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El programa Erasmus se reinventa en la era del covid

Las restricciones impuestas en los diferentes estados europeos para hacer frente a la pandemia provocada por el covid-19 ha hecho mella en el programa de Erasmus, ya que muchos estudiantes se ven obligados a seguir las clases de forma telemática.

Estudiantes de Erasmus en París. (Ludovic MARIN / AFP)

El programa Erasmus se reinventa en su 34 aniversario adaptándose a las restricciones a la movilidad y al contacto interpersonal, dos de sus pilares fundamentales, pero con la esperanza de que, tras la covid, recuperará su esencia.

«No creo que el Erasmus tenga que cambiar porque, en cuanto la pandemia termine, se reanudará como antes» explica a Efe Sofia Corradi, fundadora del programa y conocida como Mamma Erasmus.

En 1957, tras estudiar en Estados Unidos con una beca Fulbright, pidió a la universidad de La Sapienza, en Roma, que convalidara sus exámenes en el extranjero para terminar su licenciatura.

Al negarse, Corradi apostó por un programa que, 34 años después de su fundación, en 1987, ha conseguido que alrededor de 940.000 estudiantes y voluntarios vivan la experiencia de estudiar fuera de su país, con el objetivo de «promover la paz entre las naciones y democratizar el acceso de todos a una educación en el extranjero».

Pero la pandemia le ha obligado a reinventarse. Los países receptores han transformado la experiencia, alternando modelos presenciales y virtuales, y limitando los viajes al ámbito nacional o regional.

Un antes y un después

«Sin duda el Erasmus tuvo un antes y un después debido al coronavirus», señala Karolaynne Alves, que voló a Lisboa para estudiar su último año de Derecho en la Universidad Nova y que, pese a los cambios, cree que el virus no impide «conocer a personas de diferentes países y nuevas culturas».

Recibió enseñanza presencial el primer cuatrimestre, pero el confinamiento, decretado en Portugal el 15 de enero, y la suspensión de las clases una semana después, han modificado el modelo.

El principal cambio se ha dado en las relaciones sociales. «Todo está cerrado y no puedes salir de casa más que para lo esencial», cuenta.

Los encuentros han quedado en segundo plano, «solo nos queda el WhatsApp hasta que se retiren las medidas», lamenta Alves, que aun así asegura que repetiría «sin pensarlo».

En el otro extremo del país, Raúl Nieto vio cómo la pandemia desbarataba su intercambio en la Universidad de Maia, en Oporto, uno de los focos más activos en la segunda ola. «A partir de octubre empezaron a subir los casos y las clases presenciales se cancelaron», relata.

Encerrado en su habitación para seguir las aulas online y con restricciones cada vez más duras, Nieto no ha tenido la oportunidad de «aprender el idioma, disfrutar de la cultura y relacionarme como se espera en un Erasmus».

«No tenía sentido seguir adelante», explica el joven, que describe sus jornadas lectivas como «horas frente al ordenador, solo», por lo que ha cancelado la beca para cursar el segundo semestre en su universidad de origen.

Solo se lleva cinco clases presenciales: no hubo fiestas, ni viajes, ni la posibilidad de vivir en directo el fútbol portugués, una de las ilusiones que llevaron a este joven estudiante de periodismo a escoger Portugal.

Un día a día «más difícil»

«No está siendo lo que yo esperaba», afirma Lydia, estudiante de Bellas Artes, sobre su Erasmus en Roma, donde solo algunos alumnos pudieron pisar las aulas los primeros meses.

Para Sara, estudiante de Periodismo en la Universidad Tor Vergata, las clases se han vuelto «más difíciles» porque la barrera del idioma es aún mayor en el aula virtual, a lo que se suman las restricciones, con bares cerrados y la prohibición de invitar a más de dos no convivientes a casa.

«Al principio se pudieron hacer algunas fiestas y fue más fácil hacer grupos», subraya Inma, que llegó a Italia para estudiar su último curso de Matemáticas.

Muchos de sus compañeros han decidido quedarse en tierra y no hacer el Erasmus, lo que ha reducido aún más su círculo de posibles amigos.

Los viajes, otro de los atractivos de la experiencia, también están restringidos, aunque, aseguran, son una oportunidad. «Hacemos excursiones a pueblos alrededor de Roma y ahí te das cuenta de que no es lo lejos que te vayas, sino las ganas que le pongas a descubrir sitios nuevos», explica Lydia.

Aunque este «puede que sea el peor» año de Erasmus, sentencia Sara, no se arrepienten de haber seguido adelante con el programa en la capital italiana.

Problemas de salud mental

La decisión del Gobierno francés de suspender, en noviembre, la enseñanza presencial, no amilanó a muchos jóvenes, como Beatriz Guillén, estudiante de Economía y Finanzas en la Universidad Autónoma de Madrid que cursa su Erasmus en París-Dauphine.

«Es triste ver París cerrado, sobre todo cuando has experimentado los bares y los museos durante los primeros meses. No es un Erasmus como me esperaba al no haber discotecas, pero la experiencia creo que sigue siendo muy enriquecedora», dice.

El caso de Enrique, que estudia ADE en la Universidad Carlos III, es más complicado porque tiene un trastorno del déficit de atención: «A nosotros nos impacta mucho el coronavirus porque no hemos podido pisar las aulas, desde el punto de vista psicológico es duro, y a la vez es un reto de aprendizaje a distancia».

El alemán Jean-Philipp Kretschmann, de 21 años y estudiante de Económicas en la Universidad de Fráncfort, se siente impactado por no haber tenido ni una clase presencial desde que llegó a la Universidad y coincide con el resto en que la residencia ha jugado un rol central para conocer gente.

«En la calle o en las fiestas es imposible y con el toque de queda a las 18.00 no podemos invitar a nadie a casa», lamenta.

El Estado francés intenta poner solución a la elevada tasa de depresión de sus estudiantes, que comenzaron a reivindicar la vuelta a la presencialidad después de que un alumno se lanzara por la ventana de su residencia en Lyon.

Según un estudio de la Salud Pública francesa, el 29% de los jóvenes de entre 18 y 25 años está deprimido, el 50% se preocupa por su salud mental y el 31% mostró signos de angustia psicológica.

Nuevas restricciones en Alemania

La Universidad Humbdoldt de Berlín está cerrada. De hecho, Alejandro Pujol, estudiante del Grado de Matemáticas de la Universidad de Barcelona nunca ha ido y no sabe «qué forma tiene, ni siquiera la he visitado».

Pujol, que llegó en octubre a Berlín con tres amigos de Barcelona, con quienes comparte piso, sigue todas sus clases por Zoom, con una red que no está preparada para soportar tanto tráfico.

«Creo que habría aprendido más yendo a clase, porque tienes no solo los profesores, sino también el resto de alumnos con los que poder hablar y compartir ideas», destaca.

Alemania acaba de anunciar un endurecimiento de las restricciones para entrar en el país, una decisión que impedirá a otros jóvenes sumarse al programa este semestre.

«Tengo amigos que, como tenían la opción de hacer Erasmus otros semestres, han decidido que no lo hacían y vendrían al siguiente», continúa Pujol, quien admite que el covid ha cambiado la experiencia, aunque «eso no significa que sea peor, también tiene sus cosas buenas».

Modelo mixto en el Estado español

El Estado español es el que más estudiantes de Erasmus recibe, con 52.830 plazas ocupadas en el curso 2018-2019, y el segundo en el envío de estudiantes, con 44.052 alumnos, según el último informe de la Comisión Europea.

Con la pandemia, las universidades han apostado por un régimen semipresencial, con clases y exámenes tanto en los centros como a distancia.

Las restricciones, los cierres perimetrales por territorios y la situación epidemiológica explicarían que, según una encuesta del Servicio Español para la Internacionalización de la Educación (Sepie), la movilidad de estudiantes se haya reducido un 40% en el curso 2020-2021 en comparación con años anteriores.

La Universidad Complutense de Madrid es la segunda en recepción de Erasmus, entre 1.700 y 1.800 plazas cada año destinadas a estos estudiantes.

Este curso, la cifra cayó hasta los 415 estudiantes el primer semestre, y espera 465 más, lo que supondría una cifra total de 880, la mayoría procedentes de Italia y del Estado francés.

«Muchos preferían aplazar su estancia al segundo semestre por la situación epidemiológica, e incluso cancelar el desplazamiento, aunque habrá que esperar para confirmarlo con datos definitivos», explica a Efe Miguel Hernández, presidente de Erasmus Student Network (ESN) en el Estado español.

«En un curso normal, la mayoría viene en el primer semestre, aproximadamente el doble que el segundo, aunque esta vez podría invertirse», subraya.