Sánchez y Aragonès toman la medida a la distancia que les separa
El Gobierno español y la Generalitat, con ambos presidentes al frente, celebraron una reunión marcada por la ausencia de la mitad del Govern. Más allá de la foto, el encuentro hizo aflorar la distancia entre las partes, ciertamente mayor que la que separa a ERC y Junts.
La pregunta se la hicieron a Pedro Sánchez tras reunirse a solas con su homólogo catalán, Pere Aragonès, y antes de que se juntase la mesa de negociación propiamente dicha: «Si las posiciones son tan alejadas, ¿de qué hablan? ¿Cómo llenan dos horas de reunión?». Las paredes del Palau de la Generalitat guardan la respuesta real a la pregunta concreta, pero la contestación que ofreció Sánchez sirvió para condensar la esencia de la reunión de ayer: «Igual ustedes están acostumbrados a ver a un presidente del Gobierno español en el Palau de la Generalitat. Las imágenes son importantes, que se celebre un encuentro tiene una gran potencia de mensaje político».
Para Sánchez, la cesión fue acudir a la Generalitat, sacarse la foto en la mesa de negociación. Ya lo había dejado claro con el juego planteado en los días previos, especulando sobre su presencia en la reunión. Una jugada que abonó el enésimo encontronazo entre Esquerra y Junts, socios de Gobierno, hasta el punto de que esta última no participó en la reunión de ayer, después de que tanto Sánchez como Aragonès se plantasen ante la decisión de Junts de enviar como delegados a los expresos Jordi Sànchez y Jordi Turull. La balanza de la Mesa quedó así descompensada, con cinco miembros por la parte española y tres por la catalana, a modo de imagen de la crisis de Gobierno en Barcelona.
Esta es una primera lectura de la foto de ayer. Hay otra, y no son contrapuestas, sino complementarias: el Gobierno español se sentó en una mesa con el Govern para hablar del conflicto entre Catalunya y España. Hablar de negociación quizá sea excesivo, pero tampoco cabe minimizar y empequeñecer el hecho.
Eso sí, más allá de la imagen ni se esperaba novedad alguna ni la hubo. El catálogo de argumentos para negar una resolución democrática al conflicto entre Catalunya y España fue el habitual por parte de Pedro Sánchez: «Ni el referéndum ni la amnistía son posibles», «la sociedad catalana no puede sufrir más fracturas», «aquello que tenga que ser España lo decidiremos todos los españoles». Grandes hits de la última década. Sánchez se limitó a trasladar a Aragonés una «Agenda para el reencuentro» en la que incluyó antiguas demandas catalanas en materia de infraestructuras, inversiones y economía, entre otras. El documento dibuja el perímetro de aquello susceptible de ser negociado para el Gobierno español.
Aragonés constató, en su posterior comparecencia, que las posiciones siguen estando muy alejadas. Baste decir que para Moncloa, ayer se reunió una mesa de diálogo, mientras que para Palau lo hizo una mesa de negociación. La terminología, en este caso, importa. El abismo a ambos lados de la mesa sigue siendo enorme, bastante más del que, en realidad, existe entre Junts y ERC en términos de objetivos políticos. Y sin embargo, uno de los grandes titulares de ayer, a falta de novedades tangibles, fue la ausencia de Junts. Que la foto pese más que el contenido de la reunión podría ser un buen resumen del momento catalán.
¿Y a partir de ahora, qué?
El encuentro de ayer fue el primero en 19 meses. Más de año y medio en el que ha pasado de todo, empezando por una pandemia y siguiendo por el cambio de Gobierno en Catalunya, sin olvidar los indultos, entre otros. De ahí que, rebajando las expectativas inmediatas, Aragonès descartase poner límites temporales al trabajo de la mesa de negociación que, según el president, debe reunirse a partir de ahora de forma «periódica y discreta».
El president, que insistió en que su objetivo sigue siendo acordar el referéndum de autodeterminación y el fin de la represión a través de la amnistía, consideró que no hay que tener prisa, que es momento de «construir confianzas» e «ir creando un contexto más favorable para avanzar en la resolución del conflicto».
Aragonès quiso reivindicar que la reunión de ayer supone entrar «en una nueva fase en el marco de la resolución del conflicto». «Comenzamos la negociación con el Estado», declaró algo triunfante. Le costará convencer de que es así a Junts –insistió en que espera reincorporarlos a la mesa–, y más aún a la CUP, que ayer por la tarde se manifestó en el centro de Barcelona con el lema «Ni pactes ni renuncies».
El tiempo aclarará qué nombre resulta más apropiado para la mesa, si el que hace referencia al diálogo o a la negociación. Si se impone la primera, será la sociedad catalana la que decidirá si es suficiente con avanzar en la «Agenda para el reencuentro» una vez acabada una legislatura que, visto lo visto, cuesta creer que pueda durar cuatro años.