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Materia geológica


El edificio denominado The Green Corner, ‘La Esquina Verde’, es una obra del estudio de Anne Holtrop. Situada en Muharraq (Bahrein), la nueva construcción alberga los almacenes y el archivo de una colección de arte. El estrecho edificio está revestido con una fachada de marcada horizontal, formada por el apilamiento de elementos estructurales de hormigón prefabricados in situ. Los encofrados fueron moldeados en arena, lo que otorga un fuerte relieve a la materialidad de la fachada, que Holtrop compara con un corte geológico. En el interior, esos encofrados de arena dan forma a las losas de hormigón que definen los techos, mientras que las grandes contraventanas que cierran el edificio, así como la gran puerta de entrada, usan un sistema similar de moldeado, pero utilizando aluminio fundido sobre camas de arena. A diferencia de los elementos de hormigón, los moldes de arena de aluminio son huecos y su interior puede verse a través de las ventanas.

El edificio se encuentra frente a un nuevo aparcamiento, diseñado por el arquitecto suizo Christian Kerez, mientras que toma su nombre de una esquina cercana con un jardín vertical diseñado por el paisajista Patrick Blanc. La parcela posee muy poca profundidad, y consta de dos habitaciones de idéntico tamaño con un núcleo intermedio. Dada la geometría estirada de la parcela y del edificio, la nueva pieza cede todo su protagonismo a la fachada frontal, mientras que las dos fachadas de los extremos cortos completan su exterior.

La obra de Holtrop se caracteriza por una constante evolución en el tratamiento de la materia, y este caso no es una excepción. Las piezas masivas que componen la fachada se fabricaron en el suelo junto al edificio y cada molde da como resultado una huella única en el elemento prefabricado. Esa silueta agresiva, casi rocosa, es especialmente visible en el recorte de las ventanas y en las esquinas del proyecto, donde el relieve se hace visible y se asemeja a un estrato geológico.

La materialidad de un proyecto arquitectónico se entiende a menudo como su construcción pero, en el caso de Holtrop, su trabajo se torna más expresionista. Su asociación con el material se ha desplazado hacia una práctica que se centra en el proceso de trabajar la materia, persiguiendo gestos o situaciones únicas dictadas por el propio material que está trabajando. En ese sentido, recuerda a aquellos comentarios realizados por Eduardo Chillida cuando reclamaba que fuese el hierro, la piedra o la arcilla la que hablase y acabase dando forma a sus propias obras. Este cambio de enfoque respecto de la construcción, que podríamos denominar más convencional, le permite encontrar una forma y una expresión de la arquitectura más escultórica y, en cierto modo, más sincera con el material. La arquitectura que resulta de este enfoque no es icónica, ni quiere ser representativa, tampoco es una abstracción, simplemente intenta existir como la propia realidad física de la materia, en este caso, del hormigón.

Material. El uso del hormigón no es una casualidad, la mayoría de los experimentos e investigaciones desarrolladas por el estudio en relación a la materia se centran en este material. Y es que su propia identidad implica la de una piedra artificial, que cambia de estado líquido a fluido, y que, por lo tanto, facilita grandes manipulaciones antes de que fragüe y se endurezca. La forma en que el material fluye y se endurece adquiriendo la forma de los límites del molde, sea de arena, textil o metálico, se convierte en un aspecto fundamental que define la forma de la arquitectura. En esa misma experimentación el estudio de Anne Holtrop trabaja con coladas de hormigón, pero también de yeso, vidrio y aluminio, todos materiales que en su estado fluido son fluidos y que se solidifican de una forma específica.

En el año 2014, el estudio se traslado a Bahrein tras haber ganado el concurso para el Pabellón de la Expo de Bahrein en Milán, que se construyó en 2015. Y allí descubrió que el aluminio estaba muy presente en el país, porque la primera fundición de aluminio en la región del Golfo se inauguró en 1968 en ese estado, y es hoy la cuarta fundición más grande del mundo. Continuando la historia del comercio de metales que tiene sus raíces en el tercer milenio antes de Cristo, cuando las islas se encontraban en la encrucijada de la ruta comercial del cobre y el estaño.

La presencia de la fundición también desarrolló una economía local del aluminio, tanto formal como informal. Es decir, que, junto a las grandes empresas internacionales que producen aluminio, se han desarrollado talleres más pequeños con un enfoque artesanal capaces de involucrase en los procesos experimentales que esta arquitectura busca para intentar extraer un potencial diferente del uso del material. La teoría es necesaria, es el camino para proponer nuevos retos, pero se necesita de esa red de talleres y artesanos dispuestos a enfrentarlos.

Por lo tanto, la obra tiene algo de autóctono, de vinculación al lugar. Si los paneles de hormigón son solidificaciones de los fragmentos de tierra del paisaje arenoso que rodea el edificio, las piezas de aluminio son testimonio de la realidad artesanal y manufacturera de la región. Es interesante pensar que esta arquitectura tan contemporánea y primitiva al mismo tiempo, está siendo realmente producida por el sitio mismo, ya que el sitio de producción es también donde el edificio se encuentra.