Fondo europeo Covid: del chantaje a la tregua en derechos
La Unión Europea, y sobre todo los estados miembros más machacados por la pandemia, respiran aliviados tras lograr que Hungría y Polonia hayan levantado el veto al «plan Marshall» para hacer frente a la crisis económica agravada por la covid y al presupuesto comunitario.
La urgencia de Italia y del Estado español por recibir esos fondos –el presupuesto recién aprobado por la mayoría parlamentaria en torno al Gobierno Sánchez compromete ya 24.000 de los 144.000 millones que tocan a Madrid– evidencia el chantaje a Bruselas de los Ejecutivos de Budapest y Varsovia por su negativa a que las ayudas europeas estén sujetas al respeto a los estándares que marca la UE en materia de derechos .
Conviene recordar que, pese a su desprecio a esas limitaciones, tanto Polonia como Hungría necesitan las ayudas europeas tanto o más que los países del sur. Receptores natos desde que entraron en la UE, han recibido desde 2004 la inyección de decenas de miles de millones de euros en esos países. Otra cosa es cómo los han gastado.
Que en cierta manera iban de farol quedó patente cuando la amenaza de Bruselas de que la UE seguiría con su plan de rescate económico dejando a un lado, a todos los efectos, a esos dos países provocó en los dirigentes de estos últimos un cambio de tono que pasó del enroque en su postura a su disposición a negociar una salida.
Esta marcha atrás ha propiciado un acuerdo por el que la vinculación de los subsidios al respeto al Estado de Derecho se congela durante dos años y se condiciona a que sea avalado para entonces por el Tribunal de Justicia de la UE.
Pese a que Bruselas insiste en que, en caso de que lo haga, se aplicará de forma retroactiva, Hungría y Polonia ganan tiempo y seguirán presionando para que el mecanismo se limite a castigar cuestiones como la corrupción pero deje al margen temas como los derechos de las mujeres y de colectivos como el LGBT y la solidaridad para acoger a migrantes y refugiados.
La tregua ha sido impulsada por la presidencia alemana de turno de la UE. Alemania mira de reojo a la influencia de Rusia en el centro-este europeo en una pugna geopolítica de raíces históricas.
Y los devaneos de la Hungría de Orban –Polonia, recelosa por igual de Rusia y Alemania, es otra historia– con el Kremlin, a cuenta incluso de la vacuna rusa Sputnik, encienden algunas alarmas en Berlín.
Mientras tanto, lo que sigue en tregua es la configuración de la UE como una unión de respeto y promoción de los derechos humanos. De todos.