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PRIMERA REINFECCIÓN POR UN VIRUS TODAVÍA ESQUIVO

Lo han documentado en Hong Kong y, sin duda, es una mala noticia. Una persona ha sido infectada dos veces distintas por el SARS-CoV-2; la primera en China y la segunda en el Estado español. La posibilidad de la inmunidad de grupo por mera exposición se complica.


Son ya 23 millones los casos de covid-19 certificados con PCR a lo largo del planeta. Y no se había constatado una reinfección hasta ayer. La noticia no viene de sorpresa. Otros estudios habían apuntado este hecho, solo que en esta ocasión ya no caben dudas. O, más bien, las dudas que abre el hallazgo son otras: ¿por qué se ha tardado tanto en documentar una reinfección?, ¿el covid se pasará varias veces en la vida o solo una?, ¿el caso de reinfección es uno entre millones o será corriente en el futuro?...

La persona en concreto es un informático hongkonés de 33 años que enfermó por vez primera hace cuatro meses. Ha sido en un reciente regreso a su país desde el Estado español cuando se le ha detectado de nuevo el virus. Con la particularidad de que la cepa que lo reinfectó ha sido distinta que la que le produjo el covid por primera vez. No cabe duda, pues, de que ha contraído la enfermedad en dos ocasiones.

El caso no supone un jarro de agua fría total. En la primera de las ocasiones, el paciente apenas manifestó síntomas. Y en esta segunda vez no se ha detectado ninguno. Quizá solo se inmunizó parcialmente.

Antes de que este caso se confirmara, muchos epidemiólogos, como Vincent Rajkumar, apuntaban que la clave no reside tanto en si los humanos pueden reinfectarse o no, sino en cómo de grave sería un segundo episodio de la enfermedad.

Distintos estudios ya habían señalado que el nivel de inmunidad que habían generado las personas con pocos síntomas parecía menos robusto. En algunos casos, el nivel de inmunidad resultaba indetectable y, en otros, se iba reduciendo con el tiempo.

Algo parecido pasa con las vacunas que se están desarrollando. Por ejemplo, los resultados verdaderamente esperanzadores que arrojó la vacuna de Oxford se conseguían con el segundo pinchazo. Una única inyección no bastaba para conseguir los ansiados anticuerpos neutralizantes en número lo suficientemente alto para los expertos. De un lado, parece increíble que todavía existan lagunas tan importantes en torno a este virus cuando muchos de los mejores científicos del mundo han dejado a un lado todo lo que estaban haciendo para ponerse a investigar al desconocido.

Por otro, aún más fascinante resulta todo lo que se ha podido averiguar en menos de un año. Uno de los primeros hitos fue la secuenciación de su genoma completo, logro que se consiguió empleando inteligencia artificial. Este mapeo de los genes del virus permitió conocer que, previamente, parasitaba murciélagos. El estudio genético también sirvió para conocer cómo entra en nuestras células, usando la proteína Spike (las espinitas que sobresalen del virus) que se une a otra humana denominada ACE2, sirviéndose para ello de unas proteasas celulares (la furina y la TMPRSS2). Estas proteasas y el receptor ACE2 están en gran cantidad de tejidos humanos, lo que hace que el virus pueda infectar células diferentes. Por eso el virus no afecta únicamente al aparato respiratorio, sino que puede alojarse también en otros órganos.

Una G en la 23.403

Las variaciones en el genoma que se han ido detectando a lo largo del año permiten distinguir a unos coronavirus de otros, aun tratándose todas las variables del mismo microorganismo. Se sabe que la cepa que circula mayoritariamente por el mundo varió un poco su Spike con respecto a los primeros virus aislados en la ciudad china de Wuhan. El cambio en una única letra de las 30.000 que tiene el genoma del nuevo coronavirus se detectó por primera vez en Italia. Probablemente –las primeras informaciones sobre el caso anunciado ayer de Hong Kong no entran en este particular–, la reinfección ha podido certificarse porque el enfermo fue infectado por un segundo virus con ese Spike hallado en Italia. Concretamente, la letra que ocupa la posición 23.403 del coronavirus original era una «A» y en la versión italiana aparece una «G». A consecuencia de ello, un aminoácido de los que conforman el Spike cambia y, aparentemente, infecta mejor.

En cualquier caso, si las personas pueden reinfectarse y, además, volver a transmitir la enfermedad por segunda vez, una eventual inmunidad de rebaño conseguida a base de contagios se complica. Así pues, todo pasa por conseguir una o distintas vacunas que ofrezcan inmunidad perdurable. Aunque haya que pincharse varias veces.