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Más empates, pero con movimientos

Votación en Barcelona. (Lluis GENE / AFP)

Uno. El independentismo no se va a desinflar. Que se lo tatúen en Madrid. Los resultados de Illa son muy buenos, pero su tentativa de llegar al Palau ha fracasado. Suya es también, en gran medida, la responsabilidad de una abstención desbocada; fueron los únicos que no quisieron posponer los comicios. El soberanismo está hecho unos zorros, dividido, desorientado y sin estrategia, pero cada vez que hay urnas, no falta a la cita. Supera por primera vez el 50% de los votos y tendrá una mayoría parlamentaria reforzada.

Dos. El unionismo tampoco desaparece. A falta de análisis más profundos, parece evidente que la participación ha bajado algo más en las zonas donde se vota a partidos españoles. No han sentido que estuviese nada en juego y muchos se han quedado en casa. El empate entre bloques sigue siendo una realidad.

Tres. No existe un SNP catalán. Que se lo quiten de la cabeza. Esquerra logró finalmente sacar una uña de ventaja a Junts, pero la hegemonía sigue en disputa. De ese enfrentamiento bebe, probablemente, el espectacular crecimiento de la CUP. Tejer la investidura va a costar horrores, y mantener la legislatura, dolores de cabeza constantes. Si se logra.

Cuatro. Parece que todo sigue igual, pero hay cambios a la cabeza de cada bloque. El PSC no es Cs, y ERC no es Junts. Hay que anotar que existen mayorías alternativas al bloque estrictamente independentista. No se van a articular para la investidura, pero ahí están.

Cinco. Illa no gobernará, pero Sánchez sonríe en La Moncloa. Gana en Catalunya y todos sus rivales directos salen debilitados. Atentos a las réplicas del 14F a medio plazo en Madrid.

Seis. Siempre es terrible que Vox entre en un Parlamento. Más con esos resultados.