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Entrevista
Elorri Amestoy
Psiquiatra adscrita al servicio «Covidpsy 64A»

«Antes predominaba el miedo, ahora el cansancio ante una situación a la que no vemos el final»

Al cumplirse el primer año de la detección de los primeros casos de covid-19 en Euskal Herria, la psiquiatra Elorri Amestoy, que trabaja en el Hospital de la Costa Vasca, en Baiona, hace balance y traslada algunas recomendaciones.

Elorri Amestoy, a la entrada del Hospital de Baiona. (Guillaume FAUVEAU)

Integrante de la estructura «Covidpsy 64A», que presta atención a través del teléfono pero también de modo presencial desde el primer hospital labortano, Elorri Amestoy reflexiona para Kazeta.eus sobre el cansancio relacionado con una situación desconocida y a la que «muchas personas no son capaces de ver un final».

Hace casi un año que se puso en marcha la estructura en la que usted trabaja. ¿Qué balance hace de ese trabajo al lado de afectados por la covid-19?
Hacemos un balance positivo aunque ha habido diferentes etapas. Durante el primer confinamiento recibimos numerosas llamadas, porque la gente estaba angustiada. Todo era nuevo, desconocido, no sabíamos nada de ese virus y eso generaba gran temor. Los medios de comunicación contribuyeron también a amplificar la situación y a expandir ese miedo, por lo que en ese tiempo recibíamos numerosas consultas. A ello se añadían las visitas a personas afectadas o implicadas profesionalmente con la pandemia en el hospital.

Tras el verano, la situación volvió a empeorar, llegaron nuevas medidas de cierre, y aumentaron otra vez las llamadas.
En general no hemos estado desbordados, hemos podido hacer bien nuestro trabajo, pero creo que eso ha sido posible porque aquí (en Ipar Euskal Herria) la pandemia no nos ha castigado especialmente. Evidentemente, ha habido situaciones difíciles, las visitas se redujeron y se dieron momentos difíciles ligados a la pérdida de allegados, pero, pese a todo, hemos podido, por ejemplo, mantener los protocolos, los rituales, en cada fallecimiento y eso es muy importante, porque ayuda a soportar y encarar la pérdida en mejores condiciones.

¿Qué ayuda se solicita ahora?
Ahora nos encontramos más bien con personas agotadas, angustiadas sobretodo porque no ven una salida, un final, a esta situación.

¿El cambio de situación ha implicado un cambio de perfiles?
No creo que podamos hablar de perfiles, porque este es un servicio que se ha concebido para que pueda recurrir a él cualquiera, no exclusivamente las personas que acarreaban ya problemas psiquiátricos o patologías de angustia. Creo que debemos asumir que esto ha sido difícil para todos nosotros y que mientras algunas personas han podido encontrar con quién compartir su situación, otras se han sentido solas y han recurrido a nosotros.

¿El miedo ha sido el común denominador de esas consultas?
Las personas que nos llaman se sienten desbordadas por la situación. No saben cómo se van a desarrollar las cosas, por ejemplo en caso de contraer la enfermedad. Sienten temor por los de casa. Hay quien tras superar la enfermedad ha mantenido síntomas tiempo después, hay quien se ha sentido totalmente angustiado por el riesgo de transmitir la enfermedad a otra personas. El miedo es el factor predominante.

¿Qué ha sido lo más difícil de gestionar?
Creo que la falta de conocimiento y también lo imprevisible de la situación, ese no saber o comprender cómo pueden evolucionar las cosas. Yo diría que, pese a todo, en el primer confinamiento todos entendimos el porqué. Con el segundo confinamiento, tras el verano, mucha gente no ha entendido qué pasaba, qué estaba en juego, y eso ha llevado a que aumente otra vez la angustia, porque cuando entendemos algo aceptamos mejor las consecuencias.

Baja la comprensión, ¿y también la edad de quienes viven mal la situación presente?
Hemos atendido a personas de todas las edades, pero cada vez nos encontramos con personas de menos edad, por ejemplo adolescentes, jóvenes a los que esto les ha pillado en una etapa de por sí especial y a veces compleja, en la que tiene mucha importancia la socialización, la vivencia intensa, estar con los amigos, disfrutar de las primeras salidas nocturnas. Cada vez acuden a nosotros personas más jóvenes, algunas con problemas anteriores que ahora asumen de forma más clara, lo que les lleva a acercarse ahora al servicio.

¿Hay recomendaciones para afrontar mejor la ansiedad?
Recomendamos mantener un ritmo de vida normal o sostenido. A quienes no tienen actividad fuera de casa les recomendamos buscar una actividad exterior que les permita canalizar esos sentimientos.

¿Se trata de trabajar una rutina?
Exactamente. En todos los órdenes, también en la alimentación. Respetar esas pautas que ayudan a nuestro cerebro a liberar la angustia. Cuando hay factores externos que nos generan angustia debemos esforzarnos más en mantener esa rutina, en preservar la vida social, aunque sea por videollamada, porque eso nos va a ayudar.

No podemos hacer cosas que queremos, como viajar, pero sí actividades que nos conectan con referencias y personas cercanas. Se trata de aferrarse y proyectarse hacia el futuro

¿También hay que evitar una sobrexposición a la información?
Debemos controlar de dónde tomamos la información, cómo elegimos el medio. Los primeros meses de la pandemia estuvieron marcados por una alta exposición a la televisión, por un flujo muy alto de informaciones, además cambiantes. Eso generó angustia a muchas personas. Es importante recibir información, pero de forma controlada, evitando caer en el consumo excesivo. Con informarse una vez al día es más que suficiente.

Ha apuntado a esa falta de perspectiva clara. ¿Cómo avanzar cuando el horizonte no está ni mucho menos despejado?
Justamente mirando siempre hacia adelante. Trabajando nuevos proyectos, sustituyendo esas cosas que querríamos hacer, como viajar, por otras que, aunque parezcan más pequeñas, pueden darnos satisfacción y que podemos abordar ahora junto a personas cercanas. Se trata de aferrarse a algo para poder proyectarse hacia más adelante.

Una parte más desconocida de su trabajo. Presta servicio en la cárcel de Baiona. ¿Cómo se ha vivido la pandemia entre muros?
Estoy bastante sorprendida de cómo se han adaptado a la situación las personas presas. No ha sido fácil para ellas. En un momento les quitaron las visitas, y sus contactos siguen estando hoy muy reducidos. También las actividades. No ha sido fácil para estas personas pero yo diría que en la mayoría de los casos han entendido por qué ocurrían las cosas, y han actuado en consecuencia, con una buena actitud. Sin querer banalizar las cosas, seguramente se han dado cuenta que las cosas afuera, por una vez, no eran mucho mejores. Me parece que ahora les resulta, como a todo el mundo en general, más difícil entender por qué no se reanudan las actividades, por qué no se avanza hacia una situación de mayor normalidad.