es fundamental detectar a muchos contactos y hacerlo muy rápido. Esto, sin los recursos de rastreo digital que utiliza Corea del Sur –su estrategia va mucho más allá de la aplicación móvil–, solo se puede hacer con ingentes recursos humanos. Y aquí es donde los planes presentados por Iruñea y Gasteiz generan dudas. En Iruñea, en el Consejo Sanitario trabajan ahora 34 profesionales, a las que se suma un call center con nueve personas. En total, 43. En la CAV, en una primera fase serán 34 las enfermeras gestoras; en una segunda fase serán 149, a las que hay que sumar 13 epidemiólogas, una por OSI. En total, 162.

La realidad es que habrá más gente participando en ese rastreo. En la CAV, por ejemplo, podrán participar enfermeras de Atención Primaria, y en ámbitos como el laboral el rastreo quedará en manos del servicio de prevención de cada empresa. Las cifras, en cualquier caso, quedan lejos de las de países de referencia como Alemania, que está organizado equipos de cinco rastreadores por cada 20.000 habitantes. Para ese ratio, serían necesarios 554 rastreadores en la CAV y 162 en Nafarroa.

Epidemiólogos como Adam Kucharski, de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, calculan que habría que encontrar, de media, entre 20 y 30 contactos por cada positivo. Ayer se detectaron 42 nuevos casos mediante PCR en Hego Euskal Herria, lo que significa que habría que contactar con entre 840 y 1.260 personas. Y habría que hacerlo a gran velocidad, pues cada día que pasa aumenta la posibilidad de contagio.

Mascarillas a debate

Otro elemento para bailar con el coronavirus en la desescalada son las mascarillas. A la espera de que hoy Pedro Sánchez pueda decir algo sobre una obligatoriedad con la que se lleva algunos días especulando, ya son pocos los que dudan de su utilidad. El director de Emergencias, Fernando Simón, volvió a decir ayer que son «muy recomendables» y Murga realizó un alegato inédito hasta la fecha a favor de su utilización.

La comunidad científica, mientras tanto, sigue dando argumentos a favor de su uso. La última investigación, publicada por la Academia de las Ciencias de EEUU, señala que una conversación a corta distancia puede ser también fuente de contagio, sobre todo en espacios cerrados.