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Medvedev enfría a Tsitsipas y consigue el billete para su segunda final de un Grand Slam

En tres sets (6-4, 6-2 y 7-5), Medvedev se ha deshecho con su potente juego de revés de un Tsitsipas al que solo se le ha visto metido en el encuentro en algunas ráfagas de la última manga. El ruso jugará la final ante Djokovic.

Grito de rabia de Medvedev, en una de las pocas oportunidades en las que ha expresado sus emociones. (Brandon MALONE/AFP)

Es de hielo y eso desquicia a sus rivales, e incluso al público. John McEnroe dijo de él que «necesitamos un villano en este deporte y ha sido capaz de recibir con los brazos abiertos dicho papel», algo que no solo no le afecta, sino que lo espolea.

Daniil Medvedev se ha llevado por delante sin contemplaciones a un Stefanos Tsitsipas que venía con la vitola de haber eliminado a Rafa Nadal en cuartos, pero que se ha visto superado en todo momento por los golpes del tenista ruso.

El duro y preciso revés del moscovita ha marcado la diferencia en un encuentro en el que el griego, apoyado por la mayoría del público del Melbourne Park, no se ha encontrado a sí mismo prácticamente en ninguna fase del choque.

Y eso que el envite se ha iniciado de manera equilibrada, afanándose ambos jugadores en no perder su servicio, hasta que Tsitsipas ha cometido sus primeros errores para otorgar la única rotura de esa manga, circunstancia que no ha desaprovechado Medvedev.

Más contundente ha estado todavía en el segundo set, donde los peloteos largos siempre han caído de su lado. Un desquiciado Tsitsipas –ha lanzado su botella de agua contra el suelo en el descanso del tercer juego tras ver de nuevo roto su saque– no ha sabido cómo contrarrestar el sólido juego de su rival.

El ruso ha ahondado más todavía en la herida y le ha infligido otro nuevo break en el séptimo con un juego en blanco al resto. Para rematar, en el octavo, ya con el servicio de su lado, tampoco ha permitido que Tsitsipas realizase ningún punto.

En ese momento, Medvedev era un auténtico bulldozer e iba camino de arrollar por la vía rápida a su adversario en la tercera manga. De hecho, ese ha sido el guion durante su primer tramo, pues el moscovita ha dispuesto de hasta dos bolas para ponerse 4-1 y posterior servicio a su favor.

Sin embargo, Tsitsipas ha sacado fuerzas de flaqueza e, impulsado por la grada, ha decidido mostrarse más agresivo, buscando el saque y remate, que le ha reportado ciertos frutos, además de un lance que, durante unos minutos, ha parecido sacar a Medvedev de su concentración.

Un respiro desestabilizador

Durante el 3-2, el moscovita, acostumbrado a no ocupar apenas tiempo entre saque y saque –una manera de asfixiar a sus oponentes–, se ha visto obligado a esperar ante la petición de respiro de Tsitsipas, lo que no solo no le ha gustado, sino que incluso le ha desestabilizado en su juego.

El heleno le ha roto el servicio para ponerse 3-3 y posteriormente ha mantenido sus respectivos saques para colocarse por delante 4-3 y 5-4, incluso disponiendo de un 0-30 para hacerse con la que hubiera sido su primera manga y ponerle salsa al choque.

No lo ha permitido Medvedev gracias a su potente servicio y ello le ha dado el suficiente impulso como para imponerse en los dos siguientes juegos a un exhausto Tsitsipas, al que el ritmo de su oponente le ha terminado de pasar por encima.

El moscovita enlaza así su vigésima victoria consecutiva, accede a su segunda final de un Grand Slam –la anterior fue ante Nadal en el US Open– en la que se medirá a Djokovic, convirtiéndose en el tercer ruso que lo consigue tras Marat Safin y Yevgueni Kafelnikov, único tenista de dicha nacionalidad que logró el Open de Australia en 1999.

Medvedev dispondrá este domingo de la ocasión para igualar ese hito ante el número uno del mundo que, a buen seguro, será un hueso más duro de roer que Tsitsipas, pero ante el que, si mantiene el nivel de juego mostrado, dispone de muchas opciones para levantar el trofeo.

Rememoraría así a otro tenista de hielo con el que ya muchos le comparan por su actitud sobre la pista, un Ivan Lendl que se hizo de manera consecutiva con los entorchados del torneo aussie en las ediciones de 1989 y 1990.