Johnson y sus cartas, la UE y sus caladeros
Todo proceso negociador tiene sus liturgias y sus tiempos, prorrogables sobre todo si una de las partes es la UE, pero tengo para mí que si Trump hubiera ganado las elecciones hace tiempo que Johnson se habría levantado ya más de una vez de la mesa.
Y no porque el magnate le fuera a ofrecer nada del otro mundo como alternativa al comercio con el continente, sino porque reforzaba su margen y posición en la negociación.
Pero la victoria en EEUU de un descendiente de irlandeses como Biden ha dejado al primer ministro británico con la carta-amenaza de reinstaurar la frontera que parte en dos Irlanda pegada a su mano. Y le ha obligado a prometer que la mantiene en suspenso a cambio de gestos de la parte europea.
Esta ha leído el momento y ha incrementado sus exigencias a Londres en materia de pesca, competencia comercial y futuro arbitraje de los diferendos. Frente a una Alemania dispuesta a priorizar un acuerdo, el Estado francés, que siempre hizo todo lo posible para evitar la entrada de Gran Bretaña en la UE, lidera el frente de los que exigen que, ahora que se va de motu propio, su salida sea simbólica y que Londres siga sujeto en la práctica a esa suerte de «estoy sin estar» que desde el cheque británico no le exime de compartir caladeros jurídico-comerciales con Bruselas. Y Barnier habla francés.
Las negociaciones siguen, lo que beneficia a una UE experta en estas lides. ¿Seguirá en la mesa Johnson o volteará el tablero? Yo diría lo primero pero atentos a su revuelto peinado.