Balance del Eibar: Muchos motivos se saldan con la peor consecuencia
Tras siete años en Primera División, el Eibar desciende con su peor actuación en la categoría: cinco puntos menos que en su primera campaña, 24 menos que en el curso 2016/17.
Decía este viernes Fran Garagarza en su despedida que considera el descenso una decepción, más que un fracaso. Y probablemente tenga razón al valorar así un final que se ha contemplado desde el mismo día en el que el Eibar ascendió y que ahora duele como todas las heridas recientes pero después se valorará, debería, con mayor benevolencia.
Lo cual no quiere decir que baste con poner una tirita para seguir adelante porque el equipo no solo ha descendido, sino que lo ha hecho como el peor de Primera y con su peor puntuación en la categoría –cinco menos que en su primera campaña, 24 menos que en la 16/17–, por lo que el análisis y la autocrítica resultan imprescindibles.
Las razones son múltiples y no todas responsabilidad del club. La pandemia ha jugado claramente en su contra por dos motivos. Por un lado, le ha dejado sin afición en la grada. Como al resto, claro, pero que el Eibar solo haya podido celebrar dos victorias esta temporada en Ipurua –la primera se hizo esperar hasta enero– no es casualidad, sobre todo cuando ha sido habitualmente aquí donde ha fundamentado la permanencia en años anteriores. Y, por otro, por las restricciones dentro de la propia plantilla donde, a falta de jugadores de la casa, se ha solido trabajar el arraigo y la unión, especialmente importantes en situaciones delicadas, con actividades y costumbres para las que resulta imprescindible la convivencia, ahora vedada por los protocolos de seguridad.
Lamentablemente, la confección y gestión de la plantilla y el rendimiento de muchos jugadores no solo no han hecho frente a esas adversidades, sino que han sido el factor más determinante en la pésima temporada.
El equipo ya arrastraba carencias de la temporada anterior, cuando no supo encontrar sustitutos solventes para Jordán, Peña y, en menor medida, Cucurella. Tampoco se encontró solución en verano, cuando además se marcharon Charles, máximo goleador en sus tres años como azulgrana, Escalante, un hombre con carácter, experiencia y contribución ofensiva, u Orellana, motor y actor del juego ofensivo. A lo que hay que añadir la grave lesión de Cote, de baja hasta febrero y lejos de su mejor versión después. Y tampoco en este caso han respondido, ni se han acercado siquiera, las incorporaciones, con la excepción de Bryan Gil.
A ello se le ha unido el pobre rendimiento de futbolistas otrora determinantes como Enrich, Inui o Pedro León, y las lesiones de futbolistas que han estado bien cuando han podido jugar, como Correa o Bigas.
Tampoco José Luis Mendilibar ha tenido su mejor año. Ha necesitado demasiado tiempo para que el equipo plasmara sus ideas. Y tampoco, como alternativa, se ha amoldado a lo que las características de sus jugadores podían exigir. El resultado es que el «Eibar de Mendilibar» se ha visto con cuentagotas y solo ha tenido continuidad en las últimas semanas, cuando su racha de 16 partidos sin ganar ya le había sentenciado.
Problemas para marcar hasta de penalti
Los principales problemas del Eibar, ya fueran debidos a la confección de la plantilla, su gestión o el rendimiento de los futbolistas, se han dejado sentir en el ataque.
El equipo armero solo ha marcado 29 goles –pese a que Kike ha firmado su mejor año firmando 12– e incluso ha fallado más de la mitad de sus lanzamientos de penalti. Aunque no solo ha sido una cuestión de acierto. Las ocasiones tampoco han abundado en un equipo con serios problemas de creación y llegada en el centro del campo y una banda derecha sin dueño.