Gladys del Estal, trágica protagonista de una injusticia todavía impune 42 años después
Un tiro en la nuca ponía fin el 3 de junio de 1979 a la vida de la joven donostiarra Gladys del Estal Ferreño. Pero su lucha militante en defensa de la naturaleza sigue viva 42 años después de aquella jornada antinuclear organizada en Tutera y reventada por la violencia policial.
Junto al monolito, la estela y los árboles que, en la campa de la zona alta de ‘Gladys Enea’, guardan su memoria en este parque que ella contribuyó a recuperar para toda la ciudadanía donostiarra, la vecina de Egia fallecida en la capital ribera a causa de un disparo a bocajarro de un guardia civil cuando participaba en una sentada ha recibido este sábado otro emotivo homenaje.
Cerca de doscientas personas han tomado parte en el acto; muchas rondaban los 65 años, la edad que ahora tendría Gladys del Estal Ferreño, pero todas las generaciones estaban representadas, desde una veterana ‘jotera’ llegada de Atarrabia que nunca se pierde esta cita hasta un recién nacido en brazos de su padre, pasando por las jóvenes dantzaris que ofrecieron el aurresku de honor a la homenajeada.
El mensaje más repetido en el acto organizado por Eguzki y el colectivo Gladys Gogoan también está grabado en el monolito que hoy estaba adornado con el símbolo antinuclear: además de recordar su muerte, sobre todo se recuerda «su vida en denfesa de una sociedad justa y en armonía con la naturaleza».
Canciones, ofrenda floral, una marcha en bici desde el Bulevard y un posterior recorrido festivo por el barrio de Egia han acompañado las breves intervenciones.
«No hay manera de olvidar aquella injusticia»
«Lo hemos dicho muchas veces, pero no nos vamos a cansar de repetirlo: recordamos a Gladys porque fue nuestra amiga, nuestra compañera, y porque no hay manera de olvidar aquella injusticia que, además, quedó impune».
Así se indica en el comunicado elaborado para la ocasión, y así se ha puesto de manifiesto en algunas de las intervenciones de hoy: «Gladys les perdonaría, pero yo no puedo perdonarles». Una rabia que es difícil de ahogar, más cuando «el reconocimiento oficial sigue sin llegar».
«Los intentos realizados en los últimos años, tanto por la vía del Gobierno de Gasteiz como por la del de Iruñea, están resultando, digámoslo así, muy accidentados. Pero confiamos en que terminen dando fruto», se recoge en el texto.
Un reconocimiento que sí está sembrado en las nuevas generaciones, ya que, como ha señalado la más joven de las oradoras, Gladys es «un símbolo» para ellas, «como mujer, como militante, como feminista...», porque fue una «pionera» para quienes también creen que «es posible cambiar el mundo».
En el acto se han recordado, con compás jotero, los motivos que llevaron a Gladys del Estal y a miles de jóvenes vascos a Tutera aquella trágica jornada: la lucha antimilitarista, por el cierre de un polígono «que los militares siguen hoy bombardeando («De las Bardenas Reales/ que se vayan ya los yankis...»), y la lucha ecologista, con los planes de construir varias plantas atómicas en Euskal Herria («Ni una central nuclear/ no han de poner en Tudela/ en su lugar habrá rosas/ como Gladys del Estal...).
Una «transición» que distó mucho de ser «modélica»
El contexto en el que las fuerzas policiales mataron a la joven donostiarra fue muy significativo de lo que se denomina «la Transición española».
Habían pasado ya casi cuatro años desde la muerte del dictador Francisco Franco, pero todavía ‘el régimen’ se resistía a desaparecer y sus estructuras continuaban funcionando al margen de las aspiraciones políticas y sociales de la mayoría de la ciudadanía, en el Estado y, especialmente, en Euskal Herria.
Aquel 3 de junio de 1979 se celebraba el Día Internacional contra la Energía Nuclear en Tutera, hasta donde se habían desplazado miles de militantes ecologistas y antimilitaristas.
El programa de la jornada había sido autorizado, pero desde el Gobierno español se preparó un gran dispositivo armado con dotaciones de la Policía Armada y la Guardia Civil, advirtiendo de que no se permitiría realizar una marcha hasta las instalaciones militares de las Bardenas.
Primero fue la Policía la que cargó indiscriminadamente contra quienes estaban almorzando en un parque del casco urbano, a quienes obligó a marchar en dos filas para cruzar al otro lado del Ebro, cerca de donde se habían aparcado los autobuses
Allí se improvisó una sentada y allí fue donde intervino la Guardia Civil. Un grupo de guardias civiles se acercó a los concentrados, sonó un disparo y una bala en la nuca terminó con la vida de Gladys del Estal, que había vivido solo 23 primaveras.