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¡Cuidado con Irlanda!

Pintadas contra la instauración de la frontera en el Mar de Irlanda. (Paul FAITH/AFP)

La determinación del soberanismo escocés de celebrar un segundo referéndum de (auto)determinación está centrando las miradas tras el Brexit. No es de extrañar, después de que Londres amarrara a Escocia en el referéndum de 2014 con la amenaza de que quedaría fuera de la UE. ¡Dos años antes de que, 2016, Gran Bretaña decidiera salir de la UE!

El protagonismo escocés ha relegado a un segundo plano a la cuestión irlandesa. Hasta que las amenazas paramilitares lealistas al personal aduanero en la frontera británico-irlandesa han encendido todas las alarmas.

Los flemáticos dirigentes conservadores británicos tragaron, en las negociaciones con la UE, con el tabú de que no se podía restaurar la frontera entre el norte y el sur de Irlanda. Pero lo hicieron sin convicción alguna y nada dispuestos a colaborar para cumplir el acuerdo.

Cuentan para ello con una clase política unionista dispuesta a atizar el vértigo de la depauperada y deprimida población protestante, que teme que el tiempo, la inercia y la permanencia del norte de Irlanda en el mercado de la UE en el centenario de la partición de la isla lleven inexorablemente a su reunificación.

¡Cuidado con Irlanda! Como evidenció en EEUU el puente de ira que llevó del sueño de Obama a la pesadilla de Trump, la mezcla de nostalgia y reacción es inflamable. Si a ello unimos el bloqueo, político, social y comunitario, del proceso de paz que se palpa en los últimos años, alguien o algo podría convertirla en explosiva.