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Cuando la Concha descubrió Oro

‘Beginning’, de Dea Kulumbegashvili, rubrica un palmarés histórico para una edición de Zinemaldia igualmente memorable

Víctor Esquirol
Víctor Esquirol

Decían las malas lenguas que uno de los problemas más gordos que arrastraba Zinemaldia se relacionaba con su incapacidad a la hora de premiar a las mejores películas que pasaban por sus sucesivos concursos. Pero claro, ¿qué es mejor y qué es peor? ¿Lo que yo considero bueno puede ser malo para otro crítico que decide abandonar la sala en plena proyección del film de marras? Pues sí, claro. Esto, al final, se reduce al gusto, las preferencias, los códigos y los cánones de cada uno.

Pero de nuevo, hay quien insiste, y quien nos invita a mirar lo que pasó el año pasado, o para ser más exactos, cómo se resolvió la 67ª edición del Zinemaldia. Con la Concha de Oro concedida a la brasileña ‘Pacificado’, de Paxton Winters. Y si aún no la has visto, seguramente sea porque, un año después, nadie se ha decidido aún a traerla a nuestras salas. Duele porque apunta hacia aquello que un festival de esta magnitud más debería temer: la intrascendencia. Y sí, cierto, esta anomalía se puede explicar como, de hecho, lo estamos explicando todo estos últimos meses.

A lo mejor lo que ha pasado ha sido 2020, el año que no respeta a nada ni a nadie. Pero a lo mejor, en este curso que no vimos venir, todavía aguardaba otro giro de guion magistral. Subió Luca Guadagnino (presidente este año del Jurado de Zinemaldia) y proclamó aquello por lo que algunos suspirábamos: «¡‘Beginning’, de Dea Kulumbegashvili!» Y la sala de prensa, siempre respetando la distancias de seguridad, estalló. Hay quien prefirió morirse de vergüenza; hay quien no cabía en sí mismo de júbilo. Por supuesto, me incluyo en este segundo grupo.

Con la concesión de la Concha de Oro a la joven cineasta georgiana, Zinemaldia vuele a la primera línea de la relevancia cinéfila, aquella que se afianza apostando por los talentos que arriesgan, que agitan, que dividen… que de ninguna manera pueden dejar indiferente a quien esté a su lado. En este sentido, y a pesar de que, repito, ‘Beginning’ me parece una de las mejores películas que haya visto no solo en este certamen, sino directamente este año, entiendo perfectamente la repulsión que puede llegar a generar.

Y de hecho, está bien que así sea. Es que tiene que ser así. Recordemos, ya que estamos, que entre el amor y el odio está la indiferencia. El no molestar a nadie… pero también el no calar en nada. El no estar mal del todo… pero tampoco estar necesariamente bien. Hubo algún ejemplo de esto en la 68ª edición de Zinemaldia (como los hay, desgraciadamente, en todos los demás certámenes), pero por suerte, el jurado logró esquivarlos casi todos. Y así las cosas, se concretó la mejor noticia: ya nadie se acuerda del incidente de ‘Pacificado’. Y pensamos en Isaki Lacuesta y ‘Entre dos aguas’, y en James Franco y ‘The Disaster Artist’… al final, resulta que este festival sí sabe localizar el talento.

Y con estas energías renovadas, toca hablar, dígase una vez más, de ‘Beginning’, de Dea Kulumbegashvili. Una película que juega en otra liga, que parece otra cosa; otra experiencia. Una propuesta (dejémoslo así) que es como si hubiera llegado de otro mundo; de una dimensión en la que se barajan sensibilidades y lenguajes distintos al nuestro… pero que aún así, hablan de lo que somos como personas; como sociedad, o sea, como esa gran familia en vías de desintegración. En Zinemaldia del año 2020, siempre lo diré, fue cuando descubrí a Dea Kulumbegashvili… y para mayor placer, fue cuando el festival institucionalizó dicho hallazgo. La Concha descubrió Oro.

Pero claro, ya se sabe que los grandes astros tienen un hambre voraz, y aunque no lo quieran, eclipsan a los cuerpos que rondan su órbita: los engullen. ‘Beginning’ se descubrió ahí como un ser insaciable, que quiso también el Premio al Mejor Guion (firmado por la propia directora y por Rati Oneli), el Premio a la Mejor Actriz (para Ia Sukhitashvili, su impresionante protagonista) y a la Mejor Dirección. Lo ganó prácticamente todo, porque de verdad, cuando apareció en nuestras vidas, lo demás quedó en un segundo lugar. Pocas veces un escándalo como este debió oler tanto a justicia divina.

Igualmente, fue motivo de celebración el Premio a la Mejor Interpretación Masculina, galardón partido en cuatro justas partes entre Mads Mikkelsen, Thomas Bo, Magnus Millang y Lars Ranthe, espectacular cuarteto protagonista de la estupenda ‘Another Round’, de Thomas Vinterberg. El Premio a la Mejor Fotografía fue para Yûta Tsukinaga, por su trabajo en la japonesa ‘Any Crybabies Around?’, de Takuma Satô. Por último, el Premio Especial del Jurado fue para la energía del nuevo documental de Julien Temple, ‘Crock of Gold: A Few Rounds With Shane MacGowan’. Aciertos más o menos plausibles, pero de nuevo, a la sombra de la reina, de esta diosa cruel que ha entrado con arrolladora fuerza en el firmamento del cine de autor. Dea Kulumbegashvili. Una vez más: Dea Kulumbegashvili. El mundo es suyo; Donostia también.

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