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Entrevista
Izaskun Arriaran e Itziar Albaina
Enfermera en el Aita Mari y médica en el campo de Vial

«Se les niega el asilo y la esperanza de los refugiados se apaga en Quíos»

Los problemas aumentan en los campamentos de refugiados griegos. Si antes trataban infecciones derivadas de las condiciones de vida, ahora predominan los problemas psicológicos. Arriaran y Albaina relatan la situación en Naiz Irratia.


El trabajo de Salvamento Marítimo Humanitario es de sobra conocido en Euskal Herria. La ONG reconstruyó el atunero vasco Aita Mari y se dedica a rescatar migrantes que se encuentran a la deriva en el Mediterráneo. También cuenta con una red de profesionales de atención primaria y emergencias sanitarias en el campo de refugiados de Vial, en la isla griega de Quíos.

Por un lado, Izaskun Arriaran, miembro de la ONG y enfermera que ejerce en el Aita Mari; y, por otro, Itziar Albaina, médica de familia en Vial, repasaron la actualidad del atunero y del campamento de refugiados en los micrófonos de Naiz Irratia.

El último rescate del Aita Mari fue el 27 de mayo, después de que unas 50 personas tomaran tierra en Sicilia. Desde entonces, Arriaran explica que, dadas las necesidades del atunero, han decidido parar. «Necesita algunos cambios. Queremos pintar, hacer reparaciones, tareas de mantenimiento...», afirma. Por ahora se encuentra encallado en Burriana, Castellón, pero la enfermera adelanta que en setiembre estarán de vuelta. «Tenemos que hacer un estudio de estabilidad para saber cuántas personas entran. Nuestro objetivo es poder incorporar todavía a más. Los ingenieros están intentándolo, preparando documentos, que luego tienen que darlos por válidos en Madrid».

No obstante, el flujo de personas que cruzan el Mediterráneo no ha cesado y son otros barcos de salvamento los que se encuentran realizando tareas de rescate. «Todos los barcos estamos en un mismo grupo y por tanto estamos bastante coordinados. Los meses de julio y agosto están cubiertos», añade.

Pero la labor de la ONG va más allá de rescates. De hecho, Arriaran destaca que fue en Quíos donde dieron sus primeros pasos, en concreto en el año 2015. «Un grupo de bomberos se desplazó allí y comenzaron a realizar rescates desde la costa turca hasta Quíos, donde ayudaron a las personas que lo solicitaban. Hasta que Grecia cambió la ley y no nos permitió seguir adelante», recuerda Arriaran.

«Se creó el primer campamento en Quíos, en el mismo pueblo, pero era incómodo porque al final es un lugar muy turístico. Ahí empezamos a ver que el sistema sanitario griego no podía ofrecer esa atención, y poco a poco, en concreto desde el año 2016, empezamos a dar asistencia sanitaria. En 2017 se creó Vial, que está más lejos del pueblo, a unos 7-8 km de Quíos. Ahí seguimos, dando asistencia sanitaria sin interrupción, donde hemos llegado a atender a 12.000 personas», subraya.

Vial, un vertedero

Sin embargo, a causa del coronavirus, muchos refugiados, los más vulnerables, fueron desplazados a Atenas y otros lugares del país heleno, y ahora hay unas 800 personas asentadas en Vial. Allí se encuentra desde hace un mes la médica Itziar Albaina, que decidió ir tras una primera visita. «Cuando vine el año pasado, vi cómo era el trabajo aquí, que era necesario, porque el gobierno no llega o no quiere llegar. Me animé a pedir un permiso y quedarme para largo, porque siempre puedes hacer un poco más cuando la estancia es más larga, ves qué necesidades hay», indica Albaina.

Cuando uno piensa en un campamento de refugiados, quizá lleguen a la mente esas tiendas de campaña que aparecen en informativos de televisión, pero la realidad ofrece una imagen bien distinta. «Voy a explicar mi primera impresión. Esperaba ver lo que aparece en la tele, todo muy ordenado y organizado en tiendas de campaña. Sin embargo, hay pocas tiendas, y todo lo demás son tiendas construidas por ellos, con plásticos. No es un lugar adecuado, pero si por lo menos estuviese limpio... ahora es un vertedero y a la hora de limpiar te encuentras con ratas, escorpiones, sarna, de todo. Ha quedado muy claro porque en los últimos tres meses otra ONG ha empezado a realizar labores de limpieza y han toneladas de basura».

En el día a día, Albaina pasa consulta por la tarde, donde trata generalmente infecciones causadas por las condiciones de insalubridad del lugar. En cambio, desde hace un tiempo, su principal tarea es atender crisis de ansiedad o diferentes problemas psicológicos que se han agravado tras años de estancia en el lugar.

Pero la médica también apunta al acuerdo de la UE y Turquía como motivo de esta desesperación que impera en Vial. «Los que buscan asilo están al tanto de este nuevo acuerdo, de que la UE considera que Turquía es un país seguro. Este último mes han anulado todas las peticiones de asilo por este trato. Estas personas, aunque vivan en condiciones indignas, tenían esa esperanza y con este acuerdo se ha apagado. La gente que viene a la consulta nos cuenta que han intentado suicidarse, incluso los niños, porque han visto muy mal sus padres».

Obstáculos presentes y futuros

Preguntadas por la situación de los refugiados y del Aita Mari, las cooperantes no dibujan un futuro muy prometedor. «Su futuro está muy ligado a nuestro proyecto, y en este momento vemos dos problemas. Con esta decisión que ha tomado la Unión Europea, el estado psicológico de la gente puede ir a peor. Por otro lado, han sacado un montón de gente a Atenas, Tesalónica y Patrás a causa del covid. Al principio lo vimos como algo positivo, pero al final sus condiciones de vida son muy malas allí, y se ha convertido en un problema. Han vuelto a Quíos pero no pueden entrar, están en la calle, en malas condiciones», explican.

Asimismo,0 añaden que el Gobierno griego quiere cerrar estos campamentos y crear unos centros cerrados, lo que supondría la desaparición de un punto de encuentro para los refugiados. Asimismo, el Ejecutivo heleno tampoco está poniendo las cosas fáciles a los barcos de salvamento. «Grecia ha endurecido mucho las condiciones para que las diferentes organizaciones sigan trabajando. Ha puesto en marcha un proceso de registro muy difícil y a nosotros afortunadamente nos dejan seguir. Al final tienen interés porque cubrimos económicamente toda la medicación y las consultas. Pero nos ponen grandes trabas, el hospital no nos facilita nada, ni siquiera los servicios sanitarios locales», relata Arriaran.

Por su parte, Albaina señala que en el hospital no tratan bien a los refugiados, tampoco pueden echarse un café en un bar, porque no les sirven. «Lo que se siente aquí es que no quieren que estén; en un principio había gente que ayudaba, pero ya han pasado varios años y la gente se cansa. Al final esto no es un problema de Grecia sino de Europa, han dejado aquí a los refugiados y no pueden moverse. Hay bastante racismo, aunque también buenas personas», añade.

Ambas recalcan que Europa no quiere que estas personas crucen sus fronteras, pero pese a los acuerdos con Turquía, los miles de millones derrochados en control migratorio y la labor de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), aseguran que no lo están consiguiendo. «La gente sigue viniendo, huyen de la guerra de sus países, porque no tienen otra opción. Lo que te cuentan es increíble. Aquí hay Frontex, devoluciones en caliente... pero la gente sigue viniendo. Para ellos es muy vergonzoso y a sus familiares no les cuentan lo que viven aquí. Esto no es un factor para que la gente no venga», remarca Albaina. Y añade: «Si todo el dinero que gasta Europa en policía, acuerdos, drones y control migratorio se usara de otra manera qué diferente sería todo».

«Por favor, esta gente merece respeto. Como europeas, nos da vergüenza verlos así, constatar que no se tiene en cuenta sus necesidades», sentencia, por su parte, Arriaran.